Claudio Moran Ibáñez


Todavía sigue siendo considerada la capital del mundo que aún existe. Sus habitantes se refieren a ella como “the perfect city” (la ciudad perfecta), porque todo funciona, y bien. Admirada y visitada. Hasta ahora, en que se ha transformado en la última de las grandes ciudades americanas que evidencian y sufren de las políticas globalistas de los demócratas, el partido gobernante en EE.UU., partido que devino de una suave socialdemocracia hasta hace poco, en un partido de extrema izquierda, expresión del llamado “progresismo”, es decir, de la destrucción desde adentro de las sociedades, y también cayó en ello la americana, para someterlas al Nuevo Orden Mundial. Los Ángeles, San Francisco, Seattle, le precedieron, sus calles plagadas de inmigrantes de ingreso ilegal, de homeless y de delincuentes. Visitarlas pasó a ser un creciente desagrado y riesgo, incluso para chilenos, que vimos exactamente estas mismas políticas globalistas ultraizquierdistas, de fronteras abiertas desde tiempo antes, como que acá experimentaron y probaron las mismas políticas de autodestrucción desde adentro, con nuestras ciudades plagadas de carpas y de miseria, lo mismo que se aprecia en USA, con consumo de drogas añadido. La “migración” en forma de invasión, una de las lacras, acaso la peor, que está destruyendo al mundo occidental, América y Europa, como consecuencia de políticas criminales tendientes a hacer desaparecer a los Estados actuales y someternos a todos a un gobierno mundial soberano en una extensión mundial de la pobreza del llamado “tercer mundo”. “The perfect city” así se va transformando en una pocilga, gracias al gobierno “progresista” americano. The chilean way.

Pero así como está previsto y diseñado que caiga el “imperio americano” y Europa entera, también nos está ocurriendo a países como el nuestro y muy especialmente a Chile, hoy conejillo de indias de ese paradigma onunista globalista en que hay que hacer nuevas constituciones que oficialmente sometan a países otrora soberanos a este nuevo orden, es más, que los pueblos terminen clamando por el nuevo orden, en medio de desesperanza, pobreza, miedo, hambre. Chile no es un caso aislado, es solo parte del mecanismo que está transformando, y para mal, al mundo que conocíamos, con la complicidad de una red de gobernantes que conscientemente están impulsando este esquema. La gente en todo el planeta se está acostumbrando a que todo empeore, a no soñar y perder la esperanza, como dijo la gran causante de la insurrección y caída de Chile, “cada día puede ser peor” y, efectivamente, así ha sido.

La oleada migratoria es sin duda, el gran mecanismo con que los enemigos de occidente están destruyendo al mismo occidente. Es imposible que un sistema soporte esto mucho tiempo, y los parámetros son universales. Acá nadie ha tocado siquiera los decretos de Bachelet, que aseguran a los inmigrantes, legales o no, privilegios de facto sobre los propios chilenos en prestaciones básicas del Estado, como salud, educación y vivienda. Los americanos se quejan de lo mismo en su país, los europeos, lo mismo. Entender todo esto es esencial para entender a donde vamos como país. La política de fronteras abiertas, de millones de extranjeros parasitando de nuestros impuestos, sumado al estado social de bienestar que se trata de concretar en una nueva constitución, pondrá el sello de oro falso a un país como el nuestro que, carente de crecimiento y de perspectivas, se ve obligado a acoger a cuanto indeseable con ayuda de gobiernos hostiles como el boliviano, nos meten a diario. Y todo lo que queda de institucionalidad, los protegen.

Así como Biden es un enemigo de los intereses del pueblo norteamericano asolado en sus ciudades, el gobierno de Boric es enemigo de nuestro pueblo chileno, también asolado en todo nuestro territorio y ciudades, no solo en Santiago. Este gobierno, que no gobierna sino eso lo hacen otros desde las sombras y desde el extranjero, sólo ha producido pobreza, miedo y desesperanza, es necesario alguna vez se entienda, y que esa condición del “team Boric” no va a cambiar. No saben de economía ni de nada, y ni siquiera les importa, están contra la economía libre y sus intenciones fueron honestamente confesas en el “mamarracho constitucional” del año pasado. Solo otros más tontos y más ignorantes podrían decir que la economía puede mejorar, bueno, los hay, pero la realidad es opuesta. Por eso es que soy contrario a esa mentira de la “nueva constitución”, no sólo por la ilegitimidad del origen del proceso, primero y segundo, sino porque aquel es solo una imposición globalista para someternos institucionalmente, mientras distraen a la gente con un recetario de supuestos derechos, pero sin decir cómo mejorarán en el texto la estructura político administrativa del país y, sobre todo, como salvaguardarán la soberanía nacional frente al globalismo y el gobierno mundial, en que la opinión popular a nadie interesa. Este globalismo progre y constitucionalista no es más que “el comunismo del siglo XXI”. Chávez estaría orgulloso.

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