Claudio Moran Ibáñez
Que la imagen de Arturo Prat es una herida dolorosa en el progresismo a la nada que detenta el poder, es algo innegable, una vez más, ratificado por las restricciones del gobierno al acceso popular a las ceremonias del 21 de Mayo. Prat está en las antípodas de Boric. A los 36 años de edad, misma con que Boric asumió su actual cargo, este último había fracasado con su ambición de ser abogado, no tenía familia propia, no había trabajado un día de su vida, solo vivido del Estado y antes de sus padres. Sus conductas y actuaciones personales eran y son más que cuestionables, incluso desde el punto de vista de la ética y la estética. Por el contrario, a los mismos 36 años, Prat, padre de familia, abogado titulado, brillante oficial de marina, de una trayectoria de vida intachable, entraba a la gloria como héroe de talla mundial,es representativo de todos los grandes valores que Boric y su grupo contradicen en los hechos y los disvalores que evidencian. Prat es todo lo que Boric nunca será y que aborrece.
Al mismo tiempo, es evidente el interés del gobierno por la desaparición de las Isapres. Uno de sus objetivos claros es el establecimiento de un sistema único de salud administrado por el Estado, y que los ingenuos piensan es tan fácil como derivar a Fonasa las cotizaciones que hoy van a Isapres. Es tan fácil creer y hacer pensar que todo se trata de recursos, cuando se trata de gestión y, con todos los errores y problemas del sistema privado de Isapres, han permitido mejorar la atención a millones qué, si desaparecen, estarán condenados a costosos seguros de salud y claro, a la fortuna personal de muy pocos. Posiblemente los bancos ofrezcan líneas de créditos especiales para algunas intervenciones… Sin duda, detrás de consolidar un sistema único de salud estatal esta la inconfesa intención de nivelar, lo que siempre es hacia abajo, lo que se traducirá en más colas y listas de espera a los que no pueden pagar de su bolsillo, entre estos últimos que sí pueden, todos los personeros del “progresismo”, propugnadores de la pobreza ajena, nunca de la propia.
Ahora, Ud. se preguntará, ¿Qué tienen en común estos dos temas, Prat y las Isapres? Simple, ambos interesan al globalismo como doctrina política en vías de imponerse al mundo entero. La elección en salud no se permitirá.
En lo cultural e institucional, Prat es un ejemplo a deconstruir, es decir, a borrar. La “cultura progresista” no acepta ni admite que los seres humanos nos movamos y hasta sacrifiquemos en aras de valores superiores del espíritu. Todo es materia, instintos básicos, y la familia, el sentido de la responsabilidad, la fe por supuesto, el patriotismo, el sacrificio, son antivalores para la revolución globalista del siglo XXI que deben erradicarse para establecer el Nuevo orden, para lo cual se promueve a un individuo aislado, sin familia, sin hogar, menos Patria, sexualmente indefinido, y que no se reproduzca, para esto último se promueve el aborto libre y a los LGTB+
A su vez, el establecimiento de un sistema único de salud estatal, es fundamental para establecer el control global de la población humana a través de las políticas de salud obligatoriamente impuestas por la OMS, apéndice sanitario de la ONU. A través de nuevos tratados, comenzando por el Pandémico, a su vez derivado de la experiencia que el globalismo obtuvo de la creación del covid-19, de las medidas que estableció e impuso a la mayoría de los Estados, y de la demostración también del control que se puede ejercer por esa vía sobre la población sumisa, se va cerrando el círculo para que prevalezca un supra-Estado mundial. Eso de la libertad individual y la autonomía de la voluntad, quedan en el pasado, por fin el poder efectivo ejercido sobre miles de millones permitirá a muy pocos tener un poder creciente, en eso consiste el nuevo orden que se establece a contar de la agenda 2030, documento que está fijando las pautas de países como el nuestro. Esto es tan siniestro, que la palabra “maquiavélico” queda en el desuso, gracias al silencio cómplice de las élites políticas, empresariales, culturales. Estas ideas globalistas han ido penetrando estructuras y mentes por varios años, hasta llegar a un punto en que muchos prefieren no pensar, por comodidad, o por miedo. No importa. Para eso apareció la “inteligencia artificial”, ya no será necesario que el hombre piense, solo que obedezca y produzca. "Prohibido pensar" será la nueva regla.
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