Claudio Moran Ibáñez


Los chilenos somos tratados como ratones de laboratorio, ocultándose a las mayorías información completa y fidedigna sobre lo que está aconteciendo en el país y en el mundo en una dinámica de interacción permanente. Por el contrario, se trata por todos los sectores de mantener una apariencia de sensaciones similares a los tiempos del siglo XX. Por ejemplo ¿alguien ha explicado a los chilenos en que consiste la agenda 2030 de la ONU y como nos afecta ya y nos afectará en el futuro, y el trasfondo ideológico de la misma? Dificulto haya tema más ignorado por el ciudadano medio y por lo mismo, la capacidad de entender lo que ocurre en el día a día es casi imposible, solo existen las sensaciones inequívocas que todo marcha muy mal en el país.

Concluido el show mediático de los “50 años”, cuando el deterioro económico ya es imposible de ocultar-estas fiestas bajo notoriamente el consumo-, comienza a decantarse el tema de la “nueva constitución” que se plebiscitara en Diciembre, esa constitución “habilitante” como la calificó el fallecido Teillier, es decir, un texto que permitirá seguir avanzando en la construcción del “globalismo”, el nuevo termino universal para “socialismo” en el siglo XXI, cuya biblia es esa agenda 2030 en el camino a un gobierno mundial. Y los resultados en la llamada “Convención constitucional” comienzan a mostrar esa ideología globalista que desde hace años demuele nuestra nación, en forma lenta pero segura, y cada vez más rápido ya, ante la pasividad y complicidad de una supuesta “elite”, esencialmente la “derecha”, que ha sido mayoritariamente cooptada por ese globalismo.

Así el rechazo de establecer o mejor dicho mantener, el concepto esencial que “todo hombre (y mujer, obvio) es persona”, importa retroceder al siglo IV de nuestra era en filosofía y principios, y acerca la lacra de la esclavitud, el transhumanismo, panteísmo y por cierto, el aborto, el genocidio, la eutanasia y cuantas formas de eliminación humana masiva se inventen. La dignidad humana desaparece. Y el art.55 del Código Civil. Asimismo, desparecerá la obligación del Estado de resguardar fronteras y de poder frenar la inmigración, consagrándose así la invasión movida por la ONU también en Chile y en otras partes del planeta.

La Constitución se ha dicho mucho, es la ley fundamental del Estado. Lo es, pero antes de ello, es el estatuto jurídico básico del Estado-nación, la forma política que hemos tenido hasta ahora y en el concepto de la llamada Paz de Westfalia del siglo XVII. La nación, soberana, se erige como Estado y establece sus formas, autoridades, y declara y garantiza los derechos individuales como contrapeso al poder de ese Estado, y todo esto desde mucho antes que ese “volador de luces” de los llamados “derechos humanos” creación posterior recién, a la segunda guerra mundial. Esa constitución, estatuto básico, establece, asimismo, la manera en que el Derecho Internacional se reconoce y aplica dentro del Estado: si por recepción del Derecho interno, o por supremacía al Derecho interno. Las diferencias son insalvables, porque en el segundo caso, el Estado como unidad autónoma y soberana desaparece y pasa a ser una mera sucursal de lo que hoy se denomina “multilateralismo”. Y eso es lo que pretende esencialmente el globalismo que hoy corroe al mundo y que busca la desaparición del Estado nacional. Por ello, la inmigración abierta es la manera fáctica de lograr ese objetivo, combinada con el indigenismo, abierto en el proyecto constituyente del año pasado, velado en la actual elaboración, apoyado por sectores de la “derecha”, sector político aparente que está demostrando su alienación globalista completa en Chile Vamos, y la debilidad y extravío en Republicanos. El resultado es el mismo, el globalismo se está imponiendo en el texto constitucional, en buena medida por el silencio cómplice de una derecha reñida con el patriotismo, vendida a intereses inconfesables o, simplemente, cobarde y mediocre. Esta escrito, “por sus frutos los conoceréis”, y la mayoría electoral de esa derecha se está diluyendo en el mar de las traiciones y extravíos.

Si a esta constitución en construcción habilitante al globalismo, le sumamos la “revolución del crimen organizado” la corrupción necesaria a lo mismo, la inseguridad creciente, el apoderamiento de la vida diaria por extranjeros traídos organizadamente, el caos institucional en un país que ya casi ni funciona, y sumamos la caída cultural y la decadencia económica de un país que ha fracasado en la Historia, solo podemos concluir que, acorde a estas declaraciones de la Convención, retrocederemos a épocas muy oscuras de la humanidad. Espero despertemos a tiempo.

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