20 de abril de 2020 

 

 

 

 

  

Pablo Errázuriz Montes


Nunca tuve talento para desempeñarme como atleta en el colegio. Lo digo con congoja. En los torneos atléticos entre colegios y liceos de la capital, los que padecíamos de esta condición de capiti diminutio, solo participábamos en las barras que alentaban a los competidores. Para darnos importancia entre la concurrencia femenina que admiraba preferentemente a los competidores, a la edad propia de estos desvaríos, nuestra tarea ordinaria era destruir las enseñas de los colegios y liceos “enemigos”; especialmente de aquellos que ganaban más medallas. Esto daba lugar a grescas que permitían llamar la atención de las féminas. Obviamente este ejercicio, no daba dividendos en el torneo; incluso creo recordar que se sancionaba a los causantes, restando puntaje al colegio agresor.

El foro democrático, cuando escasean los liderazgos reales, fatalmente cae en estas conductas de los parias del atletismo. Los políticos buscan destacar, quemando las enseñas del contendor, ante la incapacidad de mostrar sus propias virtudes atléticas. Los cargos de representación popular, que debieran ser la corona de laurel de líderes talentosos, infortunadamente los ocupan preferentemente quienes reducen sus destrezas, a la maña para ganar torneos electorales y demoler la imagen de sus contendores.

El liderazgo político útil, es aquel de hombres y mujeres que conocen y hacen propios los verdaderos valores colectivos: la libertad, la justicia, la prosperidad, la sanidad, la sabiduría, la ciencia etc. Además de conocer, cultivar y promover esos valores, el líder debe estar dotado de la inteligencia para anticipar peligros y acechanzas que las circunstancias deparan a la colectividad.

Los foros políticos en democracia se ordenan desde la asamblea francesa de 1789, en derechas e izquierdas. Los valores que representan estas tendencias han sufrido a través de los años, mutaciones importantes. Esto se ha profundizado en la política contemporánea. Por lo que no es ocioso preguntarse: que es hoy en Chile, ser de derecha o ser de izquierda.

Patricio Aylwin, Ricardo Lagos, Alejandro Foxley, y muchos otros líderes que cimentaron el Chile capitalista y de libre mercado, eran autores de libros que abogaban por el colectivismo socialista, el proteccionismo arancelario, la planificación central y criticaban el sistema capitalista de libre mercado.

¿Cómo fue entonces para que la centro izquierda gobernara durante desde 1990 hasta 2010 hiciera propios los valores del libre mercado, ayudando a transformar a Chile, por primera vez en su historia en un país capitalista? Pues que a fines de 1988 empezó a desmoronarse el socialismo en el mundo, y a fines de 1989, era nada más que un montón de ruinas. En un brillante acto de travestismo político, se olvidaron de su socialismo y lo que identificaba “ser de izquierda” se diluyó en su repulsión por el gobierno militar con relato de éste, más o menos novelesco, que lo igualaba al nazismo. Sumado a ello una tibia, pero muy tibia agenda (anti) valórica progresista (que un principio no era consensuada por católicos de entre sus filas).

¿Qué identificaba entre 1990 y 2010 “ser de derecha”? Aquí la tarea de identificarse fue más difícil aún. La izquierda extra-sistema con luciferina sabiduría, asesinó a Jaime Guzmán, quien con sus defectos personales[1] era sin duda un referente ideológico de la derecha. En principio casi todos los parlamentarios electos, defendieron los valores que representó el gobierno militar[2]. Con el transcurso de los años esta adhesión fue raleando al hacerse “odioso” defender esos principios, frente a una izquierda beligerante; y “costoso” en la aciaga batalla por los votos. Era demasiado onerosa la campaña anti-Pinochet, para gastar recursos en su defensa.

Pero la razón más importante de la debilidad de la derecha estuvo basada en las condiciones de posibilidad de la gran prosperidad capitalista, que absorbió a una generación completa de talentos, quienes se dedicaron fundamentalmente a crear riqueza a través de la iniciativa privada, dejando en manos de los menos talentosos la tarea de hacer política. Lo mismo que décadas antes había sucedido con la profesión pedagógica, con el clero y con la judicatura (tres pilares de la República), sucedía ahora en la política.

¿Cuál fue el resultado? Que en un alto porcentaje se anotaran como “líderes” de derecha, quienes solo tenían talento para ganar elecciones, pero ninguna cercanía a conceptos abstractos de filosofía ni ciencia política. La doctrina fue solo apuntar en las encuestas. La “política” para la derecha, pasó a ser un sórdido esfuerzo por financiar campañas para ganar elecciones. La política transformada en mercadotecnia. Se trataba de ganar como fuere. Paradójicamente no necesariamente para cambiar; porque la izquierda hacía políticas económicas de derecha y dada la ignorancia ambiental, con eso bastaba.

