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Claudio Moran Ibáñez


No ha sido ese el único slogan de la mal  llamada “derecha chilena”, hay otros como “meritocracia”, pero es sin duda el más vistoso y distintivo del sector hasta hace muy pocos años. Superados en la Historia las discusiones teóricas entre conservadores y liberales, clericales y masones, ese término paso a ser el sello identificador de un sector, su “piso” frente a los diversos grados de colectivismo, el “común denominador” al momento de buscarse alianzas entre los varios partidos políticos que se declaraban “centroderecha”. Otro complejo.

Poco a poco, a partir de 1990, fueron claudicando de las concepciones que decían sustentar, y cediendo a las exigencias de la izquierda, concepciones globalistas, feministas, y etcétera, hasta abandonarlo todo a partir del 18 de octubre de 2019, cuando se entregaron por completo a los requerimientos de la izquierda violentista y claramente totalitaria. No es que ahora esa supuesta “derecha” este pactando con el partido comunista, en 2019 le entregaron el país entero a la versión siglo XXI del comunismo, que es el globalismo, aceptaron cambiar la libertad por la igualdad (supuesta), y nunca más se oyó siquiera hablar de “sociedad libre”, su sello de identidad.

Es menester entender todo esto, para a su vez comprender lo ocurrido a partir del 5 de septiembre último, cuando esa “derecha” corre a pactar con el derrotado gobierno de ultra izquierda, atribuyéndose la representación convencional de más de 8 millones de chilenos, iniciar un nuevo proceso constituyente consistente como antes, en una nueva constitución, no en reformas adicionales a la que existe. Ello salvó al gobierno de una inevitable dimisión si la oposición se hubiera comportado como oposición, y hubiera asumido su obligación histórica de salvar al país del precipicio en que cayó.

No hay semana en que no aparezcan nuevos flancos del desastre. Lo de cancillería evidenció el grave deterioro del manejo de asuntos diplomáticos y la politización de cancillería a manos de gente ignorante, vulgar e ideologizada, pero es como todo hoy: educación, salud, seguridad, fronteras, economía, futuro, que alguien me diga y demuestre que algo haya mejorado. Y es que de eso se trata la revolución, de destruir(deconstruir) todo, porque conciben que todo está mal hecho, para después construir-no “reconstruir”-una “nueva sociedad” bajo los parámetros del foro de Sao Paulo y el globalismo  manifestado en la CELAC de Buenos Aires. Nada ha sido ni es casualidad.

 “Chahuan pide favores” decía la canciller del gobierno de la ultra izquierda, el presidente de RN, partido de aquella “sociedad libre” le pide favores al neocomunismo, obvio no dará explicaciones a nadie, pero ello evidencia el grado de contubernio imperante. La “sociedad libre” fue negociada y entregada, todos comen en el mismo plato del globalismo. Esto ha pasado varias veces en la historia humana, los países y las civilizaciones caen desde adentro, carcomidas: así cayó el Imperio Romano, cuando los romanos se barbarizaron y los barbaros se romanizaron dicen los historiadores. En Chile, los “liberales” hoy son socialistas y apoyan  a Boric; los “socialistas” ganan sueldos millonarios y viven como grandes burgueses. Entre todos se fagocitan al país, lo destruyen día a día, nos pervirtieron el idioma y las costumbres, y son los mismos, siempre los mismos, se ha construido en Chile un “establishment” transversal que se apoderó del poder absolutamente, no hay espacio alguno para quienes disentimos del esquema único que se está imponiendo. Va más allá de las personas, de posibles candidaturas y esas cosas banales que en definitiva no lograran cambiar nada. Se trata de conceptos y convicciones. La libertad fue entregada, cada día casi se promulga una ley que atenta contra ella, cada día ingresan solo por Colchane alrededor de 900 inmigrantes ilegales, mas por otras fronteras, fronteras abiertas, discriminación contra los chilenos, mientras extranjeros de dudoso origen y no deseados por nuestra Patria, se apropian de beneficios sociales merced los decretos de 2015 que dejo Bachelet. La cifra oficial de inmigrantes es de alrededor de millón y medio, en la realidad superan los 3 millones. Es una invasión, miles de criminales entre ellos, nuestra economía arruinada, la moral colectiva también. ¿Y nuestra libertad?

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