Claudio Moran Ibáñez


Que nuestro país se cae a pedazos, todos lo sabemos, aunque muchos tienen una buena razón para no decirlo en voz alta, y el miedo es la primera de ellas. Lo acontecido con el alcalde de Zapallar es, sin embargo, el inicio oficial del desafío que el crimen organizado plantea a nuestra nación: somos más poderosos que ustedes, chilenos. Los entendidos en seguridad y defensa conciben los ataques a autoridades como el inicio formal de esa guerra criminal contra un Estado fallido en que nos hemos convertido, es decir, uno en que el Estado pierde el control creciente del territorio nacional. No soy el primero en decirlo.

Chile ya no manda en Chile, pero no solo por este concepto de avance del poder de bandas criminales de vinculaciones extranjeras. En realidad, esto último solo es consecuencia lógica y calculada de una creciente pérdida de soberanía cuyo análisis daría para muchas páginas.Y el gobierno se niega a combatir el crimen,es un hecho.

Sin embargo, dado el avance de los temas de la discusión constitucional del proceso forzado en que se está, debo hacer presente como se soslaya por todos los sectores, lo esencial que está en juego en esa discusión constitucional. Es menester entender el mensaje que envió a la nación, aunque encriptado, el presidente del partido comunista: “será una constitución habilitante”. ¿Qué significa esto? Simple, que permitirá seguir adelante con la construcción del nuevo orden que ellos lideran y que cada día sigue ganando terreno, no importan los resultados electorales, a los comunistas no les importa el Derecho Constitucional, ellos saben que lo importante es el poder, efectivo, real, tangible, y eso ya casi lo tienen, lo jurídico es meramente instrumental.

 Es que lo esencial del proyecto camisa de fuerza de la comisión de “expertos” colocados por partidos, no está en el catálogo de derechos individuales, ni siquiera en los derechos sociales, ellos se volatilizaran si la economía no mejora, de forma grosera, solo catalizaran la decadencia económica y la corrupción, no. Lo esencial esta en las bases fundamentales del anteproyecto.

 Una constitución es el estatuto jurídico básico de la nación organizada como Estado. Su estructura fundamental que conforme las pautas clásicas, establece garantías a los derechos fundamentales que reconoce y protege, como contrapeso al poder de ese Estado. Sin embargo, en los tiempos contemporáneos, aparece como esencial que se establezca que ese Estado, que es Chile nada menos, establezca que la soberanía reside en la nación chilena, y que las normas internacionales de Derecho se aplican en Chile por aceptación de nuestro ordenamiento, y en caso alguno por imposición externa. Pero lo que ocurre en el mentado proyecto y sus mal llamados “bordes”, es que, en la realidad, nuestro Estado quedara sometido a normas y conceptos reñidos con nuestra soberanía interna, por prevalencia del Derecho externo. Seriamos pues en ese caso, un “estado-vasallo” de un supra –estado mundial en formación, que hace valer sus normas e instrucciones directamente. Y ya lo estamos sufriendo claramente, entre otros  con la política de fronteras abiertas, implementada por varios gobiernos. Esa es la razón por el cual el problema ni siquiera se aborda, menos se soluciona.

 A su vez, el vaguísimo concepto de “dignidad humana” como premisa básica del texto, como piedra angular significaría, en su interpretación y aplicación extensiva, la imposibilidad del Estado chileno de combatir al crimen y al terrorismo, los que ya se encuentran amparados por esa distorsionada concepción de “dignidad” en el concepto octubrista de la palabra, vacía de significado concreto pero que impediría en un concepto individualista populista del término, cualquier actuación en pro del Estado y su supervivencia. Y detrás el INDH brazo local de la ONU también, además de otras organizaciones. Hace rato ya que agencias de la ONU actúan día a día en Chile, y países como España envían funcionarios a supervisar e instruir la agenda legislativa nacional. Poco a poco, Chile se ha transformado en subordinado del globalismo, el nuevo imperio mundial construido en las sombras, y eso es insoslayable. Si una nueva constitución no le sirve a Chile para asegurar su sobrevivencia como país soberano y autónomo en sus decisiones, la democracia interna no es más que una falacia y una burla, los derechos individuales desaparecen. La libertad desaparece y ya comenzó, con la censura y cancelación. Esto los políticos lo callan, porque la mayoría está comprometida con que Chile pierda su soberanía.

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