Francisco Bartolucci Johnston
Abogado


La prensa del domingo recién pasado da cuenta de una realidad que se vive en nuestro país que me atrevo de calificar de espeluznante: “Casi un millón de personas viven en lugares en que el Estado no tiene control”. Esta realidad, continúa la información, se manifiesta en todo Chile: “Desde Cerro Chuño en el norte a Temucuicui en el sur”; para complementar afirmando: “Existen, en varias regiones, sitios donde carabineros solo ingresa en emergencia, pero no tiene presencia permanente”.

Ante la dramática situación descrita, cabe entonces preguntarse: ¿quién controla estos territorios? Todos conocemos la respuesta: el crimen organizado, el narcotráfico, las bandas armadas, los delincuentes y los violentistas. Mientras, el Estado está ausente y los ciudadanos desprotegidos.

El desolador panorama se complementa con una inmigración desatada y descontrolada; la usurpación de terrenos públicos y de particulares que han vuelto a convertir a Chile en un país de “poblaciones callampas”; con la invasión de plazas, bandejones centrales, playas y todo tipo de espacios públicos para instalar carpas donde habitar; con un comercio ilegal instalado en las principales calles de las ciudades con la prepotencia propia de quienes se sienten ya dueños de esos lugares y con la violencia diaria del delito en todas sus facetas. En fin, la situación no es necesario seguir describiéndola, pues la vemos y también sufrimos todos, todos los días.

Pero sirva esta columna para denunciar a los responsables de esta situación: ellos no son otros que nuestras autoridades políticas y de gobierno que desde el “retorno a la democracia” han permitido, por su inacción, temor, complicidad, irresponsabilidad, incompetencia, o todas las anteriores que nuestro país se degradara y lo han entregado al delito en sus diversas manifestaciones. Si es para “colgarlos en la plaza pública” reza el refrán popular; mientras, los ciudadanos que van perdiendo la paciencia, repiten con indignación otro dicho popular, que ya se escucha resonar en todas partes: “Esto no da para más”, y con nostalgia recuerdan y anhelan un pasado, no tan lejano, en que se podía vivir en tranquilidad y con esfuerzo progresar; otros chilenos, aficionados a la historia, reclaman como Cicerón en la antigua Roma: “Que venga un salvador de la República”.

En cartas y columnas que ha tenido a bien publicarme El Mercurio de Valparaíso he denunciado, fundadamente, que “Chile es un país que se ha quedado sin orden, sin autoridad y sin ley”; en redes sociales he leído la expresión “Chile es un Estado fallido” expresión que, por certera, ahora, con tristeza, hago mía. Los responsables de esta situación son las actuales autoridades políticas del país (y también las anteriores) bajo las cuales este fenómeno va en aumento cada día.

Como ciudadano protesto con energía por la situación en que vivimos y exijo a las actuales autoridades una pronta solución, para que volvamos a ser un país “con orden, con autoridad y con ley” y esta situación que “ya no da para más” sea resuelta para la tranquilidad y el bien vivir de los ciudadanos.

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