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Gonzalo Rojas


No lograrán ser los ministros aquello que el Presidente no quiere ni puede ser.


En pocos momentos se tiene la sensación —la certeza, más bien— de que el país está en una encrucijada decisiva.

Esta es una de esas situaciones, como en octubre de 1972, como en agosto de 1973.

Cuando los partidarios de una sociedad libre y responsable, ¡millones de chilenos!, observamos perplejos la disolución de todos los fundamentos y de casi todos los proyectos, poco importa preguntarse qué nos ha traído hasta acá (los análisis hacen nata, y algunos son certeros) y mucho menos sirve interrogarse sobre cómo se comportarán las izquierdas en el futuro (lo sabemos: las radicales van por el poder, ¡ya!, y las moderadas dirán amén, amén).

En este agosto que se asoma como bisagra (política, sanitaria, económica), lo más importante es lograr una articulación de liderazgos, de iniciativas y de fuerzas, que permitan conservar y potenciar lo poco que no han destrozado las izquierdas desde el poder ejecutivo o desde la rebelión callejera y parlamentaria.

¿No tenemos acaso el derecho y la obligación, todos los que creemos en otro proyecto —aun dentro de nuestros matices— de oponer lo mejor de nuestras inteligencias y de nuestras voluntades a las iniciativas disolventes? ¿No estamos acaso llamados por la Patria (¡qué poco se habla de ella, cuánto se la denigra de palabra y de obra!) a custodiar y a defender sus grandes bienes, hoy todos amagados, algunos ya dilapidados?

Liderazgo ya no se le puede pedir al Gobierno. Si con el cambio de gabinete recupera un poco de iniciativa y unos gramos de influencia, bien, pero todo indica que no lograrán ser los ministros aquello que el Presidente no quiere ni puede ser.

La conducción debe potenciarse desde múltiples fuentes de poder (¡sí, vamos a perderle el miedo a reconocer que hay poder en muchas instancias propias!) para que, más o menos coordinadas, se pueda desviar cada una de las flechas envenenadas que las izquierdas están lanzando a nuestra convivencia.

Frente a las desatadas violaciones parlamentarias al derecho, los dos partidos principales de Chile Vamos deben renovar lo antes posible sus directivas, eligiendo a políticos cuero de elefante con voluntad de hierro. Dirigentes que no trepiden en reconocer el conflicto agudo y se decidan a enfrentarlo. Y ante la posibilidad de que un plebiscito espurio e inconveniente llegue a realizarse, cierren filas por el Rechazo, confluyendo en la campaña con los múltiples liderazgos sociales que han de consolidarse.

Estas mismas voces han de apoyar las medidas preventivas y represivas que legítimamente deben tomarse para el control del orden público, ante la nueva ola de violencia insurreccional que desplegarán los altos mandos a través de las primeras líneas. Y si no hubiera ministros del Interior o Defensa suficientemente corajudos como para respaldar a quienes tienen el monopolio de las armas, tendrán que ser líderes sociales y políticos los que expresen ese apoyo. Ya sucedió en octubre.

La carrera presidencial se iniciará también dentro del contexto anterior. La candidatura Lavín será deductiva, dependiente de las señales de la gente, y se irá quedando aislada de las otras fuentes de poder, siempre riesgosas para un postulante que prefiere un místico contacto con las masas; la de José Antonio Kast, por el contrario, será conductiva, propositiva, articulada con cuantos liderazgos republicanos se hayan consolidado de aquí en adelante.

No deberán faltar las personalidades empresariales que, con transparencia, conduzcan la recuperación y sigan dando muestras de generosidad.

Y si a todo lo anterior se suma una presencia de líderes religiosos, morales e intelectuales que clamen sin ambigüedades por una Patria buena...

Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2020/07/29/80695/Multiples-liderazgos.aspx

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