Francisco Bartolucci Johnston
En esto del afán declarado expresamente por el Gobierno de hacerse cargo de la educación sexual y afectiva de niños y adolescentes, es necesario levantar una voz fuerte y clara y escribir con letras mayúsculas y entre comillas una declaración categórica: “el Estado no tiene nada que hacer en la educación sexual y afectiva de niños y adolescente”. Así de claro: NADA.
En efecto, su intervención resulta, por una parte, innecesaria ya que dicha educación se da al interior de la familia y se extiende hacia la escuela y colegio que los padres eligen para sus hijos, de acuerdo al proyecto educacional de cada establecimiento; por otra parte, resulta peligrosa porque la visión del Estado siempre será sesgada y fundada en motivos ideológicos e intereses de sectores políticos determinados.
Como estamos comprobando, hoy desde el Gobierno se pretende imponer una única, oficial y obligatoria comprensión de la sexualidad y la afectividad a niños y adolescentes, sin respetar la diversidad de miradas que en temas tan complejos como estos existen en nuestra sociedad. Mañana nos impondrán una única, oficial y obligatoria visión acerca de la historia, el arte, el lenguaje o la cultura.
En esta acción del Estado - léase Gobierno actual – de imponer forzadamente sus criterios, no se trata de discutir tal o cual contenido – que podría resultar inconveniente o aberrante, como se está dando con las guías e instrucciones del Ministerio de Educación -. No, no se trata de eso; es un asunto anterior y de principios y debemos decirlo con toda fuerza y convicción: “el Estado no tiene nada que hacer en la educación sexual y afectiva de niños y adolescente”. Así de claro: NADA.
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