Claudio Moran Ibáñez


Venimos diciéndolo hace tiempo: el propósito de este gobierno no es gobernar, es llevar adelante una revolución, es decir, la alteración de la historia y la sociedad, la cultura y el Estado mismo, con miras a la concreción de un proyecto ideológico que, aunque enraizado en los paradigmas de izquierda más extrema de raíz marxista, responde hoy en el siglo XXI al desarrollo de un proyecto globalista que anule la soberanía de cada Estado y la transfiera a una entidad global dentro de lo que se ha llamado Nuevo Orden a establecerse a través de la Agenda 2030 de la ONU. Hay absoluta claridad de todo ello, solo que a las mayorías la información les ha sido vedada tratando de evitarse su reacción a tamaña agresión a sus modelos de vida y su libertad.

Cada día más personas claman en contra de los desaciertos del actual gobierno, así como la carencia absoluta que tiene el país de un plan de desarrollo, de avance y de superación de problemas que, paradojalmente, fueron creados o incrementados por el mismo sector atrincherado en La Moneda. Las encuestas dicen del enorme rechazo a Boric, pero todo sigue tal cual, en realidad, continua el avance de la revolución que aquel aparentemente capitanea. Sus más que evidentes limitaciones demuestran que no es capaz de dirigir nada, nuestro país y esta revolución en marcha son controlados y dirigidos desde las sombras, hemos perdido buena parte de nuestra soberanía nacional. Pero para que esta revolución pueda contrarrestarse y sea vencida, que es el anhelo consciente-inconsciente de los chilenos, la gran mayoría de nosotros, primero hay que entender y aceptar que la estamos viviendo y sufriendo. Quedándonos con la inocentona tesis de un mal gobierno de gente mal preparada e inexperta, es imposible comprender lo que ocurre y ocurrirá.

Entonces, aceptándose este hecho esencial, debe entenderse que una revolución solo puede frenarse y revertirse con una contrarrevolución, y para ello hay demasiados pasos a seguir que ni siquiera se quieren ver. En efecto, se persiste en “bajarle el perfil” a la situación- por no usar un conocido chilenismo- y seguir proponiendo llegarse a acuerdos entre el agua y el aceite. Cuando estamos frente a un proceso de agresión total contra lo que somos y creemos, para reemplazarlo por entelequias que son todo lo contrario, ya no puede seguirse dubitando, somos o no somos.

Y aquí lo que incomoda a mis amigos “de derecha”, que solo evidencian no haber entendido nada de lo que ocurre, algunos, y otros de frentón trabajar para el enemigo de nuestro ethos soberano. La Historia y la política están plagadas de traiciones viles, y el caso chileno no es la excepción, por algo llegamos a donde estamos, de país líder de América Latina a una vergüenza internacional tercermundista. Lo que la “derecha”, o la acomplejada “centroderecha” prefiere no entender es que carece de ideas y de ideología, es una montonera en que los militantes se intercambian de club social. Los partidos monopolizan los únicos cauces de expresión que son los de ellos mismos, no hacen proselitismo ni buscan talentos. Se carece de un proyecto de largo plazo para sacar adelante al país en todos los ámbitos, y por ende se carece de programas efectivos a llevar a cabo cuando primero, sean verdadera oposición y luego gobierno. Y lo que reclama por años la ciudadanía, reemplazar a su propia gente, que se cree en Chile una nueva clase dirigente que haga  confiar y entusiasme, superar los oligarquismos que vienen del siglo XIX, que esto al menos parezca democracia y no una repartija entre familias y empresas. Impulsar verdaderos liderazgos, estamos llenos de candidatos, pero no hay líderes y, sobre todo, que esos líderes forman verdaderos equipos. Equipos, no grupos, en base a capacidades esencialmente intelectuales. Deberá venir una era de gobiernos serios y austeros, basados en el conocimiento y la integridad, nunca más escándalos de corrupción, faranduleos y esas cosas. Promover un nuevo gobierno de personas decentes y cultas, que den el ejemplo hasta en la manera de hablar. Consagrar no un “Estado social de derecho” sino un “Estado de Derecho” en que todas las conductas estén efectivamente reguladas por la ley, cumplida espontáneamente. En eso consiste una contrarrevolución en Chile, y me temo hay mucha resistencia a llevarla a cabo, todo esto debería representar la “derecha”, pero no tiene el valor de hacerlo.

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