Freddy Blanc Sperberg
Consejero Nacional PRCh


Hace algunas décadas y antes de casarme tuve la gracia de practicar algunos deportes y actividades denominados “de alto riesgo”, de esos que te dejan fuera de los seguros por lesiones o muerte. Paracaidismo deportivo, buceo, andar en moto, caza, pesca, esquí, excursiones y varias otras ocuparon esos tiempos y energías propias de la juventud y de fines de semana “disponible”.

Para ello se necesita un buen partner, y yo lo tuve. Obvio que no puedo dar su nombre aunque su diminutivo es el de un ave de corral que nada y dice “cuac”.

Compartimos muchas aventuras, alegrías y penas propias de los procesos de aprendizaje. Esa eterna transición hacia la madurez. Esa que nos permite tolerar las frustraciones y disfrutar de los éxitos con la misma satisfacción y tranquilidad del deber cumplido.

En esas actividades la adrenalina como el vino en fiesta de campo. En algunos casos las pulsaciones parecían que nos reventarían el corazón. Invariablemente tanta práctica produjo que la alta tensión disminuyera aunque nunca desapareció del todo. El miedo siempre se hacía  presente, aunque logramos controlarlo.

Esos minutos en que tomábamos altura para un salto o en los viajes a los lugares para la práctica de otros son propicios para la meditación. Y así fue.

Una de las conclusiones fue que sentir miedo o temor es una reacción natural, justa y propia de muchas especies. Es la reacción que te alerta de una probable grave consecuencia de un hecho externo o de un acto propio. Obvio, saber que tienes una determinada cantidad de segundos antes de un final cierto no produce paz, por el contrario, la adrenalina te grita en el oído “no lo hagas, te puede salir mal”.

Muchas cosas pueden atemorizar al ser humano y no es una mala señal en sí, es la naturaleza que te advierte del peligro. Quien no siente miedo ante un hecho peligroso es porque vive bajo patrones no normales y que pueden atentar contra su propia sobrevivencia, al no tomar conciencia de la exposición. Si no sientes temor ante el peligro, algo está fallando en tu cabeza.

Así las cosas, concluimos también que no tener miedo no es sinónimo de ser valiente o corajudo. Coraje es la capacidad de, sabiendo los riesgos que se corren ante un hecho que sucederá o ya está sucediendo o un acto que realizaremos, controlar el miedo y actuar en consecuencia, es decir, plenamente consciente de las acciones que tomarás.

Hoy, nuestra sociedad occidental tiene muchos motivos para sentirse preocupada e incluso sentir miedo. Nos amenaza por todos lados el totalitarismo marxista y el globalismo “onuísta” con sus consecuencias de esclavitud humana y la pérdida de los derechos individuales y colectivos. Una reacción a esos temores llevó a nuestros ciudadanos a una decisión clara mostrada en el último plebiscito. Se tomó plena conciencia de los riesgos y reaccionamos, salimos a la calle, nos manifestamos y votamos rechazando el texto propuesto.

Hoy nos enfrentamos nuevamente a un proceso impuesto por una verdadera dictadura parlamentaria, minoritaria, viciado en su origen e indiferente a la decisión del pueblo que los elevó a esos mismos parlamentarios a un pedestal que ellos han hecho casi indestructible.

Recuerde, el valor no es más que la reacción a un temor controlado. No tema sentir miedo. Pero reaccione bien, con fe, mal que mal, miedo y práctica ya nos enseñaron cómo hacerlo.