Claudio Moran Ibáñez
Soy anticomunista, racional, no visceral. Me he dedicado por muchos años a observar y estudiar ese “fenómeno” social e histórico que lleva a millones a una visión del hombre y el mundo incompatible con la naturaleza y el orden natural, la lógica y la realidad, observaciones que me han permitido entender los errores comunes que van desde tratar de bajarle el perfil al tema hasta a considerar que se trata -el comunismo-, de una “ideología fracasada”, que viendo como Chile cayó, y no es el único, no veo el “fracaso” sino lo contrario. El error de diagnóstico lleva a la muerte al enfermo.
El comunismo es una gran conspiración histórica permanente, organizada y dirigida. Tiene partidos, que sólo son su faceta pública y electoral, instrumental. El comunismo tiene una ideología, pero no es una ideología, ella es flexible y adaptable, todo se supedita al logro del fin de la conspiración: lograr el poder, mientras más absoluto mejor, y sobre pueblos completos, ojalá toda la humanidad. En el camino de decadencia marcado por la revolución francesa, surgió al siglo siguiente el cuento del “Manifiesto Comunista” de Karl Marx, y ese cuento se ha adaptado a distintas épocas, lugares y situaciones. Requirió del Leninismo para plasmarse en el gran experimento socialista del siglo XX, pero siguió mutando y adaptándose, “aggiornandose” con Gramsci, la Escuela de Frankfurt y muchos otros. Hoy en día, el comunismo ya no habla de marxismo, sus seguidores son multifacéticos, de escasa profundidad cultural-nada de sesudas discusiones ideológicas-, y convergen en ese “cauce” autodenominado “progresismo” es decir, la aureola de apariencia positiva con que pretenden disimular que, en realidad, sus seguidores están en contra de todo, comenzando por la Historia a la que tratan de borrar en un juego macabro llamado “descolonización”, y hacer retroceder siglos a los pueblos, contrariando en la esencia el mito del progreso. Y ese mito plasmado en una versión mundial se denomina “globalismo”, que no es sino con sus múltiples particularidades, el “comunismo del siglo XXI”, que se expande gracias a la guerra cultural seguidora del maestro Antonio Gramsci, y además con el auspicio de la ONU y el Foro de Davos, de manera “soft”, para que las masas no lo noten. Pero no todos somos masa, ni siquiera en Chile.
Como soy anticomunista, no creo en el mito escatológico de la irreversibilidad de la revolución o como quieran llamarle, el mito comunista que suplantaría al Estado como forma política. El globalismo ha logrado conceptualizar la concreción del “internacionalismo proletario” (“no tendrás nada pero serás feliz”) a través del Súper Estado mundial, para eso con su maestría para infiltrar-el comunismo- se apoderó hace años de la ONU y todos los organismo internacionales, cuyo “programa de gobierno” es la Agenda 2030, diciéndose que este, Chile, es el país más dócil para ir implementándola. El gobierno mundial, que superara los “estados nacionales” derivados de la “paz de Westfalia”, tiene desde hace años en Chile un fértil campo de experimentación social y política. Y derivado de sus éxitos, que son más que sus tropiezos, tengo la convicción que nuestro país es hoy ya, un país comunista. No, no hay que escandalizarse, esto no es espontáneo, es trabajo de muchos años, y como no creo en las ideas comunistas, tampoco creo sea una situación irreversible aunque, claro, no solo hay que luchar y vencer a las cúpulas que se apoderaron y utilizan al Estado nacional, sino ya hay que hacerlo con el supra-estado mundial en crecimiento. La burguesía de este país ha hecho el ridículo jugando el juego constitucional por dos años, sin siquiera entender que desde hace varios años el tejido social, la cultura y las mentes se infectaron del “neocomunismo”. Baste escuchar “hablar” a los chilenos promedio.
