Osvaldo Rivera Riffo
Presidente Fundación Voz Nacional


Conocí a Jovino Novoa a fines de la década de los 70, cuando ya muchos de los hoy profesionales mayores terminábamos nuestros estudios universitarios. Era un gran amigo de Jaime Guzmán y juntos partieron en la idea de darle un rostro nuevo en lo político a Chile.

Mientras Guzmán trabajaba en las bases de una nueva institucionalidad para Chile, formando parte de los más selectos juristas que elaboraban la Constitución del 80, Novoa aglutinaba a los más destacados jóvenes profesionales de las universidades Católica y de Chile, para que con entrega y generosidad entregaran sus mejores años al servicio del país. Lo mismo hacia Miguel Kast. Tuve el privilegio de trabajar con ambos y aprender los elementos esenciales de la buena política: consecuencia y lealtad.

Jovino tenía la particularidad de saber vivir y gozar la vida. Lo hacía con su numerosa familia y secundado por su cariñosa señora, para todos la Angelita. Pero sin duda era amigo de sus amigos y cultivaba con sus colaboradores esa generosidad de espíritu reservada a hombres especiales.

Recuerdo días duros de trabajo derivados del plebiscito del 80 y meses posteriores; Jovino pasaba por nuestras oficinas o llamaba por teléfono interno y decía: "El trabajo es necesario pero también comer bien, los invito a almorzar" Y así como gallina con sus pollos, salía a un restorán cercano donde al fragor de las conversaciones del acontecer diario, en lo político social o económico, no faltaba ese famoso postre que tanto le gustaba: las "cerezas jubileas".

De ese pequeño grupo salieron con posterioridad ministros, subsecretarios, directores de importantes servicios o empresas. Se había formado un grupo de pensamiento sólido, con entrega, capaz de hacerse cargo de grandes responsabilidades. El liderazgo de Jovino fue seguido sin duda por muchos de nosotros. Así, lo acompañamos en la aventura de crear un partido político liderado por Guzmán. Así llevamos a Jaime al senado de la República y, luego de su brutal asesinato, Jovino Novoa compitió por el distrito electoral dejado por su entrañable amigo y lo ganó por 16 años.

Fue presidente de la UDI llevándola a la gloria electoral y transformándola en la mayor colectividad política del país.

Pero como suele ocurrir en la historia de los grandes hombres, lo acechaban también las desgracias, perdiendo a dos de sus 8 hijos y siendo afectado por una larga enfermedad que lo alejó de la vida política, refugiándose en su campo en el sur de Chile.

Con Jovino Novoa, Alex Schwaitzer, Miguel Kast, Sergio Fernández o Sergio de Castro, este país siempre estará en deuda, más allá del odio o venganza de sus enemigos políticos; crearon un ejército de voluntades que aprendieron de su ejemplo de entrega al servicio público. Por eso los nombres de los que ya se han ido, quedan impresos en el alma de un pueblo agradecido.

Con la pena que hoy embarga a sus amigos solo puedo decir

Gracias Jovino.

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