Claudio Moran Ibáñez
Si hoy viviese el genial Lukas (Renzo Pechennino), sin duda haría una reedición modificada de su obra “Bestiario del Reino de Chile”, a fin de introducir a ese personaje mitológico que se ha aparecido de facto: el “migrante”, especie global mal singularizada. Existe el “inmigrante”, y el “emigrante”, pero la mitología política idiomática de izquierda ha inventado ese raro ser a fin de disimular un complot que mina las bases mismas de nuestra identidad y cultura, ya que no es fruto de la evolución histórica sino de una revolución que es lo que tenemos y sufrimos en Chile.
Uno de los paradigmas del globalismo progresista es el de las fronteras abiertas, en que fuerzas y organismos internacionales determinan a que países y en qué cantidad se trasladen las personas en un reacomodo de la población del planeta. Además de su reducción, claro. Es una planificación global, se ejecuta en varias partes del mundo, pero en América Latina ha alcanzado niveles increíbles, derivados de organizaciones ideológicas transnacionales, gobiernos de izquierda radical, organizaciones criminales poderosísimas, todos aprovechándose también de una creciente frustración y desesperación de millones sometidos a gobiernos populistas e inútiles que son característicos de la región. No son casualidad ni las caravanas de miles de “migrantes” hasta la frontera con EE.UU., país que posee los recursos y la voluntad de defender sus “borders”, y la entrada diaria por el norte de Chile de cerca de mil personas de variados orígenes. A un país que no tiene ni voluntad de ni recursos para defender nada, y que ha rendido sus fronteras a sus enemigos.
No es casualidad que el principal punto de filtración sea la frontera con Bolivia, país que tira la piedra y esconde la mano, país con una larguísima historia de divergencias y de rencores hacia nuestra Patria. Miles de extranjeros están pasando por su territorio hacia el nuestro, pero no los reciben de vuelta, evidenciando la mala fe de su actuar. De esa manera, el verdadero poder de Bolivia, Evo Morales, y detrás el grupo de Puebla, le infringen a diario un grave daño a Chile, como lo intentaron con el mamarracho constitucional rechazado, basado en las ideas de García Linera ministro de Morales y gurú reconocido de nuestro “ilustrado” Gabriel Boric. Con esta “migración” promovida y financiada, por el gobierno de Maduro, sin duda el de Petro ahora, el Tren de Aragua, el Servicio Jesuita al Migrante financiado a su vez por el gobierno de Chile desde la era Bachelet, y que se ejecuta a través de delitos internacionalmente sancionados como el tráfico de personas y otras, el Estado de Bolivia le causa a Chile un daño profundo “desde adentro”, sin balas, pero que en el mediano plazo significaran un debilitamiento de nuestra nación y su posición frente a ellos, máxime con un presidente que ha dicho quiere dar salida al mar a Bolivia. Nada es casualidad. Tampoco las armas ingresadas desde Bolivia.
Esto es un complot de varios planos, que apunta a dañar y destruir las bases de nuestra nacionalidad y cultura. El “proceso migratorio” que Chile sufre desde menos de una década, es artificioso y tendencioso, ideologizado y hábil, que está logrando cual termitas, socavar las bases culturales de la nacionalidad y nuestra identidad. Esto tiene que pararse y revertirse. No son solo los miles de criminales, son costumbres y culturas que chocan con la nuestra, gente ruidosa, irrespetuosa, que ha obligado a miles de chilenos a “migrar” desde sus propios barrios. Ellos no aceptan someterse a nuestros parámetros, modales y cultura, y lo reconocen. Esto se preparó por años, por la izquierda radical y también la derechita que promovió una ley de migraciones que no es más que un protocolo de legalización de extranjeros. Así se disipa el sentido de nación única, superado el otro mito de los “pueblos originarios”, otra mentira también promovida desde Bolivia.
En el norte del país, nuestras FF.AA. son un mero comité de bienvenida a inmigrantes de ingreso ilegal, así también se va reduciendo ese otro “problema” y se les va transformando en las “fuerzas de paz” como quiere la ONU y el globalismo. Chile sometido a Bolivia, no hay enemigo chico. Bastaría con que cerremos nuestras fronteras y puertos a esta agresión de La Paz, pero la colusión ideológica entre ambos gobiernos es evidente. Chile está perdiendo su voluntad de ser, recuperarla exige como primera medida cerrar de verdad las fronteras. Bolivia y otros nos doblegan.
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