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Claudio Moran Ibáñez


Esta escrito que la verdad nos hace libres. La mentira, por el contrario, sume al individuo en una prisión que se convierte en esclavitud. Y eso es lo que está ocurriendo en nuestro país, con compromiso transversal de diversos sectores políticos tradicionales.

El asesinato muy reciente de la sargento de Carabineros, pocos días después del asesinato de otro uniformado, incrementa la estadística que a su vez refrenda un hecho incuestionable pero que muchos siguen o negando o callando: Carabineros como institución está condenada a muerte, y el asesinato de sus funcionarios acaso solo cataliza ese proceso absolutamente premeditado.

Dicen todo empezó con el “negro matapacos”, el perro símbolo de la insurrección de 2019. En realidad, empezó lentamente mucho antes, con la invención de una “cultura” antipolicía, que terminó con ese concepto de décadas atrás de “un amigo en su camino”. Hay una razón sicológica envuelta: el policía uniformado es un símbolo cercano y tangible del Estado mismo, el intermediario real y visual de ese Estado y autoridades normalmente lejanas y que llegan al ciudadano común a través del policía. En consecuencia, la destrucción de ese Estado por una insurrección revolucionaria necesariamente pasa por la destrucción de esos símbolos vivientes y tangibles como en Chile es carabineros, máxime cuando se trata de la única policía de tales características y que nos distingue en toda América. La sentencia de muerte a Carabineros la emitió formalmente Lorena Fries, cuando era directora de esa irracionalidad llamada INDH: "Todos los carabineros son violadores de derechos humanos”, ¿lo recuerda?

En Chile la mentira se ha normalizado. Nadie lo dice, pero es simplemente aberrante e inconcebible en un país civilizado, que las policías sean cuestionadas por hacer de policías. Que se les restrinja o prohíba el uso de armas, se les limite su entrenamiento y no se les provea de recursos materiales y jurídicos para enfrentar el crimen organizado y el terrorismo, imponiéndoles “reglas del uso de la fuerza”. O sea, el Estado, mandatado constitucionalmente a mantener el orden y la seguridad, autolimita su propia fuerza sin importarle incumplir su principal obligación.

El mamarracho constitucional rechazado en Septiembre, eliminaba de facto a Carabineros por su carácter militar en formación, disciplina y normativa. Pero el proceso de destrucción de la institución empezó antes, y sigue aceleradamente. A propósito del “Día del joven delincuente”, mal llamado “combatiente” (a menos reconozcan sus sostenedores que es arma revolucionaria) se mostró directamente esa realidad que quieren escondernos: que Carabineros está controlado por la ONU, así como lo está el mismo Estado chileno. Todo esto de leyes especiales para las policías, mayores penas y esas cosas, son falacias. El Estado de Chile se amarró internacionalmente para desaparecer a Carabineros, establecer solo policías civiles, y de ahí los “cascos azules” ONU “dirigiendo” a los uniformados en esa vergonzosa jornada de cada año que se mantendrá hasta que desaparezca oficialmente la institución policial, el 29 de Marzo.

Carabineros y Chile entero están intervenidos, y en vías de desaparecer como Estado soberano. Así como el crimen organizado, mejor armado que las policías matan a funcionarios, llegará el momento de la eliminación física también de todos los “enemigos del nuevo orden mundial” y de la Agenda 2030 de la ONU, que escogió a nuestro país como campo de experimentación. Por eso acá se hace una nueva constitución, por ser uno de los parámetros establecidos que después se proyectará al resto de los países, y los políticos de izquierda y derecha están comprometidos con esta entrega de nuestra soberanía. La Historia registrará estos años como la gran traición de toda la clase política, de cómo el dinero y las prebendas pudieron más que el patriotismo. Con asesinatos de Carabineros, con centenares de inmigrantes ilegales diarios, con delincuencia y terrorismo desatados, con la perversión sexualizante de niños, con el sometimiento de las FF.AA. a la ideología globalista antipatriota, se demuestra la realidad. Dejen de mentir.

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