Freddy Blanc,
Consejero Nacional PRCh
No volverán los viejos estandartes ni los hombres de armas a defendernos. Ya no existen ciudadanos dispuestos a entregar su vida para salvar nuestras desagradecidas existencias ni yo tendría el descaro de pedirles una nueva inmolación.
Ha sido duro ver tantos amigos enfrascados en una lucha por imponer sus visiones sobre la del otro, acusaciones cruzadas incluidas, bloqueándose o eliminando en redes sociales, como si el compartir visiones fuera tan inaceptable como la enfermiza intolerancia.
Explicar el texto resulta bastante complejo porque, de hecho, todos en cierta medida tienen razón, pero esa incertidumbre no puede desdeñar el hecho de que mañana será un nuevo día. Si es por especular, consideremos también la posibilidad de que caiga un meteorito como el que extinguió a los dinosaurios hace ya 66 millones de años. A partir del 18 de Diciembre de nuevo necesitaremos cerrar filas, sea cual sea el resultado.
Leído el texto he resuelto mi propia controversia y mi punto dista algo, sin contradecirla, de la visión de muchos otros, de ambos lados.
Pero vamos al grano.
Nuestra actual Carta Magna rige ya por 43 años y ha sido reformada en más de 100 aspectos siendo detallistas. 1989, 1991, 1994, 1999, 2000, 2001, 2005, 2007, 2008, 2009, 2011, 2012, 2013, 2015, 2017, 2018, 2019 y 2022.
Con un promedio de casi 3 modificaciones por año podemos considerarla como la Constitución más irrespetada y manoseada de nuestra historia. La más importante fue la del año 2005, bajo el gobierno de don Ricardo Froilán Lagos Escobar quien, junto a personajes tan nocivos para Chile como los en ese entonces Ministros Francisco Vidal Salinas, de Interior, Nicolás Eyzaguirre Guzmán, Ministro de Hacienda, Sergio Bitar Chacra, Ministro de Educación y Yasna Provoste Campillay, Ministra de Planificación, entre otros, estamparon su firma en la promulgación y le dieron el pomposo título de ser un texto que unía a los chilenos.
Los únicos que resultaron bastante unidos fueron los políticos que, nuevamente, pululan dando clases de democracia, la misma que han pisoteado una y otra vez.
Con mucho dolor veo que la Constitución que nos trajo años de prosperidad económica, desarrollo y estabilidad política fue sepultada ese año, el 2005, y ya no existe. Fue modificada tantas veces que hoy no nos garantiza nada. Bajo su vigencia hemos sido sometidos a toda clase de abusos, vejaciones, burlas, corrupción y desamparo. Ni el texto ni los ciudadanos honestos tienen salvación porque los mismos que ayer arreglaron todo a su pinta, siguen hoy, como buitres en el árbol esperando su oportunidad para dar el picotazo final. Así, ya está desahuciada.
Ninguno de los 3 poderes del Estado, Ejecutivo, Judicial y Legislativo, como tampoco el Consejo de Defensa del Estado, tampoco el Tribunal Constitucional y menos la Contraloría General de la República, moverán un solo dedo por defender la institucionalidad. Y sólo ellos tienen el poder real.
Probamos defenderla y ganamos. Al ver hoy la polarización en nuestro país, ¿podemos concluir que el 04 de septiembre del año pasado realmente ganó el RECHAZO? Los mismos que el año pasado corrieron a entregar nuestro triunfo al derrotado, la izquierda totalitaria, continúan ahí. Nada ha cambiado, tampoco sus intenciones.
Fuimos vencidos por el poder instalado, el poder político con sus sucios integrantes. Y aquí estamos de nuevo, pero ahora, desgraciadamente, divididos.
La unión que generó esa fecha fue destruida el día siguiente por los políticos, los mismos que hoy continúan en sus puestos.
Si fracasamos con esa estrategia, si dimos ese paso que resultó en una dolorosa traición, ¿cómo podemos esperar que la cosa cambie repitiendo lo que ya probamos? Soy un convencido de que es necesario dar un paso distinto, aun cuando no sea de nuestro total agrado.
Es justo llorar a nuestros muertos, recordarlos y honrarlos, pero no serán ellos los que nos salven del desastre. No volverán los viejos estandartes ni los hombres de armas a defendernos. Ya no existen ciudadanos dispuestos a entregar su vida para salvar nuestras desagradecidas existencias ni yo tendría el descaro de pedirles una nueva inmolación.
Estamos solos y yo estoy dispuesto a dar ese gran salto de fe, aunque la rabia, la frustración, la pena y la incertidumbre me corroan el alma.
Nosotros haremos la tarea de reencauzar a Chile por el camino correcto, trancando la pelota a los incorrectos y sacando la basura luego de poner fin a la bacanal orgía política. Haremos la limpieza a fondo.
Con pena estoy dispuesto a dejar partir un texto que ya no es el mío. Esa Constitución, la que yo quería, hoy es sólo un recuerdo, es sólo una nostalgia por algo que nos fue robado.
Con la fe puesta en Dios y en la necesidad de continuar adelante en una sociedad en que se hace muy difícil encontrar un pedacito de felicidad y conservar a los amigos que piensan distinto, votaré A FAVOR.