Claudio Moran Ibáñez
No solamente en el ajedrez dicha frase es acertada, en muchos otros ámbitos de la vida y la existencia también. En el lenguaje coloquial se suele hacer la distinción entre los proactivos y los reactivos. Es el adelantarse a las circunstancias y no solo tratar de no sucumbir frente a ellas. Es el error que se comete.
Hace más de tres años que Chile se precipitó en una espiral de decadencia absoluta. La gente lo entiende y aun muchos desesperan. Otros ya están resignados y unos pocos, los fanáticos de siempre, se alegran, son los incondicionales a la revolución que nos destruye. Pero la opinión y el sentir de las mayorías no valen nada frente a la agresión globalista que sufrimos. Chile es el campo de experimentación de recetas foráneas, especialmente a través del mito de la “nueva constitución”, cuyo modelo y creación serán ejemplo a replicar en muchas partes, simboliza la ruptura con la Historia. Y todo esto se está produciendo merced a la falta de conducción y liderazgos premeditadamente evitados, y a las traiciones de cúpulas políticas que se han desdicho de absolutamente todo lo que alguna vez dijeron creer y pensar. Si, lo afirmo categóricamente, la culpa de lo que hoy sufrimos lo tiene la mal llamada “derecha”, no la llamada “izquierda” y sus varias acepciones, y hoy ambas, mayoritariamente, se han puesto al servicio de la doctrina globalista que busca la desaparición de los Estados nacionales en los conceptos de la Paz de Westfalia de hace siglos. Cualquier analista entendido es capaz de comprender esto con solo observar la realidad circundante.
Es así que los sectores políticos que deberían representar a las mayorías silenciosas que rechazamos el pasado 4 de septiembre el “gran mamarracho globalista”, siguiendo instrucciones de sus controladores, armaron este segundo tiempo del mito constituyente con una juridicidad más que dudosa. Mientras tanto, las cosas se han manejado para neutralizar temporalmente la realidad observable, entre ella el precio del dólar, pero la revolución y la deconstrucción nacional siguen su curso. Se sabe que los incendios forestales son intencionales y son actos terroristas, incluso ideológicamente se les ha tratado de “justificar”. Su única explicación es que sigue la “lógica” de la deconstrucción y ruina de la población, y han servido para tapar por unos días los otros grandes problemas, mientras se siguen apoderando del país, con el distractivo esperando marzo. La gente se desespera y se queja de la porquería de gobernantes que tenemos, incapaces de hacer ni solucionar nada. ¿Es que nadie les ha dicho que en eso precisamente consiste la revolución en esta fase? Destruir absolutamente todo, hasta el idioma y los modales, y de las ruinas saldrá “la nueva sociedad” y el “hombre nuevo” … ¿Cómo paramos esto? Pues, pasando al “ataque”.
Debemos dejar la defensiva, impongamos nuestros conceptos y banderas de lucha, una visión de país completa y congruente, que supere el mercantilismo vulgar en que cayó la derecha. Para ello, debemos deshacernos de los traidores a Chile que se han apoderado de una representación que no poseen. La Historia muestra que las guerras se ganan o pierden por traiciones, eso es sabido. Segundo, debemos aceptar que sufrimos una revolución, por ahora sin guillotina. Tercero, presentar un proyecto histórico que reemplace al mamarracho revolucionario, mostrar que nuestras ideas son mejores. Creer que se puede, querer que se pueda.
Agazapados y escondidos como ratones es imposible ganar esta guerra, porque eso es. Una lucha por nuestra sobrevivencia como nación, si nada de lo que acontece es casualidad. Esto no es un mal gobierno, es una gran revolución, una serpiente ponzoñosa que muerde y mata. Un país cobarde, asustado, arratonado no puede vencer a la defensiva. Este sistema político partitocrático se agotó, entendámoslo, y debemos partir por encarar a los parlamentarios “de derecha” que ahí siguen, votando por lo que el globalismo dicta, interesados solo en mantener cargos y sueldos, y otras prebendas. Esto solo cambiará cuando apaguemos esa farsa del “estallido social” con el “estallido nacional”, cuando clavemos nuestras propias banderas y bajemos a los traidores “de derecha” que juegan a abuenarse con los enemigos, sabiendo que están ayudando al gobierno a sobrevivir a los problemas que crearon los mismos que hoy son gobierno. Dura verdad, pero se puede.
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