Gonzalo Rojas S.


Y ahora unas palabras sobre la mirada programática de José Antonio Kast.

Chile tiene hoy tres necesidades fundamentales: personas, ideas e instituciones. Si esa trilogía es muy importante en cualquier aspecto de la vida –empresarial, cultural, recreativa, etc.-  resulta decisiva en la vida cívica, en la vida política. Y, para desgracia nacional, las carencias de personas, ideas e instituciones en esta dimensión crucial, son muy perceptibles y han causado mucho daño.

Por supuesto, nadie puede pretender que un programa contenga la varita mágica para convertir a tantos mediocres en héroes, a las muchas banalidades en filosofías, y a las frecuentes montoneras en congresos. 

Por eso, a veces el lector estará de acuerdo con algunos de los planteamientos formulados en La Ruta Republicana, -la matriz del programa de José Antonio- mientras que respecto de otros dudará, y en más de alguno, qué duda cabe, planteará su legítima disidencia.

Pero, ciertamente, el valor que tiene ese texto es que está escrito desde la sensación de vacío que se experimenta hoy en Chile, por lo que en él se aprecia un noble intento por llenar el espacio, por cerrar la brecha.

El escrito va de los diagnósticos a las soluciones, con fundamentos para unos y para otros, pocos y sólidos, como deben ser los basamentos de toda construcción. 

¿Qué principios contiene esta matriz programática?

La naturaleza humana, como dato primario e incontrovertible, a la vez principio primero y fin último de todo lo que se propone en los textos. La persona humana es un ser creado por Dios y con un fin trascendente. Por esto, se reconoce y respeta su dignidad desde la concepción hasta su fin natural y se la estima dotada de una libertad responsable, que parte expresándose en la familia, institución basada en el matrimonio estable de un hombre con una mujer, y que promueve la formación en las virtudes. 

La soberanía, que se afirma como punto de partida para fundar la acción del Estado, tanto dentro del propio territorio como en sus relaciones internacionales.

El amor a Chile, que permite superar todas las propias limitaciones, levantarse de los fracasos y retomar la tarea de servicio con renovadas fuerzas.

La autoridad, ya en su acepción clásica de saber socialmente reconocido, como en su sentido más coloquial y contemporáneo, en cuanto sinónimo del poder.

El bien común, como horizonte imprescindible de toda actuación pública, de todas las ideas, las personas y las instituciones, para lo cual es decisiva la subsidiariedad practicada por todos los actores sociales, para así servir a la persona, a la familia y a las organizaciones intermedias libres, en plena comunión con la historia de la Patria. 

La unidad nacional, que como criterio debe ser el gran articulador de las diferencias legítimas y el fecundo restaurador de las confianzas, en un clima de solidaridad.

La libertad responsable, porque es el gran don de Dios a la persona humana, fuente de sus grandes logros y, al mismo tiempo, cuando es mal utilizada, la causa de sus estrepitosos fracasos, por lo que debe ser al mismo tiempo muy bien comprendida y muy bien custodiada.

La educación y la formación, procesos que se expresan en todos los ámbitos de la vida, desde la familia al Estado, y especialmente en el mundo de los cuerpos intermedios, procesos centrados en el desarrollo del entendimiento para adquirir un conocimiento adecuado de las grandes categorías de la realidad y para desarrollar un sentido crítico y creativo en el plano práctico. 

La excelencia en conocimientos y comportamientos, porque la situación actual de la Patria exige que los mejores den lo mejor de sí mismos, es decir que practiquen las virtudes, como despliegue de la naturaleza y de la libertad de cada persona.

El servicio, por el que se entiende que toda persona pública, que toda institución del Estado y de los municipios, debe tener ese único norte, encarnado en personas que desarrollen capacidades excelentes en el ámbito de la reflexión (para pensar a fondo antes de actuar), de la creatividad (para transformar en soluciones buenas y actuales los principios fundantes), de la versatilidad (para moverse en los diversos ambientes con soltura) y del generoso uso del tiempo (para entender que es tarea de muchos años y muy intensa).

El trabajo, ya que se estima que es el factor decisivo del desarrollo humano, sobre todo de la inteligencia práctica y, al mismo tiempo, del desarrollo económico efectivo.

La propiedad, fundamento de una estructura económico-social libre, en que haya iniciativa económica y repartición justa y solidaria de las cargas públicas. 

La probidad, que se exige como criterio mínimo para quienes –con mayor o menor acierto en sus acciones concretas, dependiendo de los casos- aspiran a ser actores de la cosa pública.

La legalidad, en cuanto empareja la cancha, declara derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana junto a sus correspondientes deberes, establece modos de hacer exigibles las responsabilidades, y somete a los poderes del Estado a la norma impersonal, en el marco de un régimen republicano representativo y participativo, con auténtica separación de poderes, con sufragio universal y libre, y con la renuncia al uso de la fuerza como forma de resolución de conflictos. 

El respeto a la propia historia, a la peculiar identidad nacional, a las más queridas tradiciones, y a las instituciones como las Fuerzas Armadas y de Orden, que han contribuido decisivamente a preservar y acrecentar nuestro ser nacional.

El liderazgo, actitud especialmente necesaria entre los jóvenes y que debe mantenerse hasta el final de la vida, porque no se debe jubilar en el servicio a Chile.

La valentía, tan necesaria para hacerse cargo en el Chile de hoy de desafíos acuciantes, como la violencia, el delito, la discriminación arbitraria y la indiferencia.

La eficiencia, característica imprescindible de todo el actuar público, sin la cual se dilapidan el tiempo, los recursos económicos y, en consecuencia, se frustran los mejores proyectos.

La participación, porque afirma nuestra radical igualdad y, al mismo tiempo, permite la expresión de nuestras diversidades, expresada a través de las agrupaciones naturales e intermedias de la sociedad, ya que es ahí donde se pueden desarrollar los máximos y se entienden los límites. 

El uso de las tecnologías más avanzadas, como instrumentos para todo lo anterior, siempre que su dimensión ética esté asegurada.

La verdad, como norma de comienzo, continuidad y cierre de todas las palabras y comportamientos personales e institucionales, lo que exige desechar tanto la mentira formal como la encubierta en las ideologías.

Todo esto es La República, todo esto es lo que fundamenta el Programa Republicano de José Antonio Kast.

Fuente: https://viva-chile.cl/2021/08/kast-no-tiene-programa/

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