6 marzo, 2024 

 

 

 

 

 

Gonzalo Rojas


Dos años atrás se iniciaba un nuevo proyecto de socialismo en Chile. Y hoy, a mitad de camino del gobierno de Boric, se comprueba lo que tantas veces antes ha sucedido (y varias en Chile, por supuesto): el socialismo, sean cuales sean sus contornos y contenidos, fracasa siempre.

Ha fracasado este socialismo de los iluminados frenteamplistas en la creación de mejores condiciones de vida para las personas. Hoy se vive peor en Chile que hace dos años, qué duda cabe. Ni en salud, ni en previsión, ni en educación se ha logrado un solo avance. Por el contrario, en esas tres dimensiones, casi todos los índices muestran que “vamos mal y mañana peor”. Con sabiduría, la ciudadanía ha ido expresando su negativa percepción sobre la posibilidad de un futuro mejor en los dos próximos años.

Si se suma a lo anterior la situación de la seguridad ciudadana —nunca antes en Chile, un Estado delictual se había instalado dentro del Estado institucional—, se comprueba el fracaso del socialismo que, en el nombre de los derechos humanos, de los “territorios liberados”, y de la apertura indiscriminada de las fronteras, ha permitido que delante de sus narices se asesine a destajo, y que en este Chile haya que buscar dentro de la propia casa el “asilo contra la opresión”. Y ni siquiera ahí hay seguridad: se comprueba a diario.

Ha fracasado también el proyecto socialista en cuanto se presentó con el objetivo de articular el desarrollo económico, por una parte, y el cuidado de la naturaleza y del medio ambiente, por otra. Una economía sin perspectivas de crecimiento —porque el socialismo es experto en desincentivar la inversión y en crear incertidumbre— y una absoluta imprevisión y reacción frente a los graves deterioros del medio ambiente que causan, por ejemplo, los incendios.

Fracasó también el socialismo en su afán refundacional. El Rechazo de 2022 le hizo ver que ese no era el camino, pero nadie debe dar por abortado ese propósito: no hay nada a prueba de los socialistas, porque son “muy empeñosos”. Y cuando fracasan por un lado, se encaminan a desplegar el propósito por otro… y a fracasar de nuevo.

El fracaso de este socialismo neomarxista se ha extendido además a las relaciones internacionales. Importantísimas embajadas aún están vacantes, y otras han estado en manos completamente irresponsables; ha habido declaraciones y acciones destempladas respecto de poderosos actores internacionales y se ha manifestado una total ambigüedad respecto de regímenes que despliegan una represión pretotalitaria hacia sus poblaciones. Qué quiere realmente el gobierno de Chile hoy es un misterio para cualquier analista internacional.

Detrás de todas esas frustraciones —y de tantas otras, para las que no tenemos espacio— está también el doble fracaso político. Por una parte, el socialismo frenteamplista se postulaba como la generación moralmente superior, la que desde el Olimpo sabía cómo cambiar Chile, pero hoy se encuentra en las arenas movedizas de una corrupción que día a día succiona a más y más de sus connotados representantes. Y, por otra, ha fracasado el proyecto neomarxista en su propósito de configurar una alianza de gobierno proyectable, porque ni con el peso muerto de sus socios comunistas —diga lo que diga el Presidente elogiándolos— ni con sus salvavidas del Socialismo Democrático ha logrado el frenteamplismo constituir una auténtica coalición de gobierno.

Lo notable es que si se les preguntara a sus propios partidarios por el resultado de estos dos primeros años, no vacilarían en manifestar su descontento, su frustración, su sensación de fracaso. Desde su distinta perspectiva ideológica, la conclusión sería la misma: fracaso. (El Mercurio)

 

Fuente: https://www.nuevopoder.cl/un-nuevo-fracaso-del-socialismo/

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