Claudio Moran Ibáñez


Una vez más ha quedado en evidencia que en Chile nada se dice como es, preferible no mencionar lo que suene feo o inconveniente, porque así no existe. Así, se habla de costos y planes de reconstrucción por muchos millones de dólares, en que equipos “políticos” se ponen a colaborar o eso ofrecen, en relación a los “incendios en la quinta región”. Pero ya pasó, no se habla, se dio vuelta la página mental en la gente, de lo que allí ocurrió. Es que en los últimos años ha aflorado como nunca el verdadero actual espíritu nacional, que nada tiene que ver con el aguerrido chileno que se tomó el morro de Arica y ganó la Guerra del Pacífico, sino más bien cada día se parece más a un avestruz, esa ave de origen africano que ante el peligro rápidamente hace un hoyo y esconde la cabeza, dejando todo el cuerpo afuera. Sí, somos un país de avestruces, de eufemismos, en que nada se dice como es. No se vaya a molestar alguien, no vaya a dañar al que habla y opina. Somos, por lo mismo, un pueblo y un país sin verdadera opinión, sin manifestaciones del fuero interno, del pensamiento libre porque, consecuencia lógica, no opinamos porque no somos libres.

Es así que se tiene una cifra oficial de muertos -132- y casi 300 “desaparecidos”. Lo mismo de siempre. ¿Acaso están jugando a las escondidas? No, es evidente están muertos, solo sus cuerpos no aparecen, acaso sus cenizas se mezclaron con el ripio, ya que las temperaturas fueron tan altas que se desintegraron, no fue un simple “incendio” intencional.. Entonces, es preferible no decir que monstruosos incendios provocados planificadamente asesinaron 400 personas, destruyeron miles de viviendas, locales, industrias. Y claro, no hay culpables detenidos, ni uno solo. Menos se atreverían a decir que esa planificación de demostrada eficacia, es una operación de orden terrorista ejecutada por extranjeros, que ha seguido corriendo el cerco de nuestra escasa capacidad como país de enfrentar agresiones internas, y solo nos falta probar las externas, hemos perdido el control de lo que ocurre en el territorio nacional. El resultado sería también desastroso en caso de guerra externa.

Al contrario, existe hoy un “consenso del silencio” transversalmente aprobado. Es así que la mayoría del país, con un altísimo porcentaje permanente que si aprueba, está en contra del actual gobierno, porque considera lo ha hecho muy mal en todos los ámbitos. No voy a discutir eso. Lo que no se le dice a la gente para refrescarle la memoria, es que el actual “gobierno” no llegó ahí para gobernar como la mayoría entendemos, sino para avanzar en un programa ideológico. Que este gobierno no es simplemente de izquierda, sino de “izquierda revolucionaria” y extrema, de origen violentista, en contraposición a la “izquierda reformista” como alguna vez fue la Concertación. Que responde a un esquema ideológico marxista gramsciano de control a través de la cultura y la educación y a través de un proceso deconstructivo va estableciendo paso a paso el programa del globalismo o comunismo del siglo XXI, al que se han entregado también sectores de la llamada derecha, a través de la “agenda 2030” de la ONU que busca un “nuevo orden mundial” en que los países como el nuestro se supeditan, obedecen a un supra-estado mundial. La llamada derecha chilena simplemente omite la palabra “globalismo” de su léxico, pero sirve consciente o inconscientemente a dichos propósitos que hasta aquí, capitanea la izquierda revolucionaria, que llegó al poder gracias a la violencia como método de acción política. Y cuyo paradigma básico es “fronteras abiertas” en todo el mundo, y gracias a ese descalabro cada día ingresan a nuestro país, sicarios, incendiarios, armas, drogas. Es un mal chiste siquiera hablar de orden y seguridad con las puertas de nuestra casa abiertas a quien quiera invadirnos y se van apoderando del territorio. Pero después “se preguntan” quién y por qué arman los incendios” sabiéndose son extranjeros, que han desarrollado las organizaciones criminales como jamás se habían conocido. Este gobierno no va a perseguir a esos criminales extranjeros, pirómanos y asesinos, por la sencilla razón que como lo han dicho desde siempre sus ideólogos, los criminales son el frente armado de la revolución. Hasta Boric: “la revolución se hace con el lumpen”. La revolución necesita sicarios, ¿de dónde creen que salen?

