Freddy Blanc Sperberg
Consejero Nacional PRCh
Para quien no lo conoce o no ha, al menos, oído a hablar de él, les contaré que Edward Murphy era un Ingeniero estadounidense de la Fuerza Aérea norteamericana en 1949 y existen varias versiones respecto del origen de la denominada Ley de Murphy.
Dicen que uno de sus asistentes cometió un error insospechado, a lo que Murphy reaccionó diciendo que “si esa persona podía cometer un error, lo haría con toda seguridad”, comentario que se redujo a un escueto “si algo puede ocurrir, ocurrirá”, y quedó con el nombre de su autor, Edward Murphy. En otra versión, se afirma que fue él mismo quien creó el adagio que dice “si hay más de una forma de hacer el trabajo y alguna de ellas conduce al desastre, alguien lo hará de esa manera”.
Así, llegamos a concluir que en realidad la Ley en cuestión no es realmente una ley científica ni un teorema comprobable. Sin embargo, puede estar perfectamente ajustado a lo entrópico, es decir, al desorden al que tienden en forma natural los sistemas, conforme al tiempo y que aplicada, se puede resumir por la máxima “si algo malo puede ocurrir, entonces ocurrirá”, sellando con un gran grado de pesimismo los actos humanos, pero tan reales que bien vale tener en cuenta cuando planificamos algo, permitiéndonos prever los desastres y desarrollar las acciones que, de una u otra forma, minimicen el riesgo.
La Ley de Murphy se anunció públicamente por primera vez en boca de John Paul Stapp, un capitán de la Fuerza Aérea Estadounidense. Stapp trabajaba en el mismo laboratorio que Murphy, como sujeto de pruebas en experimentos con fuerzas de gravedad.
En una rueda de prensa, el capitán explicó que a pesar del fracaso de los experimentos, nadie había resultado herido seriamente porque se habían guiado por la Ley de Murphy, que los impulsaba a tomar en consideración todas las previsiones posibles. A partir de entonces la supuesta ley se hizo popular.
Las leyes de Murphy no existen como obra o tratado o texto, son sólo un adagio popular al que se han ido sumando, por ingenio o por error, ejemplos, adiciones y respuestas.
Compuesto por una gran dosis de humor e imaginación, no existe nada formal que estipule cuáles son verdaderas.
Veamos algunos ejemplos de la Ley:
Dice Murphy que la tostada siempre se nos caerá con la mantequilla para abajo.
También que meteremos los calcetines en pares a la lavadora, pero que siempre saldrán de a uno.
Que la otra fila siempre avanza más rápido que la de uno.
Y cuando buscamos algo perdido, que siempre estará en el último sitio en que miraremos.
Y cuando creemos que tocamos fondo, comprendemos que nada es nunca tan malo que no pueda empeorar.
En cuanto a que hemos practicado mucho, comprobamos que todo funcionará hasta que tratas de probar que funciona.
Y si fumas, pues que el autobús llegará apenas enciendas tu cigarrillo.
Si eres un creador, verás que los sistemas nuevos generan problemas nuevos.
Si eres puntual, verás que los que viven cerca llegan siempre tarde.
Y si lo has previsto todo para esa maravillosa velada, te darás cuenta de que los dolores de muelas empiezan siempre el sábado por la noche.
Luego de ver esos ejemplos, veamos algunos grandes desastres de la historia.
En 1778, el ejército austríaco confundió a una de sus propias patrullas que andaban borrachos, con soldados turcos. En la confusión los soldados austríacos se atacaron entre ellos y murieron 10.000 hombres.
El 14 de Junio de 1914, al tomar el chofer una dirección equivocada, el archiduque Francisco Fernando, inspector general del ejército austro-húngaro, fue asesinado, iniciándose con ello la primera guerra mundial. Se estima que murieron unos 10 millones de hombres y 20 millones más fueron heridos.
El 1 de febrero del 2003, siete miembros de la tripulación del transbordador espacial Columbia murieron porque los ingenieros de la NASA no revisaron posibles daños en una de las alas de la nave.
En 1453, un guardia dejó accidentalmente abierta la puerta de Kerkoporta, de Constantinopla. Por ahí entraron las tropas enemigas y cayó así la Capital del Imperio Romano, bajo el dominio del imperio turco otomano.
Hacia la noche del 14 de abril de 1912 el Titanic había recibido 7 alarmas tempranas de hielo en la ruta. La tripulación mantuvo la velocidad y sólo modificó un poco el rumbo. 1517 personas murieron no sólo por ello, sino también porque el Titanic llevaba sólo 20 botes para los 2208 pasajeros a bordo.
Entre 1958 y 1962, Mao Zedong, presidente chino, ordenó el exterminio de ratas, moscas, mosquitos y gorriones en toda China, a objeto de asegurar buenas cosechas. Al bajar la cantidad de aves creció la población de insectos, como las langostas, que invadió el país y destruyó los cultivos. Se estiman en 78 millones los chinos que murieron de hambre y se habla, incluso, de canibalismo.
Vamos con el análisis.
El ser humano es muy dado a “meter la pata” una y otra vez y, a veces, los costos son terribles.
Aun cuando esos desastres han sido parte esencial en la evolución de los seres humanos y la historia también está llena de momentos de grandes triunfos y éxitos, también es cierto que con mucha frecuencia se ha visto empañada por momentos que pueden describirse como grandes errores.
Las consecuencias pueden presentarse en formas devastadoras en uno o varios aspectos. Las pérdidas en vidas humanas, financieras o en infraestructura siempre tendrán sus víctimas en la sociedad. Nada de eso nos será gratuito y, por lo general, por no poder migrar, por no tener los recursos paliativos o no disponer de alternativas, son los más desposeídos quienes se llevarán, siempre, la peor parte.
Para los responsables, serán el miedo, la negligencia, la casualidad, el alcohol, las ambiciones, la tozudez o los sueños de grandeza los que los llevarán a jugar a una verdadera ruleta rusa, donde la vida que se juega es la de otro.
Desde hace décadas hemos entregado nuestro destino a quienes, se supone, elegimos por encontrar una sintonía respecto de nuestra visión de país pero, en alguna parte de ese tiempo, esa sintonía cambió dejándonos una desagradable sensación de desamparo, frustración y muy desilusionados.
Ya hemos tomado decisiones antes y se acercan tiempos de tomar otras, nuevas. Estimado auditor, nunca olvide que está en sus manos su futuro, el de su familia, el de sus amigos y el de su país.
Con toda la calma y objetividad que pueda, infórmese adecuadamente. Lea, pregunte, hable con su familia, con amigos y medítelo, medítelo muy bien. Recién entonces, tome un humilde lápiz y marque eligiendo el futuro que quiere. Digan lo que digan, siempre recuerde a Edward Murphy y nunca olvide los grandes errores en la historia. Esta vez, usted decide.
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