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2 DE JUNIO DE 2021 

 

 

 

 

 

Hermógenes Pérez de Arce


Yo había escrito este blog sobre la última rendición de cuentas de Piñera (nunca más adecuada la palabra “rendición”) y lo había titulado “Piñera se Vende al Diablo”, pero cuando creí archivarlo, algo lo hizo desaparecer y perdí dos horas de trabajo. De modo que, resignadamente, decidí rehacerlo con el nombre de Dios, para que no volviera a desaparecer.

En la cuenta final de sus dos mandatos, destinados básicamente a procurar realzar su propia figura, acaparar todos los focos y titulares y, tras haber luchado hasta el último instante por conseguir que su última cuenta a la nación se transmitiera en horario “prime”, para que el mayor número posible de telespectadores tuviera que ver y oír a la persona que él más ama, Piñera logró un epílogo paradigmático: esta vez rindió al comunismo el último valor que nos quedaba, la familia.

Nuestra actual y excelente Constitución, legada por el mejor Presidente del siglo XX, si es que no de toda nuestra historia, dice en su artículo 1°: “La familia es el núcleo fundamental de la sociedad”. Y como ya Piñera “se había echado” otros dos núcleos casi tan fundamentales como ése, el estado de derecho, en su primer mandato, al triplicar las querellas inconstitucionales, ilegales y arbitrarias contra exuniformados; y la Constitución misma el 15 de noviembre de 2019, ya durante su segundo mandato, sólo le faltaba “completar su legado” y "echarse" el “núcleo fundamental de la sociedad”, propiciando una falsificación del matrimonio, como la que pretende consagrar entre personas de un mismo sexo.

Pues la piedra angular de nuestra juridicidad, el Código Civil de Bello, dice textualmente: “el matrimonio es un contrato solemne por el cual un hombre y una mujer se unen actual e indisolublemente... para vivir juntos, procrear y auxiliarse mutuamente”. De modo que llamar “matrimonio” a otras uniones es destructivo del “núcleo fundamental”, la familia.

Por la vía de la degeneración izquierdista de las costumbres y la convivencia tenemos hoy una realidad penosa: tres de cada cuatro niños nacen fuera del matrimonio, y .por eso hay falanges de jóvenes destructivos que han arrasado nuestras ciudades, dejando, de paso, en evidencia la incapacidad de Piñera de cumplir con una de las dos obligaciones básicas de todo Presidente, defender la soberanía y mantener el orden público.

Ya se había rendido Piñera en su primer mandato a la izquierda y arrasado con el debido proceso para exmilitares, en forma tan indignante como la que llevó al suicidio al general (r) Odlanier Mena, preso pese a ser inocente del delito que se le imputaba, ya además jurídicamente extinguido por la amnistía, la prescripción y la cosa juzgada; y como el general Héctor Orozco, igualmente inocente, pues estaba cumpliendo diez años por salir a preguntar en 1973 el origen de unos disparos. El respectivo ministro sumariante rojo también había pasado por sobre la amnistía, la prescripción y la cosa juzgada.

Esta carnicería del debido proceso fue un primer legado de Piñera. Y el segundo consistió en rendir la Constitución misma que le dio a Chile los mejores treinta años de su historia y lo elevó al primer lugar de América Latina, sólo perdido en este segundo mandato suyo a manos de Panamá.

Y ahora, al desvirtuar el “núcleo fundamental de la sociedad”, satisfaciendo los anhelos de un marxismo-leninismo demoledor de las bases de la chilenidad, Piñera ha puesto un broche de oro final a su gestión.

El minuto de silencio que pidió para las víctimas de la pandemia debió haberse hecho extensivo, entonces, a los valores fundamentales que él se ha dedicado metódicamente a destruir, contra lo que Dios manda y contra lo que es mejor para nuestra hoy alicaída chilenidad.  

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/

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