Freddy Blanc Sperberg
Consejero Nacional del PRCh
Hoy nos meteremos en las patas de los gatos. No serán tan peligrosas como el dicho aplicado a caballos, pero su relación viene a que nos pondremos algo densos y, para más de alguien, puede resultar un tema complejo.
Erwin Rudolf Josef Alexander Schrödinger nació en Viena un 12 de agosto de 1887 y falleció en el mismo lugar el 4 de enero de 1961. Fue un físico y filósofo austríaco, nacionalizado irlandés, que realizó importantes contribuciones en los campos de la mecánica cuántica y la termodinámica.
Uno de sus más brillantes aportes para análisis fue su famosa PARADOJA DEL GATO, la que se transformó en la más popular de la física cuántica. En ella se realiza un experimento mental que muestra lo desconcertante del mundo cuántico.
Para que comprendamos un poco diremos que la física cuántica es la rama de la ciencia que estudia las características, comportamientos e interacciones de partículas a nivel atómico y subatómico, pero no es ese exactamente el tema, sino algo relacionado con un humilde gato.
El experimento consiste en imaginar una caja completamente cerrada en cuyo interior, además del mentado gato, se encuentra instalado un detector de electrones conectado a un martillo. Bajo el martillo se encuentra un frasco de cristal que contiene un veneno mortal para el pobre gato. Así, si el detector capta un electrón activará el mecanismo, lo que provocará la caída del martillo y romperá el frasco y pueden ocurrir dos cosas. Una es que el sensor capte el electrón y active el mecanismo, en cuyo caso el martillo cae, rompe el frasco, el gato inhala el veneno y muere. La otra es que el electrón tome otro camino y el detector no lo capte en cuyo caso el mecanismo nunca se activará, el frasco no se rompe y el gato continúa vivo.
Por lógica, veremos si el gato está vivo o está muerto sólo al terminar el experimento, siendo las probabilidades de un 50% para cada una.
Pero la física cuántica desafía nuestro sentido común porque el electrón es al mismo tiempo onda y partícula, es decir, sale como una bala, pero al mismo tiempo como una onda, similar a las que se forman en una laguna cuando tiramos una piedra. Como efecto, toma distintos caminos simultáneamente y, a la vez, no se excluyen sino que se superponen como las ondas en el agua. Así, mientras van camino al detector, también van en sentido contrario.
Les dije que sería complejo, pero, resumiendo, el electrón será detectado y el gato morirá y, al mismo tiempo, no será detectado y el gato seguirá vivo. A escala atómica, ambas probabilidades se cumplen de forma simultánea. En el mundo cuántico, el gato acaba vivo y muerto a la vez y ambas situaciones son igual de reales, pero, al abrir la caja, nosotros sólo lo vemos vivo o muerto.
Y entonces, ¿qué pasó? Si ambas posibilidades se cumplen y son reales, ¿Por qué vemos sólo una? Se explica porque el experimento aplica a leyes cuánticas, pero el gato no es un sistema cuántico. Como dijimos, la cuántica actúa a escala subatómica y sólo bajo determinadas condiciones. Sólo es válida en partículas aisladas, pero cualquier interacción con el entorno hace que las leyes cuánticas dejen de aplicarse y no tengan validez en algo grande como el gato y tampoco cuando hay calor, porque el calor es el movimiento de los átomos interactuando y el gato es materia caliente. Nosotros, al abrir la caja y ver el resultado, también interactuamos y lo contaminamos.
Una característica de la cuántica es que el sólo observar contamina el todo y define una realidad frente a otras. Albert Einstein, desconcertado, lo expresaba así: "¿quiere esto decir que la Luna no está ahí cuando nadie la mira?" ¿Cómo saberlo si nadie la mira?
En conclusión, cuando el sistema cuántico se rompe, la realidad se define por una de las opciones. Sólo veremos al gato vivo o muerto, pero nunca ambas. Este proceso de tránsito de la realidad cuántica a nuestra realidad clásica se llama decoherencia, y es la responsable de que veamos el mundo tal y como lo conocemos. Es decir, como una única realidad.
Vamos con un pequeño análisis.
La propuesta constitucional elaborada por el Consejo Constituyente ha generado reacciones desde todo el espectro y no sólo nacional. Políticos, economistas, dirigentes, youtuber, ex presidentes, ex candidatos, gente exitosa, gente fracasada, eruditos, ignorantes, opinólogos, artistas, pintamonos, terraplanistas, expertos y otros no tanto, humildes y autoritarios, autocomplacientes, condescendientes, libertarios y totalitarios, en fin, una larga lista de sí, de no y también de quizás, y muchos más se han sumado a analizar, especular y sacar sus propias conclusiones respecto al texto. Han actuado igual como los electrones, como una bala y a la vez como una onda, también superponiéndose a los efectos provocados por ellos mismos, provocando dos o más realidades paralelas.
Todos ellos, cual más cuál menos, manejan su propia realidad cuántica ignorando que en un gato sus leyes no aplican, en este caso, en el mundo real, el mundo de los ciudadanos de a pie.
En ese vapuleo feroz, abundan los ataques dentro de los que buscan demostrar que son ellos los portadores de la verdad, señores de la luz a quienes una condición especial, por lo general autoasignada, les hacen creer que el equivocado es el otro. Muchos otros, también, han actuado con mesura y respeto hacia las opciones ajenas, pero ahí está la clave, considerar lo propio como una mera opción y nunca considerarla como una imposición, al menos hasta que la incertidumbre desaparezca.
Como las encuestas, las promesas del presidente y de sus ministros, como el desarrollo de la economía, las estimaciones, las especulaciones y los análisis más allá de todo sentido, vemos una luz de transparencia que debiera llamar la atención. Esa luz está en la claridad de los objetivos del Partido Comunista expresada a través de don Eduardo Artés, quien manifiesta reiteradamente buscar una Asamblea Constituyente a través de su opción de rechazar.
Queda claro que para saber la verdad sobre el texto tendremos que esperar con paciencia y el 17 de diciembre proceder a contaminar el ambiente de un experimento cuántico. Sólo una vez que abramos la caja podremos ver si el gato sigue vivo o, lamentablemente, murió a causa del experimento. Sólo cuando abramos la caja podremos ver la realidad única. Mientras tanto, todo se desarrollará en una especie de mundo cuántico, donde ambas posibilidades se califican de reales.
Así, la realidad de nuestro país se ha transformado en un verdadero gato dentro de una caja, una caja que deberemos abrir para llegar a la realidad única. Como sea, deberemos transitar desde una realidad cuántica a una realidad clásica, la decoherencia.
Así como nunca sabremos lo que pudo pasar ante algo que nunca ocurrió, tampoco podremos saber la verdad mientras no demos los pasos necesarios para salir de la incertidumbre.
En verdad, nuestros políticos nos han metido en un experimento y ha resultado todo en un gato bastante complejo.
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