Y mis conclusiones dramáticas de por qué llegamos a esta situación de “comunismo-soft” (por ahora soft, más adelante y pronto, será “hard” con los soldados de la revolución), se basan en el pensamiento de Gramsci, de la “hegemonía cultural”: si la finalidad del movimiento comunista o como se llame es alcanzar el poder total, pero no en la supraestructura formal de un país sino en la base cultural de su pueblo, concluyo que mayoritariamente lo han logrado. Y nada tiene que ver con la presidencia de la cámara en la comunista Cariola, eso sería banalizar el tema serio que nadie enfrenta. Hoy en día en Chile, el único proyecto social en vigencia es el de la izquierda neomarxista y su visión del mundo. Mucho más allá de la infiltración y control de prácticamente todas las instituciones del país, de toda índole, en cuyos interiores existe una despiadada “razzia” por apoderarse los cargos y posiciones que están estableciendo una “nomenklatura” o nueva clase dirigente que toma y ejerce el poder real, persecuciones políticas descaradas que la prensa acalla -también controlan los medios-,existe algo mucho más grave: el chileno medio aparece resignado a su suerte, ya sin energías, perdida la brújula. Piensan como “progres”, hablan “idioma inclusivo”, identidad de género, cambio climático, legalización de “migrantes”, ya lo asimilaron sin cuestionárselo. Ya no piensan,-prefieren “no saber”-,y son una masa de gente triste sin sueños ni esperanzas, como zombies. Recorren nuestras calles con miedo. No esperan nada de nada ni de nadie, porque hasta la vida espiritual de nuestro país se ha minimizado con la cooptación de personeros religiosos para el “Nuevo orden”, eso es innegable. No, no existen conceptos e ideas claras y decididas alternativas, en realidad, una verdadera ideología anticomunista. Todos los caminos llevan a Roma dice un viejo adagio, y es verdad, todo apunta en Chile a la consagración de un Estado para el Nuevo Orden. Chile ya no es un país soberano, ¿Quién cree Ud. que obliga a mantener las fronteras abiertas y a legalizar a millones de extranjeros? La ONU, es su política declarada, así como su paradigma falaz de los “derechos humanos” prohíbe cualquier reacción contra el terrorismo, el crimen organizado, y supeditan la actividad económica al igualitarismo sin crecimiento. Miles de extranjeros de varios orígenes, hasta iraníes, establecidos dentro del territorio nacional, sumados a cubanos, venezolanos, carteles extranjeros, los “soldados de la revolución”. Policías, ambas, absolutamente debilitadas y menoscabadas; el chileno siente que nadie lo protegerá si lo asaltan y atacan, siente la discriminación frente al inmigrante traído a Chile no solo para cambiar el padrón electoral ya en las elecciones que vienen, sino algo más grave: para suplantar a mediano plazo a la nación, al pueblo chileno que para peor, no quiere tener hijos. En pocos años nos extinguiremos y seremos reemplazados por caribeños, y nuestro territorio desgajado hasta por Bolivia.
Entonces, el comunismo se impuso en nuestra patria por simple omisión: inexistencia de una verdadera clase dirigente proba y con virtudes; debilidad y falta de identidad cultural; inexistencia de conceptos, valores e ideas, y por qué no, ideologías alternativas al comunismo-globalismo. Fuerzas políticas defensoras de la soberanía e identidad nacional; proyecto claro de conducción y desarrollo nacional. En el país de los ciegos el tuerto es rey. Este, el actual es lo peor de lo peor como gobierno, pero su aprobación no baja del 30%. Es porque un 30% de los chilenos están convencidos que esta locura globalista neomarxista es lo correcto, y el globalismo se ha encargado desde hace años, que tampoco eso que llaman “derecha” se ponga en contra, han impedido surjan líderes y proyectos políticos serios en pro de la nación chilena. La verdad, la así llamada “derecha” se corrió a centroizquierda, infiltrada por el neocomunismo, carece de ideas, identidad y proyectos, nada que ofrecer. Dividir para reinar. Así, entre ese 30% estadístico que piensa, come, bebe, se droga y sueña comunismo, el otro 70% parece no saber que pensar, esta aterrado, carece de sueños, son zombies que caminan en las calles tratando de comer y que no los maten. Nos están borrando el pasado, la Historia, y a nadie le importa. Pero el futuro, para nosotros no existe. No hay alternativa, comunismo o comunismo, por eso lo lograron, Chile hoy, es comunista. Porque el verdadero poder consiste en controlar el pensamiento colectivo, en sembrar y provocar aceptación de la realidad que se quiere imponer, y eso este gobierno, que es comunista-todo marxista y Boric lo es, es comunista aunque no milite en dicho partido. Ahora viene la fase de institucionalización formal de un sistema totalitario que se apoderó de mentes y conciencias. Con la colaboración generosa de una seudo-“derecha” que carece de lo esencial: ser anticomunista. Son colaboracionistas._
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