Freddy Blanc Sperberg
Declaración de Principios del Gobierno de Chile
Santiago, marzo 11 de 1974
- Chile en el contexto mundial: base para una definición
Chile inicia su reconstrucción nacional en los momentos en que una profunda crisis conmueve al mundo. Bajo la forma de una crisis económica, que constituye una amenaza latente para la paz mundial, asistimos a un fenómeno que es más profundo, y que pone en tela de juicio los valores y formas de vida de los diversos tipos de sociedad. Un importante sector de la humanidad, llamado subdesarrollado o en vías de desarrollo, sufre el impacto de millones de seres humanos que se debaten en la pobreza, cuando no en la miseria. Aunque no en sus peores grados, Chile integra este primer grupo. Desde él se ha mirado alternativamente a dos tipos antagónicos de sociedades como modelos posibles hacia los cuales encaminarnos, con el objeto de superar la situación descrita. Unos miran hacia las sociedades llamadas socialistas e inspiradas en el marxismo-leninismo, al paso que otros anhelan un desarrollo económico compatible con la justicia social y la libertad política, semejante al que han alcanzado las naciones más avanzadas del Occidente.
Así inicia la Declaración de principios del hacía poco iniciado Gobierno Militar en nuestro amado país.
Para aquellos que fuimos parte de los auditores en directo de dicha proclama, pequeños casi todos, pero conscientes de lo que ocurría, no podemos menos que recordar y extraer de nuestra memoria las imágenes de lo que a diario vivíamos. Los llamados mil días de Allende debieran ser recordados como el proceso más complejo al que se vio sometida nuestra gente, quizás sólo superada, redes sociales mediante, con nuestra actual realidad.
Ya en el año 1967 el Partido Socialista, para gran alegría del Partido Comunista, anunciaba su validación de la vía armada para tomar el poder. Esa validación nunca ha cambiado. Cincuenta años más tarde, nuevamente la violencia de la izquierda marxista y retrógrada destruía nuestro país llegando nuevamente al poder.
El salto de fe de nuestra gente de armas trajo ese 11 de septiembre, y hasta el día de hoy, satisfacciones y amarguras. Por años el país siguió convulsionado por grupos armados que aterrorizaron a nuestra población. En una verdadera batalla, obviamente las bajas se producían por ambos lados. Esa fue la parte dolorosa y desagradable, pero para ninguno de quienes estuvimos allí caben dudas de que fue un proceso no deseado, pero imparable.
Cuando te enfrentas a quien sólo desea destruirte, a ti, a tu familia, tomar tus bienes y, haciéndote violentamente a un lado, disfrutar de ello, no tienes otra opción más que defenderte. El amor por el prójimo de ninguna manera implica aceptar abusos y, por naturaleza, el concepto de autodefensa está presente en todos los organismos vivos. Si alguien duda de ello, pruebe pisando la cola del gato que tanto ronronea junto a usted.
Las satisfacciones se concentran en los grandes cambios realizados durante la segunda mitad de la década del 70 y cimentados durante la década de los años 80, en que nuestro país logró lo que se llamó un verdadero milagro, reconocido por todo el planeta. Fueron años complejos, por cierto, con una inestabilidad económica siempre presente, además de otras de ámbito internacional que tan hábilmente fueron manejadas por las autoridades de la época.
Esa cimentación política y administrativa proporcionó los recursos necesarios para que nuestro país fuera un verdadero ejemplo de sociedad. De hecho, fue uno de los pocos países en avanzar abiertamente hacia el desarrollo, logrando las bondades de un estado de bienestar y con el futuro esplendor en el horizonte muy cercano.
Fueron 30 años en que el país avanzó, con el sacrificio de muchos. Mis contemporáneos coincidirán conmigo en que fueron los mejores años de nuestras vidas. En lo personal, creo que todo calza y, si me preguntan por el factor principal de ello, me atrevo a decir sin ningún temor a equivocarme que el gran factor de ello es que no estaban los comunistas.
En realidad, los comunistas han estado siempre, pero en ese período no tenían relevancia ni capacidad en las grandes decisiones relacionadas con las políticas públicas de nuestro país, aquellas que nos ponen en un destino común como sociedad toda.
