Claudio Moran Ibáñez


“Es la economía, imbécil” (Chile y el mundo, 1990). “Es la constitución, idiota” (Chile 2019-2023) Nuestra triste realidad de la vía chilena al subdesarrollo, así se dice ahora. No era ni la economía, y tampoco es la constitución, el país y el mundo son muchísimo más que esos aspectos por esencia, temporales. La economía es cíclica desde el inicio de los tiempos, y las constituciones duran más o duran menos, siempre son o pueden reemplazarse. Son los valores y las ideas lo que permanece. Y por haber caído en la trampa de la economía, hoy el fetiche de una “nueva constitución” está desmoronando lo que nos queda de nación y de país. A nuestra limitadísima clase dirigente se le olvido que tanto el Derecho como le economía son ciencias sociales, producto de la vida social y por tanto creaciones culturales. Si, la cultura en su verdadera acepción, era lo verdaderamente importante. Pijerío inculto y cobarde.

Como me enseño un gran maestro, “Chile nunca será un gran país, mientras no se aprenda a valorar la inteligencia”. Ninguna posibilidad ya. Un escritor dijo “En Chile te perdonan cualquier cosa, menos el talento”. Y aquí estamos en un nuevo proceso constituyente que responde a los engaños colectivos con que nuestro pueblo se obnubila cada cierto tiempo. Aunque esta vez, se percibe un manifiesto desencanto, ya mucha gente no cree en estos constitucionalistas majaderos, no cree que la constitución es la fuente de todos los males, y una nueva será la solución de todo. Es más, muchos me han manifestado que votaran por tal o cual, pero en diciembre votaran rechazo. Por otro lado, jamás se había percibido tanta intención de anular el voto, hastiados, asqueados.

Es que el tiempo no pasa en vano, muchas personas observan y reflexionan. El escenario cambió, no es el pánico colectivo del 2019 en que una organizada violencia callejera y terrorista de la que hasta el día de hoy no hay transparencia alguna, exigió e impuso al gobierno de quien será recordado acaso, como el peor de la historia si el país sobrevive, y no se sigue reescribiendo esa historia.

Esa falacia del “estallido social” ya cada vez siquiera se menciona. Las “demandas sociales” ninguna ha sido satisfecha, y la situación del país y el ciudadano común empeora día a día, pero ya no solo en lo económico, sino hasta en el temor por llegar vivo a casa. Sí, el chileno promedio siente que ha perdido el control de su vida, y que no hay futuro, entonces quiere prenderse de alguna esperanza. Es sabido que el actual gobierno es de los líderes de la insurrección y la destrucción y quienes impusieron a sangre y fuego un proceso constituyente falso y terminado. Pero ahora estamos en otro de dudosa legitimidad, evidenciando una obsesión por imponer una nueva constitución se necesite o no. Entonces, la gente despierta y entiende que sea cual sea el resultado de diciembre, la eventual nueva constitución nada va a solucionar sino al contrario. Se ha entendido por muchos que es un proceso globalista, impuesto por la agenda 2030 de la ONU, se trata que Chile se subordine jurídica, constitucionalmente, a un sistema que de facto se impone en el mundo y también en Chile.

Ingenuamente, muchos piensan que de la derrota aplastante del gobierno y la insurrección en proceso aun este domingo, se iniciara un camino de reconstrucción, de restauración. Es más fácil decirlo que hacerlo, el agua de un río no vuelve a pasar, nada volverá a ser igual y tampoco es bueno que así sea. Esta crisis punto de inflexión histórica, se produjo no por la constitución, tampoco por la economía, sino porque los enemigos de Chile se apoderaron de la Cultura y la educación en grado suficiente para vaciar los cerebros de millones, a quienes tienen hablando -ya no piensan- como estúpidos (“lenguaje inclusivo e identidad de género”). Saben es cuestión de tiempo para que lleguen a ser mayoría incontrarrestable. Y todo esto porque “quien tenía a su cargo el cuidado de la comunidad”, no cumplió su obligación, la economía y el supuesto éxito lo trastornaron, y tampoco sus elementos valóricos y culturales se lo permitían, y entregó todo. Traición, cobardía, ambas, ya no importa. Luego, esto no puede restaurarse. Chile requiere una nueva clase política, de derecha e izquierda, esto se pudrió, no más visiones simplistas, una cosmovisión nacional.

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