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Osvaldo Rivera Riffo
Presidente Fundación Voz Nacional


Muchas generaciones a partir de 1965 han visto esta comedia del teatro chileno, considerada un clásico, junto a la Pérgola de las Flores, escrita por Alejandro Sieveking y que a lo largo de los años ha tenido innumerables presentaciones y con variados elencos.

Su argumento principal está basado en una viuda campesina que lleva a sus tres hijos al pueblo cercano con la finalidad de encontrar, ella, un nuevo amor y aprovechar la oportunidad para buscar novias a sus tres cachorros.

Como no conocen la realidad del pueblo, se maravillan con todo lo que observan y se alojan en un prostíbulo creyendo que es un hotel y se arma la remolienda. Los hijos terminan enredados con las niñas de la casa y la madre descubre que la regenta es su hermana.

A partir del 2017, una nueva versión se ha instalado en la cartelera del teatro político nacional. Con la diferencia que en vez de comedia la han modificado y ha terminado convirtiéndose en un drama.

Han cambiado los roles de los personajes y la escenografía es distinta. El pueblo geográficamente es un largo y angosto territorio donde compiten dos casas del llamado "buen vivir". Y pequeños emprendimientos políticos que pretenden alcanzar también "el buen vivir" de las ya consagradas.

Las casas con trayectoria desarrollan su actividad comercial con mecanismos socio políticos y mezclas culturales diversas. Una de ellas tiene un rotulo llamativo para llamar clientela, reza: "Aquí vamos". Sobresale por cierto el patrón del negocio, un ricachón que en su diversidad de negocios ha incursionado en este prostíbulo político. Este negocio no le ha sido fácil de regentar, le falta empatía y gracia para darle color a la fiesta. Cuando agarra la ponchera, en su ataranto la derrama sobre sus clientes. Tiene parroquianos variopintos desde unos pitucos con pantalones Dockers y camisas polo con el sweater amarrado al cuello. Otros de medio pelo que añoran el pasado esplendor y un “grupi” casi divertido de mocosos que sueñan a ser grandes y que llegan al negocio con la pachorra de hijos de papa, pero que a las claras representan lo desadaptados de clase que son. Entre todos arman una remolienda de padre y señor mío.

Unos quieren reemplazar al dueño con todo tipo de propuestas desde aliancistas-comandantistas, a feministas que reclaman que ese puesto corresponde ejercerlo a rubias poco cuidadas en el lenguaje. Pero donde la pretensión es máxima es en el grupo de mocosos que la revuelven llevando al boliche clientes de la competencia buscando entre ellos parentesco.

Para completar la escena, por los alrededores mira uno con el cogote estirado, como paloma de plaza y pía en una jerga inentendible son "chéveres" "parece que este boliche es de derecha" e intenta meterse en la remolienda.

En el otro côtè la casa de huifa es fenomenal. Se regenta por colectivos y en cada uno de ellos hay ejemplares sacados del nosocomio. Es poco refinado el ambiente de gustos kitsch donde unos siúticos metidos a pitucos se acuchillan entre ellos. Es un ambiente donde se cultiva el modo de vida llamado red-set. Todos nuevos ricos salidos del hoyo de Bascuñán Guerrero.

Regenta el sector una señora gorda que vive en el extranjero, rubia también, que se ha empeñado en casar a unas de sus niñas con el poder del boliche. No le ha ido muy bien a pesar del empeño. Es flaca, muy huesuda y de aspecto descuidado sobre todo en la expresión de ideas, no las coordina, pero como la regenta manda, capaz que termine competiendo. También este sector tiene mocosos y viejas no precisamente revoltosos, sino abiertamente revolucionarios, que crean problemas a la unidad del boliche. Por ahí anda una vieja emplumada que asegura estudió guerrilla en una escuelita de Libia, que también quiere empoderarse incluyendo a su amante. También otra hijastra de la gorda que dice ser cristiana y que también le come la ambición, pero sin futuro: es media lesa la iñora.

Es tal la remolienda que al pobre pueblo lo han destruido. Los negocios de otros rubros han desaparecido. La gente de vida decente se comienza a organizar para pedir el cierre definitivo de estas casas de P... y volver al orden asegurando el porvenir de sus descendencias.

La obra tiene un final todavía inconcluso; se pretende elegir entre remolienderos y decentes, a un grupo que redacte las nueva reglas pero en el intertanto hay aires de revuelta. El gerente general de un bando tiene las barbas en remojo mientras los del lado contrario miran, con la experiencia ya vivida, las direcciones de las legaciones extranjeras. Sin duda que se discute el final. Uno de los mocosos incendiarios se va a Londres a buscar nuevos argumentos para el capítulo final de esta nueva versión de la remolienda política.

Veremos qué tan buena sale esta versión, claro que como es drama: ¡prepárense para llorar!

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