Hoy, producto de la batalla cultural, vemos con estupor como generaciones que no vieron ni vivieron los acontecimientos torpemente cargan culpas y responsabilidades, cohíben su propia visión de país e incluso se someten al totalitarismo de izquierda, casi en un acto de arrepentimiento por cosas que no hicieron, que no han estudiado, que no entienden y, por ello, no ven la realidad del oscuro camino que transitan, ese que llevó sanamente al pueblo cubano a confiar, llevó a Nicaragua a apoyar, llevó a Korea del Norte a aceptar, llevó a China, a Rusia y a muchos países de África a transitar y que hoy, en rumbo muy similar, los lleva a seguir doctrinas nefastas y los mismos pasos de Venezuela. Cuando veo a nuestros jóvenes apoyar ese discurso, veo lo bien que ha hecho su trabajo la izquierda dictatorial e ideológica y que mal lo ha hecho la derecha.
En nuestro Poder Legislativo y viendo el actuar de nuestros Parlamentarios, ya no existe ni derecha ni izquierda. Veo sólo interés y, desgraciadamente, son intereses comunes, entre ellos, no con el pueblo que los puso ahí. No se comprende de otra manera el verdadero oscurantismo en que transitan ni los motivos por cuales votan en tal o en cual sentido.
Nuestro Poder Judicial, sometido por décadas a las tentaciones de la política y los negocios, ha dejado de ser faro confiable. Los hechos de los últimos tiempos en que vemos la cruda realidad, ya no nos impresiona. Somos muchos quienes llevamos décadas representando la inexistencia de justicia, de ética y de objetividad en la aplicación de justicia. Por el contrario, la prevaricación y los antojos políticos son evidentes en sus decisiones. La falta de justicia aplicada nos lleva indefectiblemente a una verdadera ley de la selva, es decir, como sociedad vamos retrocediendo.
El Poder Ejecutivo no se queda atrás. Demás está decir que la izquierda no comete errores, por el contrario, siempre avanza amparados en una falsa imagen de sano error. El problema está en los ingenuos que aún creen que pueden tener de amigo a un escorpión. Tarde se dan cuenta de lo equivocados que están.
En la cruda realidad de ver podridas nuestras instituciones, se hace necesario aclarar si sólo es la manzana podrida la que debemos botar, o sería prudente botar todo el cajón y ver si queda alguna manzana que se salve.
Desafío a los presentes a cuestionar que todos, sin excepción y en una u otra medida, sabíamos lo que está saliendo a la luz pública. No son las instituciones las que destaparon la olla, fuimos nosotros, la voz de los sin poder, los medios de comunicación independientes quienes lo hicieron. No fueron nuestros representantes ni las instituciones encargadas los que gritaron. Por el contrario, ellos callan y el dicho es claro, quien calla, concede. Son parte del problema, no de la solución.
En cuanto a liderazgos, no pretendo enlodar la imagen de quien fuera dos veces presidente de nuestro país y quien tuviera, sin ninguna duda, numerosos actos como para analizar sus decisiones y sufrir con sus acciones. Nunca me ha alegrado la muerte de nadie, por mucho que ella no me agrade.
Hace unos días conversaba con unas queridas amigas a quienes no pretendo incomodar con mi comentario. A fin de cuentas, es sólo mi visión de los hechos. El tema era muy sano y bien intencionado. Me manifestaban con mucho sentimiento el cual indudablemente respeto, que evocar el recuerdo del fallecido Presidente les hacía brotar las lágrimas. No me extenderé en analizar el tema, pero tengo mis dudas respecto de los supuestos legados que dejó.
Por mi parte manifesté que, como hombre con cierta cantidad de años, con mi cuerpo que registra con cicatrices hechos concretos de esa historia, con muchos amigos y camaradas caídos y asesinados por defender a otros, con la conciencia clara respecto de lo que verdaderamente ocurrió, es que para mí el verdadero legado del ex presidente se encuentra reflejado en Punta Peuco. Punta Peuco es un lugar donde se practica el geriatricidio día a día, donde cada día muere un anciano, donde cada día nace un héroe.
Mis agradecimientos eternos para todos ellos, para los vivos y los muertos del Ejército de Chile, de la Armada Nacional, de nuestra orgullosa Fuerza Aérea y de nuestros sacrificados y fieles Carabineros de Chile.
Con una sincera solicitud de perdón a nuestros ancianos héroes recluidos por salvarnos del totalitarismo y de la barbarie comunista, en un glorioso día como hoy, mis lágrimas sólo brotarán por ellos.
VIVA CHILE LIBRE….
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