Otras cosas que menos se dicen, es lo que me han señalado amigos de otras latitudes, reenviándome fotografías de lo ocurrido en Maui, Hawaii, el año pasado, incendios de casas y automóviles que se confunden con las resultantes de los incendios de la quinta región, y que parecerían indicar que también en Chile se han probado “DEWs”, armas de energía dirigida, como pulsos electromagnéticos y lasers, usadas también para derribar drones y helicópteros en las nuevas tecnologías bélicas. Si es así, se trata de acciones bélicas no convencionales en un contexto de guerra hibrida en que Chile está sumergido luchando primero contra sí mismo, mientras se niega siquiera a pensar en la verdad de todo lo que le está ocurriendo. Y prefiere seguir pensando simplonamente, que todo se va arreglar con un gobierno de aparente otro signo, pasando por alto que las semillas del actual gobierno, pero, sobre todo, de la revolución de izquierda globalista que nos asola, fueron plantadas y regadas en gobiernos anteriores. El país se niega a reconocer las causas, y ya ni siquiera puede atacar y solucionar los meros efectos. Parece de locos, pero así es.

El pueblo “que no ha sido por rey jamás regido, ni a extranjero dominio sometido”, aquí está, estupefacto, temeroso, irresoluto, mientras lo queman, matan a su gente, pervierten a sus niños y jóvenes, y lo violan a diario a través de fronteras abiertas. Y los ilusos quieren pensar y hacer pensar que un nuevo gobierno de globalistas de derecha, que están llenos de culpa por no haber evitado el desastre que sufrimos, es capaz de solucionar siquiera algo de esto. Y le sigue llamando “catástrofe” a un mero acto de guerra masiva que asesinó a cientos. Avestruces, en eso nos hemos convertido en plenitud. “A reconstruir” como si hubiera sido un terremoto y mientras la guerra continúa y vendrá peor.

Y las casualidades. Fue tan casual la muerte del ex presidente. Cualquiera hubiera sido, y sin siquiera referirnos a sus culpas en esta situación, su “oportuna” muerte bastó para tapar y acallar el espanto y la creciente indignación masiva por la masacre a nuestro pueblo. Ya no se habló más, ahora se habla de “reconstrucción” o sea, además se exprimirá a los chilenos para tratar de reconstruir lo que es causado por otros que parece nunca serán identificados, porque en la guerra no sirven ni querellas ni fiscalías, porque el país ni siquiera posee un sistema real de inteligencia, la principal arma de la modernidad bélica, externa e interna. Simplemente, no creo en tanta casualidad de una muerte “oportuna”; a mi juicio es solo la guinda de la torta de una agresión desde adentro, pensada afuera. Obvio, nadie lo reconocerá porque implicaría asumir responsabilidad, pero es que esa responsabilidad es de todo el Estado, estado fallido que no funciona bien ya en ningún aspecto, menos en seguridad y defensa. 400 muertos, una mera estadística. El Estado no puede proteger a los ciudadanos y eso es innegable.

Vivimos inmersos en un conflicto global de tamaño planetario, conflicto integral de raigambre espiritual y cultural primero, económico después, en que se juega la sobrevivencia de nuestro Ethos, del Estado-Nación llamado Chile. Aparentemente terminado el show constituyente, se advierte que la revolución avanza a diario, jamás se ha detenido en su intento de configurar un modelo a través de nuestro pobre país. Esta tragedia nos ha demostrado el poder del enemigo que, mientras controla cada recoveco del débil Estado, sus huestes y soldados atacan al pueblo chileno, lo matan, lo arruinan. Y cada día que transcurre, la solución está más lejana. Y la derrota más cerca.

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