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Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


Como suele ocurrir cuando no existe la hidalguía política y  a propósito del asesinato de un carabinero en Chillán, el presidente de la República desclasificó una conversación privada con el timonel de la UDI.

Cabe preguntarse qué tiene que ver Javier Macaya con una situación que ya ha desbordado todo límite. Nada, más allá de su preocupación por el estado de violencia que vive el país desde hace ya bastante tiempo y que seguramente se lo ha manifestado a las autoridades del gobierno.

Lo importante de destacar es que el Presidente dio cuenta de una visita privada del senador donde habrían abordado diversas cuestiones de carácter político y se sabría que Macaya fue a poner a disposición del gobernante las insignias del partido para defender la institucionalidad si gana el rechazo. Es decir, si gana el rechazo hay que hacer algo para que termine su período y la democracia no se vea amenazada por el clamor ciudadano.

Macaya es un oscuro político, nacido en la zona de O’Higgins, que fue escalando posiciones en tanto cuanto la UDI perdía identidad y renegaba de su historia y, peor aún, cambiaba su concepción valórica. Pertenece a la camada de varios que han surgido de la mano de Larraín, el único militante no fundador que se ha empeñado en cavar la tumba del partido.

Javier no es un hombre de sobresaliente cultura ni experiencia. Empinándose por sobre los 40 años, en los cuales prácticamente no ha conocido lo que es la experiencia del trabajo y ha vivido de la política como muchos de sus mentores, algunos de los cuales ya se jubilaron o los jubilaron. Por tanto recurre a su pobre experiencia histórica, la única que pueden manejar con cierto dominio, ya que lo hicieron con Lagos salvándole el pellejo, sin importarles la razón de las acusaciones de corrupción, transformándolo en un “impoluto” político.

La UDI esa “audacia” la ha pagado cara. Los persiguieron sin piedad por el famoso tema de las boletas ideológicamente falsas, teniendo hoy a uno de sus fundadores preso y olvidado por las generaciones que hoy dirigen esa colectividad chanta en su forma y en su alma.

A comienzos del 2.000 un grupo de personas vinculadas a la izquierda, uno de los cuales es un conocido conductor de televisión crea una revista llamada Plan B. En dicha publicación se acusa falsamente, cómo quedó demostrado en los juicios posteriores, a toda la dirigencia política de la UDI de involucrarse en delitos de carácter sexual. Gemita Bueno y el cura Jolo son los artífices del infundio, el que más tarde reconocen como un montaje para destruir la imagen de los próceres de dicho partido.

Para variar, en años posteriores la Sra. alcaldesa de Providencia de apellido Matthei, también UDI,  contrata a uno de los socios de dicha revista en un importante cargo cultural, al que tuvo que despedir luego de un par de años por razones que siguen siendo un misterio tanto en los hechos, como en la indemnización para que seguramente se fuera callado.

Pero el señor Macaya parece ser ajeno a la historia que la izquierda ha tenido con su partido. Total, él forma parte del nuevo elenco que habla y actúa de acuerdo al pito que le tocan desde la abadía del partido comunista que los ha destruido por dentro.

Entonces, qué duda cabría del ardid del presidente al desclasificar una conversación privada para utilizarla con propósitos electorales, ad portas de una elección y al clamar al cielo por el descontrol de la violencia que él en persona azuzó desde todos los púlpitos que le fueron posibles. Pero Macaya se estaría rindiendo a los pies de este “falso demócrata”

Pero más que de grandes conspiraciones, oscuros intereses y maniobras diabólicas nuestras desgracias colectivas son casi siempre fruto de la estupidez humana, que es capaz de adquirir formas de lo más diverso. La estupidez está infravalorada como motor capaz de mover el mundo y hacemos mal, porque su capacidad de influencia está demostrada en la Historia, así con mayúscula, y se sigue percibiendo con claridad en las pequeñas historias de cada día. La estupidez humana como elemento desencadenante de situaciones que nos afectan está mucho más presente de lo que normalmente queremos admitir. Pero quizás la mayor de todas las que cometemos como pueblo sea permitir que todo esto pase.

Dígame usted si no ha sido estupidez colectiva tener las autoridades que tenemos y a los políticos que usufructúan del poder que Ud. mismo les ha confiado.

Llegó la hora de decir ¡basta!, Rechace y luego cámbielos…por decencia.

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