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Gonzalo Ibáñez Santamaría


De manera inesperada, en su última cuenta anual, el presidente de la República, Sebastián Piñera, anunció su apoyo al proyecto de ley que reconoce la condición de matrimonio a la unión de parejas del mismo sexo. Es lo que se denomina “matrimonio igualitario”. En el caso de una pareja homosexual, eso le permitiría acceder a la adopción de niños en igualdad de condiciones que una parejas heterosexual, como si diera la mismo ser una u otra. Asimismo, le permitiría “encargar” niños a otras parejas heterosexuales o a hacer niños por vía fertilización in vitro con óvulos o espermatozoides de terceros de modo de darles después una supuesta condición legal de hijos.

Tengo perfecta conciencia de que hay personas que nacen con tendencia homosexual y que no es posible eliminárselas. Son personas cuyo cerebro funciona más bien con los rasgos de un sexo, pero dentro de un cuerpo del otro sexo. Ellas merecen todo nuestro respeto y por ningún motivo se las puede aislar u hostigar en razón de este rasgo que ellas presentan. Es muy natural, por lo demás, que entre ellas se creen lazos de amistad y de afección derivados de esta común condición. Pero, de ahí a creer que, yendo más lejos, puedan entablar entre ellas relaciones sexuales y afectivas similares a las que se dan entre personas de distinto sexo, hay una distancia infranqueable.

La unión de un varón y de una mujer con la finalidad de procrear, de ayudarse mutuamente y de enfrentar toda la vida juntos, que denominamos matrimonio, es irrepetible entre personas del mismo sexo, aunque mantengamos el mismo nombre. El organismo de las personas tiene sus reglas a las que no cabe sino adaptarnos. Por eso, es un engaño que se hace a estas personas al anunciarles que entre ellas -o ellos- podrán contraer matrimonio. Un varón, aun siendo homosexual, tiene un organismo de varón y por eso mismo no puede complementarse con otro varón al modo como podría hacerlo con una mujer. El SIDA está ahí, desde luego, para recordárnoslo. Por otra parte, pensar que un varón y una mujer son intercambiables a la hora de procrear y formar nuevas personas es simplemente una aberración que desconoce datos elementales de nuestra naturaleza. Definitivamente no da lo mismo ser varón o ser mujer. Por eso, la pareja entre ella y él no es reemplazable, cuando se trata de la formación de niños, por parejas sea de varones o de mujeres.

Legalizar la opción de este “matrimonio igualitario” es, por otra parte, una forma de decirle a la juventud que es indiferente mantener relaciones sexuales con personas tanto de un sexo como del otro. Es, por esa vía, una forma de inducir a esa juventud a la corrupción. Es lo que está haciendo el presidente Piñera con su anuncio: dar la partida a una carrera de corrupción de la juventud que va a gravitar pesadamente en el futuro tanto de esos jóvenes como de nuestra patria. Operar contra esa naturaleza es una manera de autodestruirse y de destruir a la sociedad de la que se forma parte. En esa carrera parece que entramos.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

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