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Cristián Labbé Galilea


¿Será que, producto de encierros y feriados, parte de nuestros coterráneos se han “refugiado” cómodamente en el “sillón de Netflix” o en alguna progresista telenovela? ¡Así parece!... Sus relajadas observaciones de la realidad lo confirman.

Para ellos, “hechos y momentos” importantes de la contingencia van quedando minimizados o invisibilizados, dejando abierta una “fisura o grieta”, que amenaza y compromete nuestra sana y pacífica convivencia ciudadana.

Se suma a lo anterior el que actores relevantes, léase parlamentarios, partidos políticos, autoridades judiciales y de gobierno, incluso personajes de la sociedad civil parecieran tener la incauta percepción que la Convención Constituyente no logrará violentar el orden institucional, dado que existen los resguardos legales que lo impiden, por lo tanto… “no hay de qué preocuparse”.

Frente a una sucesión de polémicas, vicisitudes y hechos referidos a la instalación de la Convención, no son pocos los que coinciden que se trata “sólo” de formalidades, nimiedades, minucias y, lo mejor que pudo hacer el gobierno fue minimizarse “bajándole el perfil” a toda controversia.

Sin embargo, el que “convencionales autoconvocados” exijan, reclamen, demanden, critiquen y presionen por la renuncia de autoridades o por la liberación de violentistas, entre otros requerimientos, para esta pluma es un mal presagio… no sólo porque todo indica que van por la “autonomía constituyente total” sino porque, ante tales agravios, nadie les sale al paso con claridad y convicción… nadie les pone “las peras a cuatro”.

Da la impresión que, “bajo la fina capa” de la prudencia, se esconde una manifiesta indolencia. ¿Cómo va a ser posible que los principales actores (públicos y privados) le estén “abriendo la puerta al diablo”, al no percibir que bajo “la línea de la formalidad” se estén desplegando las raíces de un movimiento insurreccional de insospechadas consecuencias?

Uno esperaría que los constituyentes “ninguneados” por los autoconvocados, los parlamentarios que aparecen como directos amenazados, los partidos políticos, el poder judicial, la sociedad civil (gremios, agrupaciones, colectivos, etcétera...) debieran “poner el grito en el cielo” al comprobar la vulneración del orden institucional a través de “pequeñas formalidades”.

Leo y releo “Momentos Estelares de la Humanidad”, del Austriaco Stefan Zweig, y revivo el nacimiento del Mesías de Händel en 1741; la derrota de Napoleón en 1815; pero especialmente repaso la caída de Constantinopla a manos de los turcos, en 1453, porque me recuerda y advierte que, cuando se descuida una nimiedad como “la pequeña puerta de Kerkaporta” (por donde entraron los agresores), puede caer todo un imperio, aunque esté protegido por “murallas” impenetrables.

Comparto con mis contertulios esta historia porque ella nos enseña que todo detalle descuidado tiene efectos insospechados… En otras palabras, toda defensa tiene una “Kerkaporta”: o la cerramos ahora… o luego será tarde.

Cierro estas reflexiones parafraseando las últimas líneas de Zweig en sus “Momentos Estelares”: "Nuestro país hace siglos anhela la paz y la unidad que aún no ha conseguido. Una vez más, en medio de la niebla, se desvanece la quimera de vivir en un país pacificado".

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