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Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


En la historias de mujeres malas expresada en la literatura del siglo XIX en adelante, siempre se ha jugado con algunas de las obsesiones que imperan en la cultura popular, desde la fascinación obscena que producen hoy los talk shows (programas de entrevistas) que se ven en la pantalla de cristal, hasta las fantasías delirantes que generan las ambiciones políticas ayudadas por las nuevas tecnologías de comunicación social. Es tal la imprudencia de dicha ambición, que corren el inminente riesgo de convertirse y convertirnos en modems de computadora pasando por todo tipo de reconversiones y promesas categóricas como posesas de signos diabólicos.

La literatura es pródiga en relatos de mujeres malas, incluso hasta el sacrificio y el martirio erótico tocando incluso las formas de fetichismos criminal .En muchos de ellos el sometimiento a las formas más feroces de lo políticamente correcto. Los relatos de historias de mujeres malas están  cargados de humor negro y están impregnados de pesimismo sórdido y desesperanza. El comportamiento de mujeres que hacen el papel de madrastras de la política nos hacen reflexionar en un ejercicio necesario y tan útil para rescatar lo que nos resta de humanidad en un tiempo de sometimiento emocional, de muerte de los afectos y fanatismo por lo inmediato. Pero cuidado, contrariamente a lo que se podría pensar, no estoy hablando de literatura que describa una actitud misógina sino que es la explicación al comportamiento que estos personajes tienen por la incomprensión del sexo opuesto, por los deseos reprimidos, las fantasías inconfesadas, la certeza de que en algún lado hay una sexualidad mejor que las que demuestran.

En todo el espectro político hay mujeres malas y cuentistas. El partido comunista es experto en criar y almacenar especímenes de esta naturaleza, a lo que se suma lo poco agraciada que ha sido la naturaleza con la mayoría ellas, amalgamando una mezcla de odio y resentimiento difícilmente controlable.

En el lado opuesto no tanto tampoco, ya que en los tiempos actuales el posmodernismo ha hecho estragos en los principios y valores que caracterizaron a la derecha chilena, aggiornandose y quemando todo lo que han adorado y adorando todo lo que han quemado.

Sobresale la imprudencia arrogante de una política de profesión que sobre toda regla intenta imponer sus criterios como si estuviese marcada por la divinidad. Pasionaria sin vuelta, activa los cerrojos de seguridad de la bomba de tiempo que está lanzada sobre la República e insiste en plantear cambios constitucionales a la actual carta fundamental que nos rige, asegurando por anticipado un proceso de inestabilidad política  sin siquiera esperar el veredicto del pueblo.

Dicho veredicto, que fue afirmado en el plebiscito que dio origen al proceso que vivimos, estableció que de rechazarse lo propuesto sigue imperando en todo su vigor la actual constitución. Ese es el compromiso político que votó mayoritariamente el pueblo.

Pero a ella y a sus pocos compinches (solo el 90% del 3 %) poco o nada les importa lo que el pueblo hubiese dicho. La declaró muerta y por tanto el bienestar del país pasa primero por la ambición de poder y toda suerte de frustraciones que  se expresan en este comportamiento. Es curioso e increíble a la vez. El padre del psicoanálisis se preguntó una vez ¿Que quiere la mujer? Y fue la única pregunta que según propia confesión Freud nunca pudo contestar. En el caso que comento ¿Que quiere esta mujer?... Solo puedo pensar en que será recordada como la madrastra de la derecha política y la sepulturera de la República. 

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