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Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


Ha transcurrido el tiempo y brotan los recuerdos épicos de una lucha sin cuartel en defensa de la libertad. Una libertad amenazada por la más sangrienta ideología que ha conocido la humanidad. Pueblos completos sojuzgados bajo las consignas del hombre nuevo. El hombre que con la hoz y el martillo construiría el paraíso comunista. Así, sin perderse un minuto, por más de 70 años el mundo estuvo divido entre aquellos hombres que privilegiaron la conquista de la libertad con responsabilidad y esfuerzo, defendiéndola como el más preciado don emanado de Dios y aquellos que la hipotecaron pensando que sus vidas cambiarían por la sola fuerza de la voz que traía el mensaje “Uníos proletarios del mundo “.

Por 70 años se fue esclavizando al ser humano, haciéndolo funcional al Estado patrón y dueño de sus decisiones.

Un muro cruzó por varios kilómetros la tierra de Beethoven, Wagner, Goethe, y tantos otros genios del arte como del pensamiento. Una muralla donde quien se atrevía a saltarla moría acribillado por las balas de un gendarme de la Stasi, una de las policías secretas más brutales que se conociera.

Pues bien, ese mismo muro fue el refugio de los militantes socialistas y comunistas que un día 11 de septiembre arrancado de su fracasado intento de transformar Chile en una colonia más de la ideología del mal, se cobijaron bajo el alero protector de doña Margot y del tirano Honecker.

No solo disfrutaron de villas especialmente entregadas a estos refugiados, sino además de todo beneficio para su subsistencia. El precio: negar de por vida lo que de verdad significaba la ideología del mal y su práctica y por cierto la verdadera razón del muro de la ignominia.

En 1989 ese muro cayó definitivamente con un fuerte mensaje bajo la voz del Papa San Juan Pablo II, de Ronald Reagan y de Margaret Thatcher, líderes indiscutidos del mundo occidental en el siglo XX, pero a los cuales otro líder se había adelantado en 1973 propinando la peor derrota al comunismo mundial, no perdonada hasta el día de hoy por quienes envenenados por la ideología del mal y travistiéndose con ropajes posmodernos intentan luego de 50 años volver a implantar una ideología que pone al hombre al servicio del Estado, sojuzgando su libertad y dignidad.

Los cabecillas de estas nuevas formas de pensamiento y acción estratégica retornaron a Chile cuando el Gobierno Militar, cumpliendo su mandato constitucional, hizo entrega del gobierno a la coalición triunfadora en el plebiscito de 1988.

Y por cierto comenzó el pago de cuenta a quienes les habían brindado apoyo y protección y una de las peores atrocidades cometidas fue otorgar asilo al tirano Honecker y a su mujer e impedir que fuesen condenados por genocidio y feroz atropello a los DD.HH. en su país de origen. Ambos murieron en Chile bajo la protección de los gobernantes chilenos de turno y por cierto con los honores que les rindió el Partido Comunista dirigido por Tellier, hoy candidato al senado de lo que queda de República.

Pero ojo, para esconder los crímenes y atrocidades de los jerarcas alemanes comunistas se prestó toda la concertación completa. Como Judas, por un puñado de votos para mantener el poder, no trepidaron en salvar a Honecker y paralelamente llevar a cabo la peor persecución a los militares que salvaron Chile de la ideología del mal. Para vergüenza de la historia, construyeron una cárcel donde hoy mueren ancianos que han sido condenados por “ficciones jurídicas” sin derechos de ninguna naturaleza. Así pagó la democracia cristiana sus llamados a los militares a devolverle a Chile su dignidad y a derrotar “el ejército paralelo que habían formado para dar el golpe de estado y tomar el control absoluto del poder” según rezan las opiniones de Freí Montalva y Patricio Aylwin, este último en una gran concentración en avenida Grecia con Vicuña Mackenna el 9 de septiembre, donde fue el único orador representando a todos los sectores que se oponían al gobierno marxista

Por Dios que frágil es la memoria y que triste la conducta desagradecida del chileno.

Es hora de ponernos al día, recuperar nuestra impronta de país civilizado y volver a propinar una derrota definitiva a los mensajeros y apóstoles del mal.

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