Claudio Moran Ibáñez


  “Solo estamos estirando el chicle”, decía un amigo en uno de los varios chats que funcionan en torno a la disputa plebiscitaria del domingo 17 de diciembre. Estamos muy conscientes que, cualquiera sea el resultado, tarde o temprano nuestro país está condenado a ser completamente desguazado por el globalismo. El a favor acelera el fin, el en contra solo lo ralentiza. Es que este segundo proceso inconsulto, ilegítimo e ilegal demuestra por sí mismo que todo lo que ocurre dentro de Chile, desde esta semana, hace ya cuatro años, tiene su origen más allá de nuestras fronteras, pero se nos ha querido engañar y hacer pensar que se trata de una disputa política interna entre connacionales, algo “convencional”. Y no es así. Fruto de una hábil interacción de organismos supranacionales, de una guerra cultural refundacional que lleva años, de traiciones, de ambiciones, de pactos secretos entre políticos, empresarios y hasta fuerzas de la oscuridad, nuestro Chile se hunde lenta, pero seguramente, en el abismo de un experimento globalista, acorde a la marcha de construcción de un nuevo orden mundial en que, por cierto, no tenemos un nivel de privilegio. Aunque sus gestores internos, políticos de todos los signos se tratan de asegurar un reino partitocrático en que ellos determinen el control y vida de cada ciudadano, poder enorme que sumado a otras prebendas, negocios y pagos directos, serán los premios por entregarnos.

 Es que la realidad nos demuestra que no existe el líder capaz de conducirnos a salir de esta situación la más peligrosa de nuestra historia, ni las huestes suficientes para acompañarlo en tan dura misión y tarea. No, hábilmente, los enemigos internos de Chile se ocupan cada día de impedir nadie que no sea manejable se levante y brille en la anhelada esperanza nacional. El proyecto de nueva constitución es simplemente, la consagración del nuevo orden en nuestro país, supeditarlo a organismos internacionales controlados a su vez por fuerzas secretas. La constitución que nos rige y esperando se reafirme, solo detendrá un tiempo esta andanada de años, pero la revolución globalista no se detendrá en ningún caso, porque una constitución sin los hombres y mujeres adecuados, solo son diques de papel, no hay quórum que resista la traición a que los chilenos ya nos hemos acostumbrado, de todos nuestros políticos, responsables directos de esta debacle. Si alguna vez en nuestra historia no enorgullecimos, por ejemplo, del valor del soldado que se tomó el morro de Arica a punta de corvo y chupilca, hoy el rasgo distintivo del político chilensis es la cobardía. Ni se preocupa de esconderla, lucra con ella.

  Lloro por mi Patria, cada día más dividida artificialmente, ya no solo entre derechas e izquierdas, sino ahora entre las facciones otrora más cercanas. Pero es que esta nueva división es otro logro globalista, sacarse de encima a los disidentes del NWO, para allanar el camino a un nuevo gobierno a un onunista 3.0. Este llamado proceso constituyente no tiene razón de ser para los chilenos, la voluntad de la nación se expresó aquel 4 de septiembre, una despreciable casta política creo otro de manera ilegal y burlándose del pueblo, igual como se anula una carrera porque no les gusto el ganador…Y ya imponiéndosenos esta realidad práctica, solo cabía bloquear el proceso e impidirlo. Por el contrario, quienes así fueron llamados y elegidos, desconocieron lo ofrecido y prometido, y tomaron la bandera de destruir ellos la constitución cuya destrucción antes era obra de... ¿la izquierda? Tal parece que no. El contenido del proyecto, en esencia el mismo del 4 de septiembre, solo presentado en mejor envase aparente, pero que claramente lleva al país al globalismo totalitario. En muy pocos días, terminara esta borrachera inherente a las campañas, siendo esta la más irracional que recuerde: como transformar el rechazo, en apruebo. Chile un país siempre dividido, el Si y el No; el rechazo y el apruebo; el a favor y el en contra. Verdadero o Falso. Damos vergüenza. Y despertaremos a la realidad, todos nuestros problemas ya inmanejables, con nuestras vidas casi perdidas, sin ninguna claridad del futuro. Al menos, la constitución vigente nos da la certeza de normas conocidas, no es un albur como la propuesta que además de su extravío ideológico es técnicamente muy mala. Pero cada día mas compatriotas perciben es cuestión de tiempo, estamos marcados, se han apoderado de nuestra tierra. Del gobierno. De la oposición. De la izquierda. De la derecha, de cada uno de los partidos. De muchos empresarios, de gremios, de toda clase de instituciones, religiosas como iglesias, de la masonería. Un país sin educación pública, con la salud en crisis, terrorismo y delincuencia, corrupción masiva, justicia ideologizada, es que de eso se trata, que la gente desesperada acepte el nuevo orden, con o sin nueva constitución. Pero recuérdese, la gran mayoría somos de segunda clase, no aspiramos a nada más que vivir en paz, y ahí radica nuestra fuerza.

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