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Juan Pablo Zúñiga H.


Hay quienes digan que el tiempo es el mejor aliado para curar elementos propios del misterioso terreno emocional, como los son las tristezas, aflicciones y congojas. En su inexorable avanzar, el tiempo termina por darle la razón a opciones que en principio son descartadas de plano, sea por tozudez, soberbia de no querer reconocer que se está equivocado o por falta de elementos que permitan evaluar y aceptar la opción correcta.

Hace algunas semanas señalaba que, independientemente del ruido y presencia mediática de las izquierdas radicales en Chile, la sensatez y el sentido común siempre terminan por imponerse. Cada vez son más las declaraciones -en diferentes medios- de chilenos, ciudadanos comunes y corrientes, como usted y como yo, que, con humildad y altura de mira, hacen verdaderos mea culpa por haber votado “apruebo” y que hoy no solo admiten su error, sino que llaman abiertamente a votar por nuestro candidato, José Antonio Kast.

La pregunta que cabe es, ¿qué hace que un ciudadano pase del “apruebo” a votar republicano? Desconsiderando por un momento los diversos matices que llevaron a muchos por votar apruebo -sea por miedo, confusión, por dejarse llevar por la emoción, o simplemente para no quedar mal con su círculo más íntimo-, la razón por la que son cada vez más los que optan por los republicanos es simple: la opción republicana va mucho más allá de ser una opción partidista, significa colocar a la República de Chile -cuna de nuestros sueños, de nuestras alegrías y sanas penas, y principalmente ese pequeño lugar en el mundo en el que somos libres y nos sentimos en casa- en primer lugar.

No cabe duda -como señalara José Tomás Hargous en su última columna) que tanto Kast, como Sichel y Boric han desafiado la opinión pública en cuanto a preferencias presidenciales. Sin embargo, y aunque venga de cerca la recomendación, Kast ha sido el único que ha logrado en los últimos dos meses un avance constante en la opinión pública, posicionándose hoy -por el momento- como la segunda opción y, la primera de la derecha.

Siendo así, estamos transitando de la encrucijada del “mal menor”, a la decisiva batalla final por el modelo del Chile que queremos, enfrentando la propuesta del Sr. Boric y otros candidatos, con la nuestra. En el caso de la primera, el Sr. Boric pretende, con su lozanía y juventud, transmitir que representa una nueva política. Sin embargo, no es más que viejo socialismo latinoamericano con cada vez más crecientes tintes leninistas; es cuestión de ver quién está por detrás de su campaña. Sichel, por su parte, representa a la derecha en proceso de desintegración después de una década de entreguismo. Kast, por otro lado, representa el tiraje de esa caldera nacional, deseosa de dejar de ser asfixiada por crecientes medidas totalitarias, prisionera del miedo y de las amenazas y ansiosa por tener mayor libertad para poder emprender y crecer. Chile tiene el empuje de los valores republicanos que lo hicieron grande en las últimas décadas. No necesita de bonos ni repartijas -salvo en casos en que los ciudadanos lo requieran para comenzar a emprender- sólo requiere que se le den las condiciones de seguridad y libertad para hacerlo.

Sin embargo, no debemos ser ilusos. Es importante hacer hincapié en el hecho de que, llegando Kast a La Moneda, el trabajo que tenemos al frente será muy duro -y así lo reconoció él mismo durante el último debate televisivo-, tanto por la oposición violentísima y reacia a todo tipo de diálogo de parte de la extrema izquierda (que en su brutalidad consigue inclusive callar a los pocos razonables que le restan a la izquierda chilena) como por la herencia de la precariedad económica que dejará el actual gobierno después de un despilfarro, que comenzara durante Bachellet 2, nunca visto en nuestra historia.

Hay quienes señalan, parafraseando los slogans de nuestros adversarios, que “la derecha despertó”. Es evidente la diferencia en cuanto a actitud, solidez de principios y valentía entre lo que llamamos de la “verdadera derecha”, compuesta por el Partido Republicano, libertarios, Partido Conservador Cristiano, entre otros, y la derecha oficialista. Sin embargo, ese despertar es mucho más amplio. Es el despertar de la ciudadanía agotada de años de destrucción, de odio, de división y de intolerancia. Es la ciudadanía cuya primera preocupación no son los asuntos de género, ni el feminismo, ni los plurinacionalismos, ni los indigenismos, ni los latinoamericanismos, ni los socialismos ni los comunismos, ni ningún “ismo”. Es la ciudadanía que quiere volver a trabajar, volver a vivir en paz, volver a emprender, volver a soñar, volver a ver a sus conciudadanos como sus iguales y no como un enemigo de acuerdo con las distinciones que las izquierdas insisten en colocar para promover el conflicto del cual se benefician.

En definitiva, la ciudadanía está despertando. La verdad confronta, pero libera. La verdad se impone y trae las mentes a los cabales, de vuelta al sentido común. La triste verdad es que, en la última década, y con principal énfasis en los últimos dos años, las izquierdas radicales han conseguido convertir a nuestro querido Chile en un país irreconocible. Frente a esa verdad desagradable hoy solo tenemos dos caminos: entregarse a la borrachera de las izquierdas totalitarias y darse por vencido sin reconocer la verdad fatal del camino al desastre o recobrar el sentido y recuperar nuestro país ahora, antes de que sea muy tarde. De usted depende.

NDLR.: Esta columna fue publicada con anterioridad a que José Antonio Kast avanzara al primer lugar en algunas encuestas.

Fuente: https://viva-chile.cl/2021/10/la-sensatez-ganando-terreno/

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