Freddy R. Blanc Sperberg
Consejero Nacional PRCh
La historia del ser humano está plagada de actos heroicos, aun cuando lo doloroso de ser un héroe recae en las consecuencias del acto que lo convirtió en tal.
Desde tiempos antiguos se mencionan grandes actos realizados por seres humanos destinados a quedar en la memoria de los tiempos. Esa conducta ha sido un acto recurrente aunque, dado la cantidad de seres humanos, parecieran casos aislados.
Por otro lado, pocos son los héroes que viven para contar la historia y menos aquellos que, llevando la distinción, no llevan una cruel huella de su hazaña y la lucen algunos con tristeza o resignación, pero todos con orgullo.
La inmensa mayoría de los seres humanos tienen una probabilidad muy remota de lograr el preciado reconocimiento, sea por falta de oportunidad, interés, casualidad o la cobardía. Como sea, la realidad manda. Grandes héroes en la historia lo han sido, por ejemplo, cayendo en campos de batalla defendiendo a sus países o pueblos, o defendiendo principios, o luchando por la libertad o entregando su propia vida a cambio de otra, pero una de las características propias es que ellos no comprendieron la situación hasta que estuvieron enfrente de ella, es decir, tomaron la decisión en el momento en que se enfrentaron a los hechos. Había transcurrido gran tiempo antes de que se presentara el momento crítico ignorando, quizás presintiendo en algunos casos, lo que vendría.
Por el contrario, para unos pocos la posibilidad de convertirse en héroe es pan de cada día.
El hecho de jurar “rendir la vida si fuese necesario, en defensa del orden y de la patria”, es imposible de asumir de buenas a primeras por cualquier ser humano, pero la formación de las Escuelas de Carabineros de Chile lleva, promoción tras promoción, a esos soñadores jóvenes a hacer tan suyo el compromiso que estos dejan de pensar en sí mismos, dando un amplio espacio a que tan sagrado juramento sea cobrado en un procedimiento, hasta ese momento, como cualquier otro. Esa doctrina institucional, esa inyección de valores y principios, de verdadero sentido de servicio público, de entrega absoluta a la función del resguardo de la vida de los ciudadanos y de los bienes públicos y privados, reflejado en un todo como un compromiso con el Estado de Derecho, ha sido reconocido históricamente por el ciudadano de a pie, aquél que ante un riesgo o mera aprehensión lo primero que llega a su mente es la imagen de un Carabinero. Ello, aun cuando la odiosa ideología de izquierda ha hecho de todo por destruirla y transformarla en algo negativo. Esa confianza y fe de los ciudadanos, hasta hace pocos meses lamentable, ha recuperado el sitial que corresponde, el sitial que merece quien está listo a morir por usted. Aquellos asesinos y cómplices que aplaudían a la institución caída, hoy tragan su propia hiel, impotentes ante la fortaleza de la noble institución y su capacidad de soportarlo todo, menos dejar caer al país y, de paso, a sus ciudadanos. Ellos, pese a todo, siguen siendo la última frontera entre el caos y la sociedad.
Esos jóvenes, y también los ya no tanto, transitan desde el mismo día de su egreso por procedimientos “comunes”, olvidando a sus propios hijos que duermen el tranquilo sueño esperando que el amanecer sea como ayer. Sin embargo, el sólo esperar con esperanza no es garantía de nada. Nuestro despertar de niño puede ser una tragedia cuando el juramento de una madre o padre Carabinero se ha cumplido.
Nuestros Carabineros salen de su casa a trabajar, día a día y noche a noche, pensando en nosotros y transitando, con cada paso, por el peligroso umbral del heroísmo.
Sargento 2do. Rita Olivares Raio, has traspaso el umbral y te has integrado al Escuadrón Celestial con otros 1231 héroes que te precedieron. Descansa en paz.
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