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Por Raúl Pizarro Rivera


La precandidata presidencial de ChileVamos, Evelyn Matthei, desde que fue proclamada como tal, inició un estéril ciclo de llamados “a los demás candidatos de derecha” -o sea, ella se siente como tal- para que participasen en una primaria amplia: Johannes Kaiser (NL) y JA Kast (PR) le respondieron que “iremos directamente a primera vuelta”.

Para ambos estaba, y está, muy clara la maniobra de ChileVamos y, específicamente, de la ahora centrista RN: saben, porque la izquierda se juramentó para ello, que en una primaria entre ellos tres, todos los partidos vinculados al Gobierno marxista se volcarían en masa a las urnas en apoyo a Matthei.

La (centro)izquierda, hoy amiga de RN, pretende evitar, a cualquier precio, que alguien de la “ultra derecha” llegue a La Moneda “por constituir una amenaza para la democracia” (¡¡!!).

La precandidata PC, Jeannette Jara, calificó de “democracia de otro estilo” a Cuba, donde se permite el uso de televisores, pero siempre que ello sea informado al Estado, el cual los conecta a su agencia secreta para espiar la eventual presencia en las emisiones de “enemigos de la revolución”… Daniel Jadue, candidato a diputado por el distrito 9, insistió en que “Venezuela es una democracia”, y el dictador Maduro le negó la solicitud de pasaporte a ¡7 millones de ciudadanos! que pidieron salir formalmente del país, tras su fraude electoral.

Para hablar de democracias hay que tener mucho cuidado.

El único, y más interesado, en participar en una primaria con Matthei fue, y era hasta hace días, Rodolfo Carter, alcalde por 13 años de La Florida.

Carter fue el pionero en echar abajo las ‘casas narco’, pero ante la celebridad alcanzada por ello, el Gobierno le negó el soporte policial para tales acciones. Con posterioridad, muchos ediles boricistas hicieron lo mismo, cacareando sus ideas y con un gran despliegue colaborativo de Carabineros.

Carter, un derechista de verdad, se entrevistó con el presidente de RN, Rodrigo Galilea, quien le informó no existir posibilidad para que él fuese a una primaria con Matthei, porque “usas un tono muy frontal” y porque la idea del partido es “atraer a fuerzas de diferentes sensibilidades”, o sea, Demócratas, Amarillos y DC huachos, todos en vías de extinción y por sus 30 años de dependiente convivencia con la izquierda, sea en la (ex) Concertación y, luego, en la (ex) Nueva Mayoría, y ello en el mismo corral con el comunismo.

Tal discriminación hacia un opositor de gran adhesión popular, revela el artero giro doctrinario asumido por una colectividad cuya cuna fue la reordenación y actualización socio/económica del país. En éstas fue clave la activa participación de varios fundadores del partido, tras contribuir a salvarlo de la vía chilena al socialismo de Allende.

Galilea, vinculado al rubro de la construcción, adquirió cierto renombre cuando el fallecido Mandatario centrista anterior lo designó Intendente (hoy Delegado Presidencial) del Maule. Para la última elección parlamentaria (noviembre de 2021), tuvo una adhesión miserable y lo salvó Juan Castro, ex alcalde talquino, quien con su avasallador respaldo ciudadano lo arrastró al Senado. Sin oficio ni mérito para llegar a dirigir al partido, por su diferente enfoque político con él, Castro se mandó cambiar al Social Cristiano.

Este curioso “opositor” aspira a un camino despejado para Matthei hasta la segunda vuelta y para hacer el show de una primaria interna estaría dispuesto el senador Francisco Chahuán.

Sabe RN que llegada la instancia final, su candidata recibirá el apoyo masivo del Frente Amplio, del centrismo y del mal llamado socialismo democrático. Pero dicho aporte implicará algún tipo de un compromiso ¿Cuál?...

El cálculo de Galilea no es correlativo al sentir de la gente que, no por nada, tiene al Presidente sumido en una aprobación de un revelador 25%. La ciudadanía se ha expresado, y lo sigue haciendo, por autoridades firmes, decididas y dispuestas a exterminar rápido y de raíz a todo tipo de delincuencia: la organizada, la extranjera, la juvenil y la asociada a los políticos.

El “hacerlo en la medida de lo posible” y, peor aún, tendiéndole una mano al adversario impulsor del delito y de la criminalidad, constituye una traición a una población entregada a su suerte por la inseguridad. Galilea mantiene una deuda con su propia militancia y con la ciudadanía en general: su silencio frente a la conducta individualista e indisciplinada de su militante Manuel José Ossandón. Éste corrió por fuera de la colectividad para obtener la presidencia del Senado, la que ganó con la unanimidad de los votos de la izquierda, hasta del comunismo.

El resto de sus colegas votó por el candidato oficial de RN, que, increíblemente, no era él. Todo quedó como si nada hubiese ocurrido…

Ossandón, quien públicamente ha alabado “el legado de la Concertación”, está gestando acercamientos para transar entendimientos legislativos con senadores declarados enemigos de la democracia y que, incluso, intentaron derrocar a un Presidente miembro y financista de su colectividad.

El italiano Bruno Dente, académico milanés y doctor honoris causa de la Universidad de Barcelona, hace un rotundo distingo entre la política y los políticos: de aquella dice que “es la habilidad para resolver grandes desafíos colectivos de los países”, lo que los políticos asumen sólo “como normas o regulaciones e incluso hasta como servicios de utilidad pública. ¡Así es imposible resolver los grandes proyectos y desafíos para un país!”. A su juicio, ésta es la gran razón de que “la gente no cree en los políticos”.

Culpa de esta realidad a los partidos, “por no haber sabido conservar firmemente sus respectivas ideologías”, ante lo cual, dice, “hay una dura competencia de propuestas fantasiosas, casi incomprensibles para la gente”. Se llega, entonces, a la decepción (acerca de un partido o de un político en particular), la que, a su vez, induce a la pérdida de confianza. Esto ya lo vivieron en carne propia todos los (mal llamados) opositores que, a fines de 2024, le dieron un balón de oxígeno a un Gobierno extinto, el mismo que se armó para hacer añicos a la derecha e incluso intentó derrocar a un Presidente afín a dichos dialoguistas.

Mientras Manuel José Ossandón le abría paso a Isabel Allende para que le mintiese al país desde la sala del Senado, Paola Assael, de la encuestadora Black & White, demostraba con números que el 84% de los chilenos aprobó la destitución de aquélla. Un dato que debe alarmar a quienes juegan con la confianza de la ciudadanía: un 96% reveló estar informada de lo que está pasando entre los políticos.

Pasan los siglos y todavía subsisten individuos, como Galilea y Ossandón, que rehúsan convencerse de que el enemigo, por concepción vital, nada merece, salvo una condena. El sólo hecho de dialogar con él constituye una traición a la libertad, a la democracia y a la paz ciudadana.

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