Claudio Moran Ibáñez
Aunque quedan solo días para las elecciones del 7 de mayo, la confusión e indiferencia de la mayoría ciudadana es más que evidente. Ha sido mucho para nuestro pueblo, desde el octubrismo de 2019, hasta el plebiscito de septiembre 2022. Con toda la destrucción entremedio, y sin darse siquiera una explicación por qué seguimos sometidos ahora a un nuevo intento constituyente en que es obligatorio ir a votar. Es decir, derrotado el mamarracho indigenista, ahora se insiste, con un supuesto proyecto constitucional que es redactado por una comisión de “expertos” que no son tales y fueron elegidos a dedo por la clase política en claro intento de perpetuarse a sí misma, lo que es ostensible en ciertas candidaturas de consejeros que esta vez, serán comparsas en cuanto a la redacción de un nuevo texto.
Prefiero obviar las razones técnico-jurídicas de por qué no puede salir nada jurídicamente bueno de cualquier instrumento hecho “a la rápida”. Lo único que puede salir de este contubernio como texto es algo ya redactado en su esencia, tenga o no “bordes”, o un documento de dudosa calidad con consecuencias enormes a la seguridad del orden jurídico. Cabe preguntarse entonces, ¿Por qué y para qué? No convence la excusa pueril de que esta constitución actual fue “hecha en dictadura”, todas las constituciones anteriores de nuestra historia también lo fueron, y esto que se está haciendo es falsamente democrático, así que la explicación es otra.
Día a día crece la percepción ciudadana de lo que venimos diciendo y escribiendo ya por años: que se está estableciendo un nuevo orden político, económico y cultural en el mundo, y hay una especial dedicación a nuestro país, campo de experimentación por muchas causas. Lo cierto es que somos el conejillo de indias de un modelo en que claramente agentes externos, como la ONU, el Foro Económico Mundial y otros poderes facticos, están construyendo una realidad diversa en un país que tiene la particularidad de estructurarse con cierta facilidad a nuevos modelos, a diferencia del resto de América Latina donde reina el caos. Por ello, todo ha sido planeado y llevado a cabo durante años, evidentemente a espaldas del pueblo que no es importante, y en secreto como todas las conspiraciones. Por ello los resultados “democráticos” hace rato no importan.
Chile está sometido a un “pacto globalista” de acuerdo transversal en varios sectores políticos, empresariales, institucionales, de aplicarnos la agenda 2030 de la ONU estableciéndola a través básicamente de una nueva constitución que supedite la soberanía nacional al orden mundial globalista, a una cultura “global”, en que las naciones soberanas vamos desapareciendo como tales. El actual gobierno tiene la misión de concretar el avance sustantivo del nuevo orden en nuestro país, y por ello buena parte de la llamada oposición, también globalista, le colabora y lo seguirá haciendo. Esto no se trata de instituciones, sino del poder. Por eso el ministro de hacienda es Marcel, porque así la ciudadanía inculta y la mal llamada “derecha” se tranquiliza de ver vivos por ahora los parámetros del sistema amenazado. Pero es solo una ilusión. Cada día que este gobierno globalista está en el poder, se hacen nuevas designaciones, se van controlando toda clase de instituciones, no son solo las 56.000 contrataciones políticas en un año: absolutamente ningún nombramiento en este período recae ni recaerá en personas “de derecha”, eso es más que obvio. Cada día que pasa, más niños y jóvenes son desviados hacia la ideología de género que destruye la esencia humana y la familia, hace rato perdieron todo pudor y hacen de Chile un país LGTBI+. Entretanto, ¿qué hace buena parte de la “oposición”? : Allanarle el camino, nuevo proceso constituyente, ahora nuevo proceso de reforma tributaria sí, porque el globalismo hace exigencias, las fronteras abiertas por orden de la ONU y las doctrinas “progres”, exigen mantener y promover a millones de inmigrantes ya ingresados y los que vienen día a día, esos son muchos recursos.
Ahora, se incorporan al gobierno más ex “Nueva Mayoría”. Era obvio, el Frente Amplio carece de personas con competencias mínimas, y los comunistas son pocos. ¿Significa entonces que se cancela la revolución? Al contrario, se normaliza, los primeros fueron los que sembraron el octubrismo, ahora están cosechando los otros. La revolución globalista sigue a pie firme, “con anestesia”. Muy pocos de esa “oposición” siquiera hablan de revolución y de globalismo, en parte sin duda por ignorancia, pero también por colusión.
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