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Por Raúl Pizarro Rivera


En el lenguaje periodístico existe un antiguo aforismo que dice que “las noticias son como las olas”, esto es, la que viene siempre cubre a la anterior. El fallecimiento de Jorge Bergoglio, aunque no sorpresivo, dada la jerarquía de la víctima, opacó y hasta silenció el estallido de un episodio sumamente relevante para el futuro del país: el fracaso definitivo del bullado y fraudulento anuncio de una primaria presidencial por parte de Chile Vamos.

La primitiva intención de una primaria entre candidatos opositores tuvo, siempre, la finalidad de sacar del camino presidencial a los dos de la derecha de verdad, esto es, JA Kast y Johannes Kaiser. Desde ese mismo momento, ambos rehusaron tan hipócrita convocatoria, anunciando que su finalidad era, y es, estar en la papeleta de la primera vuelta. Aún más, ya se concretó el pacto parlamentario de lista única entre Republicanos, Nacional Libertario y Social Cristiano. Más transparente, imposible: de frente y escuchando los clamores de la ciudadanía. A este escenario, Carolina Tohá, una de las precandidatas del Gobierno, lo definió como “el incontrolable tsunami de la extrema derecha”. Muy distinto es lo que ocurre en el ala de Chile Vamos: todo lo que se ha hecho desde el inicio de la carrera presidencial de Evelyn Matthei ha sido puertas adentro, sin liderazgos visibles y con señales tremendamente confusas, hasta sospechosas.

De partida, la primera convocada a una primaria fue Ximena Rincón, quien de derecha sólo tiene su enraizado vínculo con una AFP, y quien más se merecía estar en dicha competencia electoral era Rodolfo Carter, un líder valiente y con arrastre, pero se le cerró la puerta “porque tú dices las cosas muy frontalmente”, juicio hecho público por el senador Francisco Chahuán en TV y repetido varias veces para que no quedasen dudas.

Tal revelación es mucho más que una intrepidez: es un relevo de pruebas para la generalizada convicción de que, al menos, un puñado de la cúpula de Chile Vamos no llama a las cosas por su nombre.

Con posterioridad al histórico Rechazo -la apabullante derrota de la revolucionaria Convención Constitucional- el 4 de septiembre de 2022, algunos dirigentes de RN y otros de la UDI se plegaron a la tramposa decisión de Gabriel Boric de dar curso a otro proceso constituyente, siendo que no lo establecía la ley.

Esta mala idea de plegarse a la voluntad de Boric, les trajo duros costos: una baja elección de consejeros constitucionales RN y UDI (10) respecto a los 23 republicanos. Incluso, algunos de aquéllos votaron con la izquierda.

A partir de conductas y miradas tan distintas resultó evidente el distanciamiento, principalmente de RN, al desmarcarse de una oposición rígida y total a un Gobierno invariable en su empeño totalitario. Tal escenario se agudizó con la tentación de algunos UDI, antiguos y aparecidos, que también le “prestaron ropa” al adversario.

El resentimiento de Chile Vamos quedó al descubierto más temprano que tarde, primero con un acuerdo con Demócratas para la mesa del Senado y, más tarde, con todas sus renuencias a apoyar las acusaciones constitucionales de Republicanos y Social Cristianos.

En la cúpula de RN es fácil distinguir el puente de mando que se rige por una doctrina de ultratumba que nunca ha sido de derecha, sino de un espíritu democratacristiano.

Han trascendido disputas internas en la dirigencia y presiones de las bases que están en contra de llevar a un partido nacido en la derecha y energizado por auténticos derechistas, hacia un insignificante centrismo, en sintonía con el personalista discurso de uno que ya no está. La estrategia, las personas y el cronograma preparado por él eran para él y no para Matthei.

Un aforismo tan antiguo como real dice que “en el mundo de los políticos no se llora”. A este vergonzoso capítulo de la primaria de Chile Vamos, le falta algo ineludible: que los responsables den la cara.

El presidente de la UDI, Guillermo Ramírez, lo definió como “un gran fracaso”, pero ¿quién o quiénes se hacen responsables de él? Hasta el momento, el único que se prestó hasta para hacer el ridículo fue Francisco Chahuán, porque, lejos, es el menos centrista de este puñado de medias tintas que actúan como emperadores al interior de la sede de avenida Antonio Varas.

Entre éstos hay quienes han comentado que preferirían como su candidata a Ximena Rincón en lugar de Evelyn Matthei, de quien dicen no representarlos “por su historial derechista”.

En este entramado de deserción doctrinaria, RN ha golpeado fuerte a su socio UDI, partido en el cual subsiste una mayoría de quienes preservan intacto el pensamiento de Jaime Guzmán. No es fácil entender cómo la que fuera la colectividad más votada del país se haya dejado tironear de la solapa hacia un nulo centrismo que no responde a su génesis.

Grave y preocupante resulta la apuesta de RN, la que apunta a que, sí o sí, Evelyn Matthei será la ganadora de la segunda vuelta, porque contará con la votación garantizada de la izquierda, la que, y esto es un hecho de la causa, se juramentó para impedir que la derecha/derecha llegue a La Moneda.

El deslenguado e irrelevante diputado Vlado (Verdugo) Mirosevic -solitario representante de un partidito condenado a su extinción-, le dio su apoyo (¿?) a Tohá. Este espécimen tuvo la desvergüenza de decir que “no quiero que mis hijos vivan en un país gobernado por la extrema derecha”. Omitió reconocer que hemos sido millones los chilenos que hemos vivido, y sin chistar, bajo el más descarado, deshonesto y delictivo de todos los Gobiernos que ha tenido el país.

Su pública afirmación es el mejor refuerzo a lo resuelto por la izquierda en su conjunto, esto es, contribuir con su voto a garantizar, en segunda vuelta, que sea Matthei y no otro quien llegue a La Moneda. Tan sombrío escenario implica que el siniestro marxismo no será marginado y continuará en la berma del camino trazado por estos centristas hoy camuflados de opositores.

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