26 junio de 2025
Orlando Sáenz Rojas
Escritor y empresario
En verdad, el próximo gobierno tiene solo cuatro años para demostrar contundentes resultados de corrección de rumbo y de recuperación de la gobernabilidad.
Conocí a José Antonio Kast en la primavera de 2024, cuando le solicité una entrevista a través de un amigo suyo que es primo político mío (casado con una prima hermana).
Lo hice porque había oído muchas versiones contradictorias sobre él y me encontraba prejuiciado por la afirmación de muchos en el sentido de que era una especie de Milei o Bolsonaro a la chilena, de modo que tenía ya colgado al cuello una etiqueta de ultraderechista con algún rasgo de fascismo.
Fui a la entrevista un poco preparado para algo así y me llevé la grandísima sorpresa de encontrarme con un hombre joven, de ideas sumamente claras, pero para nada imbuido del mecanismo que caracteriza a los vociferantes líderes del ultraderechismo.
Culto, sumamente simpático y abierto a todas las ideas, muy firme en sus conceptos sobre los males de Chile y sobre los remedios que se deben intentar para curar las graves heridas del país. Recuerdo que, en aquella ocasión, lamenté que tuviera tan pocas posibilidades de alcanzar la presidencia de la República porque faltaba mucho para la elección y, a pesar de que vivía un triunfal momento, veía como muy difícil que pudiera evitar la erosión del tiempo y del extremismo que le habían colgado al cuello.
Viento a favor de José Antonio Kast
Esa sensación de remota chance presidencial me llevó a resumir mi impresión de entonces con la afirmación de que le sería más difícil llegar a la presidencia que ejercerla a pesar de sus inmensas dificultades. Por todo ello, me he alegrado de que su candidatura navegue ahora con viento a favor y con una meta de triunfo que no sorprendería mayormente a nadie.
Pero, ¿cuál es el viento a favor que infla las velas de la candidatura Kast? Curiosamente, es el desastre que va a dejar el gobierno de Gabriel Boric y del que el pueblo chileno adquiere cada vez más conciencia.
Veo que gente que hace un año desechaba votar por Kast porque lo encontraba muy extremo, ahora aplaude su diagnóstico sobre lo que ocurre en Chile y advierte las dificultades de una remontada. Es hoy, sin duda, el candidato de mejor diagnóstico sobre la gravedad de las crisis que sacuden al país.
Como esas crisis, como es la de seguridad pública, como es la de invasión de extranjeros ilegales, como es la de una educación pública desastrosa, como es la de una corrupción gubernamental desatada y descarada, como es una crisis presupuestaria inédita, como es un Estado convertido en empleador de funcionarios fantasmas y desvergonzados, etc. Estas crisis no pueden menos que requerir medidas correctivas que explican sobradamente el supuesto ultraderechismo de Johannes Kaiser y lo hacen aparecer como el verdadero realismo que exige la situación.
Es así como una creciente mayoría de chilenos está desechando las propuestas de soluciones que ofrecen más de lo mismo porque todos sabemos que eso no bastará.
No se necesita “más de lo mismo”
A vía de ejemplo, tomemos el caso de la llamada crisis de delincuencia, que en realidad es mucho más que eso. Se abre conciencia de que se necesita mucho más que unos pocos carabineros añadidos y que una mayor vigilancia de las fronteras para derrotar lo que en realidad es una multi subversión en la que lo menos grave es la delincuencia común, minimizada ya en sus efectos por la delincuencia organizada, por la guerrilla subversiva de la Araucanía, por la anarquía y por todo lo que ha dejado el octubrismo como penosa herencia.
Si un candidato ofrece para eso más de lo mismo que se ha estado haciendo, la mayoría del país va a votar por quien ofrece soluciones al nivel de la gravedad de la situación y eso se repite para todas las demás situaciones críticas antes aludidas.
Agreguémosle a todo eso, lo que no puede dejar de ocurrir en el resto del gobierno de Gabriel Boric. Ese resto se gastará en voladores de luces populistas, inalcanzables, en una capa de pintura que apenas intente dar algún brillo a la fachada de un gobierno desastroso. Un gobierno con funcionarios escapando como pueden del destino político y judicial que les espera; de esfuerzos inverosímiles por desprenderse de las culpas que marcaron su colaboración con el actual régimen. Y todo eso no hará más que fortalecer el viento a favor de quien se ha demostrado como el médico con el diagnóstico más certero de las enfermedades —y de la gravedad de ellas— que afligen al país.
Cuatro años para recuperar la gobernabilidad
Por otra parte, asoma el fantasma de otro problema que sin duda afectaría a un gobierno que, si bien puede ser de oposición al actual, no trate más que de aliviar los males mediante las manidas soluciones que solo exhiben fracasos en el pasado.
Se necesita una reforma constitucional profunda que dote al poder ejecutivo de herramientas curativas imprescindibles. Se necesita una reactivación económica de singular energía porque si el próximo gobierno solo se limita a tibias medidas que no incluyan una verdadera refundación económica, lo que va a cosechar es un fracaso de cuatro años, tras el cual puede volver un gobierno de extrema izquierda tan destructivo como el actual.
En verdad, el próximo gobierno tiene solo cuatro años para demostrar contundentes resultados de corrección de rumbo y de recuperación de la gobernabilidad.
Por todo eso, José Antonio Kast vive su mejor momento y verlo en La Moneda no debería ser sorpresa para nadie. Y tal vez eso sea lo mejor para el país porque no le faltan las cualidades de firmeza, de ideas claras, de receptividad a las observaciones, de serenidad y de compromiso que en realidad lo adornan.
Si cada chileno tuviera la oportunidad de conocerlo mejor, como lo tuve yo en 2024, podremos estar seguros de que recibirá con corbata puesta la banda presidencial que le entregará un descamisado.
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