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jueves, 15 de febrero de 2018

 

 

          Aprovechando que colegios y universidades están en vacaciones, quiero revalidar una idea que he propuesto antes. Originalmente se la oí a un rector de un instituto profesional que, invitado a un almuerzo periódico de personas preocupadas por el porvenir de Chile, fue preguntado por un comensal acerca de cuál sería la solución para el problema educacional. El rector respondió que, como primera medida, él le pondría una bomba al Ministerio de Educación, haciéndolo desaparecer.

          He pensado muchas veces en esa idea, porque la hace tentadora el hecho de que el presupuesto anual de ese Ministerio sea como 14 billones de pesos, es decir, 14 millones de millones, y con esa plata, en cifras redondas, se le podría dar a cada familia chilena un voucher por cuatro millones de pesos anuales por cada hijo colegial o universitario y así podría matricularlo sin costo para ella en cualquiera de los mejores y más caros colegios o universidades.

          Como en la explosión del Ministerio desaparecerían todos los planes y programas que su burocracia ha elaborado, junto con Subsecretarías, Superintendencias e Inspecciones, cada establecimiento de enseñanza crearía libremente los que encontrara mejores y el nivel de la educación subiría mucho, porque la única enseñanza chilena que se acerca en calidad a la de países avanzados es la particular pagada en razón de que es un poco más libre y competitiva. Tras la bomba en el Ministerio toda la enseñanza del país sería particular pagada y a nadie le faltaría la plata para mandar a sus hijos al mejor colegio o universidad.

          Los mejores profesores ganarían más, porque todos los establecimientos necesitarían competir en calidad para atraer alumnos y, por tanto, contratarían a los mejores profesores. Esto haría que los estudiantes de los Institutos Pedagógicos se esforzaran y aprendieran más, en lugar de lanzar piedras a los carabineros, para ser contratados. Es decir, habría muchos más buenos profesores y se llenarían de alumnos los colegios y universidades en que ellos hicieran clases. 

         Y los padres que optaran por enseñar en la casa (“home-school learning”) podrían hacerlo y quedarse con la plata del voucher, haciéndose responsables de enseñar bien a sus hijos, en lugar de ver varias horas al día programas de farándula donde lo único que se enseña es a “crecer” abandonando al actual marido o actual mujer y a deshacer hogares. Por eso el Gobierno Militar tuvo que crear el Sename, a fines de los ’70: porque se deshacían las familias y muchos hijos quedaban “sueltos”. Y por eso en mi Programa de Gobierno se contempla un incentivo económico a la subsistencia de los hogares y las familias.

          Como se acerca el fin del verano ya sería un poco tarde para ponerle la bomba al Ministerio este año, pero le recomiendo a Gerardo Varela la idea, para que la implemente para el próximo.

          Mientras escribo me estoy comiendo un rico pan con mantequilla. No hay como el pan chileno en calidad y variedad. A veces el mejor no es el más caro, pero cada uno come el que prefiera, marraqueta, hallulla, molde o integral. Cualquiera puede fabricarlo y el precio es libre. Por eso nunca falta en ninguna parte. Hasta cualquier mendigo puede comprar uno con lo que le da un automovilista (o dos o tres) en una esquina.

          ¿Por qué en Chile no existe “el problema del pan”? Porque no hay un Ministerio del Pan.

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.cl/2018/02/una-bomba-en-el-ministerio.HTML

 

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