Imprimir

 

 

 

 

Natalia González

 

"El Partido Socialista no solo no logró el premio mayor por el que apostó, sino que contribuyó a profundizar las grietas que dividen a la oposición."


Durante 2018, la oposición intentó, fallidamente, destituir a distintas autoridades de diversos poderes o entidades públicas a través de acusaciones constitucionales. Imagino que como 2019 no podía ser menos, el Partido Socialista (PS), tras meses de ir y venir, decidió acusar constitucionalmente a la ministra de Educación apostando no solo a ganador, sino que al “jackpot” o premio mayor. Y es que tanto la ministra como la cartera que la abogada conduce resultan altamente simbólicas para la oposición.

Cabe recordar que el gobierno anterior concentró gran parte de su agenda de reformas estructurales en materia educacional, privilegiando, a pesar de las recomendaciones de los expertos, la gratuidad en la educación universitaria por sobre la educación temprana, y menospreciando la educación particular subvencionada por la vía de colmarla de un conjunto de limitaciones, trabas y burocracias que solo reflejan la desconfianza que a ese sector político le despierta la necesaria autonomía de la que deben gozar los apoderados, profesores y directivos de los establecimientos educacionales, en un marco reglado.

Volver a confiar en estos estamentos, volver a poner el foco en las aulas más que en el cumplimiento de pesadas burocracias administrativas y continuar avanzando para reforzar la educación a nivel parvulario y básico e impulsar los liceos de excelencia resultaban demasiado contradictorio con el legado del gobierno anterior. Ante ello el Partido Socialista parecía no estar dispuesto a permanecer de espectador. Pero si a aquello se sumaba, además, que tales objetivos estaban siendo impulsados por una profesional valiente, altamente capacitada y articulada, y con gran experiencia política, la mezcla resultaba explosiva.

Marcela Cubillos es de esas personas que no temen decir lo que piensan, de manera muy frontal y transparente, y que defiende con mucha solidez sus convicciones y las de este gobierno. La verdad es que nadie podría quedar indiferente a la ministra Cubillos. Más de alguna vez, esa característica le ha valido algún problema y no me cabe duda de que ella ha sacado lecciones respecto de ello. Pero tampoco tengo duda alguna de que es su convicción y la fuerza con la que la transmite lo que hacen de ella una figura política muy atractiva, conocida y bien evaluada en las encuestas.

En el agregado, la ministra Cubillos reúne un conjunto de características por las cuales es entendible, políticamente hablando, que la oposición estuviera preocupada. Tanto así que la transformó en el símbolo de su batalla, esa batalla que prefieren dar por la vía de las acusaciones constitucionales para eliminar “por convivencia” (y conveniencia, no nos engañemos) la confrontación de las ideas. Había que sacar del camino de quien no solo difiere, sino que además tiene el coraje y argumentos para sostener su diferencia.

Si la acusación constitucional era la herramienta adecuada o si los argumentos se ajustaban a lo que la Constitución prescribe y requiere taxativamente para que un ministro de Estado pueda ser acusado constitucionalmente, parecía un problema de segundo orden para los inquisidores. La herramienta estaba disponible, había diputados dispuestos a impulsarla y aprobarla y académicos dispuestos a ir a señalar que se ella se sostenía (muy pocos la verdad, pero hubo quien estuviera disponible).

De un día para otro, además, parecía lograrse otro objetivo adicional: transformarse en una de las pocas cosas que unían a buena parte de la oposición, aunque fuera una unión espuria y mezquina.

Pero resulta que nuestra robusta institucionalidad se interpuso en el camino, en buena hora, para recordar a más de algún diputado que la acusación constitucional es un instrumento de última ratio que debe ser analizada en su mérito jurídico, del que carecía.

Lo del PS fue así una apuesta atrevida. Tal vez lo más irónico del atrevimiento fue que justamente el bajo y débil nivel de los argumentos expuestos para acusar a la ministra terminaron por ser el fundamento perfecto para que los escépticos de oposición pudieran, razonablemente, no sumarse al sacrificio buscado.

Hoy esa reflexión, por parte de los impulsores, está completamente ausente. Pero el PS no solo no logró el premio mayor por el que apostó, sino que contribuyó a profundizar las grietas que dividen a la oposición. ¡Quién lo diría! Al final, resulta que nadie sabe para quién trabaja, y hoy la irreflexiva masa, la inquisición, va por Pepe Auth, el chivo expiatorio. Delirante persecución. Una vergüenza. Como diría la juventud: ¡Aguante Pepe Auth!

Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2019/10/05/73001/La-inquisicion.aspx

 .