Claudio Moran Ibáñez


El viejo dicho respecto del país de los ciegos, nunca había tenido tanta aplicación como en nuestro sufriente Chile. Se dice que mentir es malo, cuando se miente a otros, pero mentirse a uno mismo, es incomprensible; sin embargo, es la actitud del promedio de los chilenos hoy, atados a esquemas inaplicables y a una incomprensión de lo que ocurre realmente en el mundo y el país. Los árboles no dejan ver el bosque, dice otro adagio.

He explicado en varias oportunidades que el promedio de los opinantes y observadores están presos de su esquema mental cuando hacen un juicio de valor del actual gobierno de Gabriel Boric. Como siempre, los sectores que gustan de llamarse “de derecha”,-yo los llamo solo de “no izquierda”-, se solazan en calificativos insultantes como “merluzo”, en refregar la mala gestión indubitada en todas las áreas de la administración pero… ¿Cuándo dijo la pandilla gobernante que iba a hacer un buen gobierno- así entendido en conceptos “derechistas”-, que iba a traer crecimiento y prosperidad a nuestro país? ¡NUNCA!

En realidad, el actual gobierno no vino a gobernar, sino a consolidar una revolución en marcha desde hace años, pero que requería una acción directa desde cargos de autoridad para lograrlo. No tenían programa explicito, el programa era la nueva constitución, de quien el propio Boric fue generalísimo, evidenciando que, al igual que Allende, tampoco es ni pretendió serlo, “presidente de todos los chilenos”, solo de su sector, y ha actuado en consecuencia. Derrotada la constitución chavista-globalista-indigenista-migrantista-feminista y otros varios ismos, corrió la “derecha” de Piñera a prestarle ropa y apoyo para salir del pantano en que debió ahogarse, y le inventaron un nuevo “proceso constituyente” que fue un fin en sí mismo, porque distrajo a los chilenos mientras rearmaba la izquierda gobernante sus cuadros y políticas, se reinventaba y daba sentido a la derrota, siendo los comunistas expertos en transformar derrotas en victoria y, en términos indisimulados, hasta el día de hoy han ido consagrando en la vía legislativa, de a poco, los mismos efectos y transformando la matriz jurídica e ideológica del país, que pretendía hacer la cuasi constitución que no fue, de una. Dos pasos adelante, uno atrás, decía el comunista Luis Corvalán. Así y solo como ejemplo, la reciente “ley sobre la violencia contra la mujer” es una grosera cristalización de los conceptos depravados del feminismo extremo, de la “descolonización” cultural, que atenta gravemente contra la familia y la sociedad como entidades de la naturaleza humana, una obra de ingeniería social que si Chile se salva, deberá ser derogada. Y muchos casos más. Y todo, con los votos de la “derecha”…

La revolución chilena está en progreso. Las instituciones del país están dañadas o demolidas en distintas medidas. Pero sobre todo, se ha injertado en nuevas generaciones, una perspectiva y visión del mundo enteramente compatibles con dicha revolución cuyos paradigmas informan la doctrina globalista o nuevo orden mundial, la cultura “woke” acá llamada “progresismo”. Esas generaciones así informadas mental y culturalmente, no evalúan a un “gobierno” sino que ven en marcha sus Ideales y visiones, lo que sumado a indudables beneficios a grupos políticos afines, explican la consolidación de un apoyo irrestricto promedio de un 30% de la población a un pésimo gobierno, pero una excelente “revolución en marcha”. Y eso si es un éxito, lo que creen y esperan los demás, es o son errores y ceguera.

Pero ahora que se entró a la etapa de elecciones del período, la segunda mitad, comienzan a desarrollarse y aparecer hechos que curiosamente, pero no tanto, aumentan ese apoyo fanático a una revolución y su aparente-por ahora-líder Boric, quien cumple muy bien su papel en este cuadro histórico. Repito, él nunca prometió ni siquiera ofreció, un buen gobierno, él venía a cambiar todo, y lo está logrando, eso es indiscutible. Para nosotros, un cambio para mal, para un porcentaje no despreciable, lo mejor.

El tiempo dirá cuanto más puede crecer ese apoyo vía encuestas, pero existe. Y plasmado en resultado de elecciones que vienen, hay dos posibilidades hasta aquí, y ninguna es buena en nuestros conceptos: que la próxima elección presidencial la gane la misma “derecha” que permitió y colaboró y sigue haciéndolo, con esa revolución neomarxista globalista que nos corroe desde antes de 2019; o que gane directamente la izquierda gobernante cuyo capital político de base es ese tercio del electorado potencial convencido de las bondades del nuevo sistema.

