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Gonzalo Ibáñez Santamaría


Si algo llama la atención en el debate político chileno es la paulatina pero ininterrumpida desafección de partidos hoy oficialistas, como RN y UDI, de todo lo que significó el alzamiento militar del 11 de septiembre de 1973 y el gobierno que lo continuó hasta marzo de 1990. Recordemos que esos partidos se organizaron al final de ese período precisamente para defender y proyectar el legado del gobierno militar y que muchos de sus adherentes trabajaron en ese gobierno. Pero, a muy poco andar, después de su término, tales partidos comenzaron a desperfilarse a este respecto y, poco a poco, a mimetizar su discurso con el de los partidos que habían estado al lado opuesto. Hoy giran en torno a Sebastián Piñera quien, proviniendo del RN original, ha hecho sin embargo de la condena del gobierno militar y del mismo pronunciamiento un eje de su discurso político. Todo lo que lleve el signo de ese gobierno les parece ahora negativo y reprobable.

RN y UDI no han sido capaces de sostener la validez del pronunciamiento del 11 de septiembre y por eso se han sumado al coro de sus detractores. Con eso, han creído ganar legitimidad para participar en el debate político, pero, por lo mismo se han quedado sin un discurso que los diferencie de los demás. El primer precio que han debido pagar es el de dejar de lado la exitosa política económica de ese gobierno militar, heredada después por los gobiernos de la Concertación. Hasta hace poco, orgullosos de sus resultados; ahora, van derivando hacia el discurso que la condena por haber promovido la desigualdad.

¿Qué diferencia van conservando todavía? Prácticamente ninguna. De hecho, muchos de sus parlamentarios han decidido saltar la valla y pasar explícitamente a defender posiciones que hasta hace poco se consideraban antagónicas. El caso más reciente fue el del apoyo masivo que dieron a proyectos de la oposición sobre el retiro de fondos de pensiones. Pero, ya antes se habían plegado a proyectos que han destruido a la familia, como el de la banalización del matrimonio, legalización del aborto y, ahora, de la eutanasia.

Lo cual no sería especialmente grave sino fuera porque detrás de la demolición de esos partidos sigue la de todo un ideario cuya finalidad es la de defender los valores más importantes de nuestro orden institucional, en especial, el de la unidad social fundamentada en la justicia y no en una utópica igualdad y el valor de la libertad fundamentada en la propiedad y en la iniciativa privada como motores del progreso social; el de la familia construida sobre la base del matrimonio de por vida entre un varón y una mujer abierto a la procreación y, sobre todo, el del respeto de la vida humana desde el momento de la concepción hasta el de la muerte natural.

Chile, en este estado de máxima confusión intelectual, afronta ahora la realización de un proceso de elaboración constitucional. Los pronósticos acerca de cuál sea el resultado distan mucho de ser optimistas.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

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