Claudio Moran Ibañez
Escribo esta artículo en la víspera de otro aniversario del 18-O, lo que muchos llamamos “el inicio de una larga noche” que oficialmente cayó sobre nuestra Patria en 2019, hace cuatro años, cuyo término o aurora no se vislumbra y cuyo crepúsculo que le precedió comenzó varios años antes de dicha fecha. La memoria humana es frágil, y la del chileno lo es más aún, quizás pocos recuerden que el primer acto de campaña en 1999 de Ricardo Lagos fue viajar a Nueva York a reunirse con George Soros, el profeta del nuevo orden mundial, cuya fundación Open Society aparece financiando fundaciones locales de Giorgio Jackson, o menos cuando comenzó a desconocerse la amnistía y la prescripción con efecto retroactivo en aras de los “derechos humanos”, que no fueron reconocidos jurídicamente por Chile sino hasta 1989 y ese mismo año le “metieron” a las reformas de Carlos Cáceres el artículo quinto de la actual constitución, y luego con la reforma procesal penal metieron la doble normativa para poder juzgar y encarcelar militares a quienes “se les presume culpables”, rompiendo la igualdad ante la ley y la irretroactividad de la ley penal. Así comenzaba la demolición constitucional, paso a paso. Pero Chile crecía, estaban casi todos embebidos de la riqueza que fluía en buenos negocios, nadie pensaba en el país.
Entremedio, Lagos creó a Bachelet, después de un peleado triunfo sobre un livianito Lavín, símbolo de una pseudo derecha “aguada”, cosista y gusto a nada. Un ambicioso Piñera se adueñó de esa andrógina derecha, y recibió el mando de Bachelet. Buena gestión al comienzo, y al final se acabó el crecimiento económico. Volvió Bachelet, más izquierdista que antes, y siguió la preparación de la insurrección que vendría, con la generación que gestó en su primer gobierno. Y después regresó Piñera- que país tan “versátil”, ¿cierto?-, y aparte de la ley de las bolsas plásticas, la ley de identidad de género y el “matrimonio igualitario”, cero crecimiento, viaje a China-¿coincidencia?-, agenda 2030 ONU, y a entregar Chile al nuevo orden mundial a través de negociar y rendirse al terrorismo en noviembre de 2019, terror que no paró y sólo lo salvó la llamada pandemia, en que destrozó o permitió se hiciera, la economía maltrecha del país con la administración sanitaria de Izkia Siches. Pero hemos seguido hablando de “democracia Chilena” para un país en que por dos décadas todo se resuelve con dos nombres… que siguen sonando, con la peor clase política de nuestra historia, meros palos blancos que se han prestado para cualquier cosa.
¿Y cuáles han sido los resultados? Nadie quiere hablar de ellos. Un país arruinado en que cada día todo cuesta más, en que somos más pobres, disminuyen los ingresos , casi no hay inversión, el país se achica, en que la inseguridad y el miedo se apoderaron de la población, con instituciones que ya no funcionan o a medias, con fronteras abiertas a quien quiera pasar e invadirnos, con miles de delincuentes extranjeros y miles de nuevos pobres, con nuestra cultura y tradiciones denostadas, hasta con nuestro idioma festinado por operadores políticos, con un nivel creciente de incultura de la población, con una educación pública casi inexistente, con medios de comunicación cooptados por el nuevo orden. Con una gran masa, que prefiero no calificar, que quiere pensar que son puras malas casualidades, lo cual es un enorme error. Todo lo ocurrido en Chile en los últimos cuatro años es premeditado y urdido desde afuera y desde adentro, sincronizadamente. En que tenemos un presidente que nadie discute carece de cultura y competencias, pero cumple su papel de deconstructor a cabalidad, y distrae a derechistas simplones que ven la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio.
Nuestro país es y ha sido sino un campo de experimentación-exitoso o no- de recetas foráneas, y esta larga noche es otro de esos experimentos sociales transnacionales, para mostrar cómo establecer un nuevo orden social, cultural, económico y político pese a la resistencia de la mayoría de la población. Una clase política transversal de escaso valor cultural y moral fue utilizada para tales fines, durante años. Hoy, en un nuevo atisbo de cobardía y mediocridad, muchos piensan que con una nueva constitución y ganando la próxima elección presidencial “nos salvaremos”. Chile es presa del globalismo y sus recetas, nadie parece tener sueños, porque de eso se trata, de reducir al individuo solo frente al Estado todopoderoso, consumidores de lo básico al cual le aplicarán la “renta básica universal” como pregona el Foro de Davos: “No tendrás nada, pero serás feliz”. A nadie le preguntaron nada, a nadie le explican nada, nadie prepara a nadie para soportar esta gran tribulación nacional y mundial. La alborada no se vislumbra.
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