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Gonzalo Rojas


"La democracia procura favorecer los ideales, pero muchas veces tiene que conformarse con lo que hay”


A raíz de la notable victoria del Partido Republicano, se ha reavivado una obvia duda: cuando se dispone de una amplia mayoría, ¿se puede aplicar esa superioridad a la toma de decisiones mediante una simple operación matemática? ¿Es correcto en esos casos “pasar máquina”, invocando la voluntad popular que ha conformado esa mayoría? ¿O corresponde, por el contrario, desvanecer esa mayoría y darles a las minorías igual peso, por el solo hecho de que existan, desechando así toda operación matemática?

Por cierto, ambas posibilidades pueden legítimamente invocar principios democráticos de enorme valor. En el primer caso, el peso del sufragio mayoritario en la determinación de las decisiones; en el segundo, el valor del diálogo con las minorías, de modo que esas decisiones sirvan a todos.

La articulación de esos dos principios —el de la primacía de las mayorías y el del diálogo que respeta a las minorías— es lo que ha sido puesto en duda. Unos han supuesto que los 22 republicanos “pasarán máquina”; otros han alertado que “se rendirán a las minorías”.

Por supuesto que las dos tentaciones están a la vista; y por supuesto que la grandeza o pequeñez de ese grupo político quedará al descubierto si logra superar ambas tentaciones y articular los dos principios democráticos básicos… o sucumbe ante esos desafíos.

Y eso, además, habrá que hacerlo guardando otro equilibrio muy delicado. Recordemos que el Partido Republicano se opuso desde un comienzo a un segundo proceso constituyente, invocando el art. 142 de la Constitución y que, además, no firmó el acuerdo de las 12 bases. Pero también es efectivo que, a pesar de esa postura, y precisamente para no entregar por completo el nuevo proceso a quienes ilegítimamente lo impulsaron, decidió participar activamente.

Esta segunda tensión se resuelve también con otros dos principios: la democracia procura favorecer los ideales, pero muchas veces tiene que conformarse con “lo que hay” para, desde una situación precaria, volver a reponer los ideales.

El ideal era respetar el 62% del Rechazo y hacer reformas a la Constitución en sede legislativa. Algunos pensaron lo contrario, y es “lo que hay”. A partir de esa situación, los republicanos compitieron, ganaron y ahora tienen que honrar su 35,4%. Lo deben hacer, además, con las referencias establecidas: las 12 bases —aunque contengan contradicciones y ambigüedades evidentes, lo cual será también una gran ventaja al trabajar a partir de ellas— y el texto que entregue la Comisión Experta… incluyendo los vacíos que, paradójicamente, “pueda contener”. Las bases están lejos de ser un ideal, y quizás el texto de los expertos también lo esté. A esas realidades habrá que aplicarles los principios de las mayorías y del diálogo.

Veamos un par de ejemplos, de distinta densidad.

Una de las bases dice que hay que proteger “el interés superior de los niños, niñas y adolescentes”. Si el texto de los expertos implicase algún detrimento de la autoridad de los padres, los republicanos deberían intentar persuadir a la izquierda de sus efectos nocivos; frustrada esa posibilidad, y contando, se supone, con los votos de Chile Vamos, deberían aprobar una norma que garantice la autoridad de los progenitores. Principio de las mayorías.

Si, en paralelo, el régimen electoral propuesto por los expertos es de total agrado de los republicanos, pero suscita resistencia dura en las izquierdas, ¿por qué no buscar fórmulas que aseguren conformidad en todos los sectores? Bienvenido el diálogo.

La tarea encomendada a los republicanos es ardua, pero perfectamente posible si trabajan con respeto estricto a su propia doctrina y noble sujeción a los principios democráticos.

Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2023/05/17/107485/mayorias-y-dialogo.aspx

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