Freddy Blanc Sperberg
Consejero Nacional PRCh
Al tanto los ciudadanos de sus escasos y reñidos logros, queda claro para los chilenos que las pocas habilidades del Presidente las debe conocer su Ministro de Desarrollo Social y algunos más que hayan participado de las mentadas exploraciones. Otras virtudes puede que las conozcan los militantes de Revolución Democrática y, probablemente, su entorno en las oficinas de Palacio. Sin embargo, al chileno promedio para arriba y, conforme a las encuestas ciudadanas, bien para abajo también, nos queda claro que cuando niño no era la mejor guagua de la sala cuna ni el día de hoy, siendo adulto, se acerca a ser el As de Oro (quizás el de Copas).
En lo personal y luego de analizar una serie de factores históricos, de contexto, de curiosos hechos y resultados electorales, de buscar acciones de aquellos que, al parecer, no hacen nada, de estudiar la evolución de nuestra historia y el protagonismo de sus participantes más y menos mediáticos, es que soy un convencido, y lo vengo exponiendo hace bastante tiempo, que el sensei de las turbas de la primera línea, gurú de los torniquetes y príncipe de las volteretas no es más que un elemento desechable para los verdaderos revolucionarios. El punto es que lo expreso hoy en rrss porque, con agrado, vi que no soy el único con la idea. Circula un vídeo, de un verdadero “combatiente” de izquierda, que expone la triste realidad con la que coincido plenamente. En ese sentido, es bueno saber que no estoy equivocado. Dos visiones políticas tan contrapuestas coincidiendo tan prístinamente no puede ser mera coincidencia.
En fin, a lo que nos atañe. Tal como lo fue Pedro Castillo en Perú, y ahora Dina Boluarte, Petro en Colombia, Fernández (el varón, no la bo/tóxica fémina) en Argentina y otros de su estirpe en varias partes del planeta, sólo son la mano del gato en el juego internacional donde, silenciosamente, los verdaderos revolucionarios manejan los oscuros hilos del poder, ocultos, por si algo falla.
Cuando revientan los escándalos como el terrorismo, los fraudes, los audios filtrados y toda una amalgama de “eventos” que pudieran dañar la imagen del comunismo, siempre tienen un hilo delgado que pueden cortar. Total, con ello acallan a la prensa que los sigue disciplinadamente, como sirvientes ideológicos que son, y salvan la causa. En el peor de los casos, cortan ellos mismos el hilo y lo enarbolan como bandera fresca en una lucha añeja, fracasada y nefasta para la sociedad pero que, trabajosamente, la izan consiguiendo oídos frescos, jóvenes, ansiosos de poder, llenos de ambición y pletóricos en su lucha con las generaciones anteriores, dispuestos a continuar con su deseo de destruir los países y, con ello, la sociedad occidental ya que en otras, como la sociedad china, la islámica, la árabe y otras más cerradas, jamás tendrán oportunidad.
Ya lo hicieron con su presidente el año 73. Lo dejaron solo, total, para ellos era desechable. Imagino al Presidente Allende, en ese momento tan complejo cerca del mediodía del 11 de septiembre de 1973, preguntándose por sus amigos. ¿Dónde están que no acuden a ayudarme? ¿Dónde están los cientos de miles de seguidores de la causa que sólo ayer me alababan? ¿Dónde están esos cientos de miles que me juraron lealtad hasta la muerte? ¿Dónde están esas multitudes que marchaban victoriosos por la Alameda jurando defender con su vida el éxito de la revolución? La evidente realidad y dolorosa soledad bien pudo haber afectado sus emociones y precipitado los acontecimientos. No se requirió que el gallo cantara tres veces, tampoco 30 monedas de plata, sólo un primer bando fue suficiente. Renegados y ocultos tras un manto de silencio, blindados tras los muros de las embajadas, bajo las camas de casas de amigos o fondeados en las iglesias que tanto detestan consumaron su acto. Hoy, generaciones apátridas, ignorantes de la historia y creyentes en su propia inmortalidad se pavonean con la imagen del héroe que nunca fue.
Para actos como ese los revolucionarios no necesitan a la derecha, sólo necesitan que las cosas se tensionen demasiado, como les gusta a ellos, hasta que se corte o ellos lo cortan. Como un cohete cuyo lanzamiento es fallido, lo destruyen a propósito para evitar un mal mayor. No son para nada valientes, pero tampoco cobardes. Prudencia lo llamaría yo. Total, dirán, mañana continuaremos en la “lucha” con otro servil iluso que pondremos al arco. Si algo le reconozco a los verdaderos revolucionarios es su persistencia y capacidad de sacrificar sin piedad a uno de los suyos, todo por la causa.
Eso es Boric, sólo un delgado hilo que en su momento cortarán, mientras la causa sigue. En Chile, definitivamente, la tijera no la tiene la derecha.
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