Porque la ventaja enorme que posee la izquierda gobernante, es una visión completa del hombre y del mundo-absolutamente errada, no importa-, un camino y una meta muy clara. En cambio, al otro lado, no existe nada, si es que existe algo. Quiero decir con esto que la izquierda posee una ideologia, de raíz marxista, hoy gramsciana y globalista, en cambio ni siquiera existe una “derecha” pensada como alternativa o alguna raíz alternativa, ideológica, pues no existe manera de oponerse a una idea sino con otra idea más fuerte. Pero tampoco existe un proyecto derivado de una visión del hombre y el mundo contrario a los de quienes habitan los cargos de gobierno. Y eso no se improvisa, y no me refiero a un banal programa de gobierno, de esos que jamás se cumplen, ni menos donde no existen equipos, sino solo grupos de personas ambiciosas de cargos y favores públicos, y que además evidencian el fenómeno de toda América Latina y otras partes del mundo: el alejamiento de los más capaces, ilustrados, preparados, de la cosa pública, desilusionados de ella y sumergidos en la actividad privada. Recuérdese solo que Piñera II nunca pudo siquiera proveer todos los cargos de nivel medio y con gente idónea, ahora no será diferente, incluso peor.

A todo esto debemos agregar el paupérrimo panorama identitario de la “derecha” en sus múltiples expresiones, como oponente supuesto natural a la “izquierda”. Desde su origen, no es sino un grupo de familias que se emparentaron con otras y desde la política defendían y hasta el día de hoy, sus intereses económicos, pero como señalo Francisco Antonio Encina, con una indisimulado desprecio por la cultura y la educación, convencidos sus miembros que con dinero todo se compra, también la integridad. Por ello han sido incapaces, ni siquiera lo han entendido, de crear una “cultura de derecha” sólida, que contrarreste la revolución cultural de la izquierda, aun a sabiendas que esa izquierda es impajaritablemente y por doctrina, totalitaria en el poder buscado. No, la o las “derechas” hace rato cayeron en una indisoluble mezcla entre política y negocios, mezclado con mediocridad intelectual y de actuaciones, mezclado con un estilo “androguino”, con fiestas “woke” en que asisten desde un Kast a una Maite Orsini…En realidad, es fácil entender el fracaso político histórico de esas derechas, cuyo único éxito es, una y otra vez, impedir se levanten alternativas dentro de su sector, así demuestran su carácter oligárquico.

Y así llegamos al título de esta columna, porque las leyes de la lógica y la historia son infranqueables. Ante la falta de una verdadera alternativa, mientras se siga creyendo en candidatos con carácter de Mesías y no el o los líderes que el país reclama, un verdadero plan de salvación y levantamiento nacional, y que así sean percibidos por la ciudadanía que va a votar y que quiere volver a soñar y tener esperanza en sus vidas, no obstante todas las pésimas cifras, sí, las cifras, las que el candidato Boric despreciaba, la izquierda gobernante tiene hoy la mejor opción para continuar en el gobierno después de 2025. Y de todas maneras, si no lo logra electoralmente, una “derecha” débil, colaboracionista, carente de convicciones, ideas y sobre todo, de integridad y de gente idónea, si hará lo que será evaluado rápidamente como un pésimo gobierno, y fortalecerá enormemente a la alternativa de la izquierda para ganarlo todo en la siguiente elección. No nos engañemos, con la parvada de parlamentarios de derecha actuales, y menos si no son mayoría absoluta, no se podrá hacer absolutamente ningún cambio. ¿Y Ud. imagina a una Mathei cerrando las fronteras de una, de verdad, minándolas, denunciando tratados internacionales, derogando los decretos de Bachelet para privilegiar a los “migrantes”, armando a los policías y autorizándolos a disparar, y cerrando el INDH? Buscarían mil excusas para hacer lo de siempre: nada.

Si Boric le entrega el gobierno a la “derecha”, lo hará solo de cargos. El poder lo mantendrán ellos, controlan casi todas las instituciones, las corroyeron e infiltraron, y están estableciendo  en ministerios varios una verdadera “nomenklatura” progre, la que moverá efectivamente los hilos del poder, no importa el presidente, los ministros o quien sea. Es lo que ocurre en Relaciones Exteriores y Vivienda, con ministros obsoletos y de adorno. Con la nomenklatura-palabra rusa, Stalin cimentó la Unión Sovietica, acá será lo mismo.

Entonces quizás al fin se entienda, que el “merluzo” no es un imbécil, sino lo contrario. Es un pésimo gobernante, pero un magnífico y eficaz revolucionario deconstructor, que está sentando las bases de un nuevo orden contrario a nuestra cultura, valores, Historia y convicciones. Nunca más Baquedano, no más Chile, ni chilenos.

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