
Por Vladimir Huarachi Copa
Si regresamos al inicio de la campaña de Rodrigo Paz Pereira y Edmand Lara Montaño, hoy electos presidente y vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, respectivamente, encontramos a un Paz que parecía andar errante: de vicepresidenciable a otro. Es posible que, en ese entonces, no tuviera la menor idea de que terminaría siendo el presidente electo del país.
En ese camino de político errante, el ahora presidente electo se encontró con Edmand Lara, quien, de alguna manera, representa la causa y el punto de inflexión que permitió que ambos llegaran al gobierno. Sin embargo, esta posible victoria pírrica de Paz y Lara, cimentada en una relación frágil antes y después de las elecciones, se sostiene sobre un andamiaje comunicacional débil, un aspecto que ha generado tanto ventajas como desventajas dentro del deber ser y el ser de la cultura política boliviana.
Me refiero a una victoria pírrica porque la comunicación entre el presidente y el vicepresidente electo parece ser su talón de Aquiles. Este elemento es crucial para generar consensos, transmitir señales de esperanza y proyectar paz social, especialmente frente a los lineamientos económicos, sociales y políticos que guiarán la administración del Estado. Sin una comunicación sólida entre el número uno y el número dos, la democracia que pretenden construir corre el riesgo de quedarse en el discurso, sin traducirse en una verdadera práctica de gobernabilidad democrática.
No obstante, lo expuesto hasta aquí muestra la importancia y urgencia de una mediana comunicación. ¿Pero por qué insistir tanto en que Paz y Lara mantengan una buena comunicación? Porque, por un lado, la falta de ella podría conducirlos a una victoria pírrica; y por otro, porque una comunicación excesivamente transparente podría exponer prematuramente las decisiones que encaminan rumbo a la toma del gobierno.
Sin embargo, más allá de estos factores, ambos tendrían que procurar una comunicación fluida no solo en el discurso, sino también en los hechos, con el fin de consolidar una única legitimidad para el gobierno de los dos electos. En contraposición a esta necesaria cohesión comunicacional, lo que se ha venido evidenciando es, más bien, una disputa por la legitimidad entre el presidente y el vicepresidente electo.
Por una parte, esto se ha reflejado en los medios de comunicación, donde Rodrigo Paz ha presentado a su hija y a un asesor de la segunda vuelta electoral como los artífices de la victoria del 19 de octubre. Por otra, Edmand Lara ha hecho públicas sus desavenencias con Paz a través de la red social TikTok, evidenciando las dificultades comunicativas entre ambos.
Así, se ha logrado transparentar que Lara también disputa la legitimidad de la victoria obtenida por el PDC. En ese sentido, esta pugna por el reconocimiento deja entrever los indicios de una posible crónica de una victoria pírrica, la cual Paz y Lara deberán enfrentar en los primeros días de su gobierno. Todo indica que, en un inicio, su aspiración se limitará a consolidar dicha victoria, considerando que las organizaciones sociales que fueron parte de anteriores legislaturas ya no participarán del nuevo gobierno, marcando así el cierre de un ciclo de dos giros a la izquierda en lo que va del siglo.
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