Siguiendo la primera ley de Lord Acton, (el poder corrompe) la larga permanencia en el gobierno de la Concertación, trajo secuelas de corrupción que desmejoraron su plataforma de apoyo electoral y un candidato de derecha, “figura”[3] (sin principios ni relatos explícitos) amagó a la perla de la corona de la izquierda, Ricardo Lagos Escobar. Lagos, líder sólido e intelectualmente dotado, superó solo por estrecho margen de votos, a la “figura” derechista. Entonces la izquierda encendió las alarmas: La política ya no demandaba líderes. Demandaba figuras que apuntaran en las encuestas. La mercadotecnia política, cultivada hasta entonces solo por la derecha, pasó ahora a ocupar todo el espectro. La izquierda promovió entonces, por la sola circunstancia de su vendedora imagen, con delantal blanco, estetoscopio al cuello o traje de tanquista,[4] a quien carecía de los mínimos talentos y destrezas para detentar el cargo de jefe del Estado.

A estas alturas de la historia; ¿Qué partido político se ocupaba de los principios, de los valores, que debieran ser los pilares de la República? ¿Qué partido político se estaba ocupando de anticiparse a los peligros que nos acechaban? [5] No había tiempo. Demasiado tiempo y recursos demandaba la mercadotecnia ejercida en ambos costados del espectro, para conservar el cargo y evitar que te desembarcaran de la cómoda y rentable nave del poder político.

El resto de la historia es demasiado reciente para contarla como tal: La derecha triunfa bajo los estandartes de un líder de derecha, que no es líder ni de derecha; cuyo manifiesto objetivo era “ganar” como quien gana un remate en la bolsa; y luego cuidarse las espaldas para disfrutar de un retiro plácido y sin compromisos, negándose a ejercer las responsabilidades de la jefatura de Estado. La izquierda concertacionista, acomplejada por su falta de principios, aceptó gratuitamente al partido comunista en su coalición, con sus emblemas genocidas y todo[6], sin exigirles autocríticas de ninguna especie; y más grave aún, le pavimenta (le regala para ser más exactos) el camino a referentes políticos, que más parecen al bar de la guerra de las galaxias, quienes enarbolan las banderas de “la rebelión de los necios”, cuya enseña es demoler todo y después veremos cómo nos arreglamos.

El plato servido para que un minúsculo grupo de audaces violentistas, mínimamente financiados y carentes de una estructura militar formal, haya puesto en jaque (¿mate?) a la República, sus instituciones su estructura de represión y su judicatura. El agua se derrama por implosión espontánea: el vaso se debilitó a tal punto que no puede contenerla.

Suponiendo que la igualdad es el valor basal de la izquierda y la Libertad el de la derecha, ¿quién ha profundizado sobre aquello a la luz del tiempo presente?

Los auto denominados think tanks (¡que nombre más siútico por Dios!) no pasan de ser el puerto de desembarco de lugares comunes, narcisismos intelectuales y plataformas de poder que responden a quienes los financian. La academia universitaria ofrece mayor eclecticismo, pero anclada a lo que es su mayor debilidad ancestral: ocupada de lo que ha sucedido y pensado en el pasado, especialmente en otras latitudes, pero interpretando mínimamente el presente y el futuro.

Un giro copernicano de la política es lo que nos sacará de este atolladero. Con espíritu ecléctico sostengo: La república necesita una izquierda y una derecha de verdad. Basada en valores, fundamentos con una visión e interpretación del Chile contemporáneo. Los partidos deben hacer un mea culpa y reclutar hombres y mujeres sabios y generosos que nos pueden re-conducir para zafar de este atolladero.

Salir de este atolladero no será fácil ni pacífico. Deben pues las elites políticas y judiciales abandonar ilusiones buenistas y pacifistas. La paz se conquista, las más de las veces dolorosamente. No es la primera línea los responsables de lo que sucede. Es la lenidad y estulticia de los políticos y jueces la que ha hecho posible que esta implosión se manifieste. Coraje y sabiduría es lo que el país les demanda ahora para derrotar a la subversión y permitir la reconstrucción.

 

[1] Un grave defecto de Guzmán fue su intolerancia a talentos de su estatura. Su criterio de reclutamiento no siempre fue de las mentes brillantes, sino soldados disciplinados. Prueba de ello: la temprana e injustificada ruptura del entonces partido único de derecha.

[2] Que sí se preocupó con militar pragmatismo de declarar taxativamente sus principios y objetivos y honrarlos. Ver documentos “Declaración de Principios” y “Declaración de Objetivos del Gobierno de Chile”

[3] Joaquín Lavín

[4] Michelle Bachelet

[5] Nombro algunas 1) La virtual disolución de la familia, sobre todo en las clases menos prósperas, núcleo fundamental de la sociedad según  la constitución; 2) la fatal debilidad energética del país y su crónica dependencia; 3) la falta de talentos para crear tecnología; 4) La falta de productividad laboral; 5) La fragilidad de los hábitos económicos  que inducen al consumo y al endeudamiento antes que al ahorro y la capitalización; 6) La fatal incomprensión lectora de la población que induce una capacidad reflexiva casi nula.

 

[6] Lo de los emblemas es un claro ejemplo de la superficialidad de la clase política. El PC de Chile es el único fuera de Corea del Norte que tiene la desfachatez, ignorancia y superficialidad de usar emblemas que son símbolo universal del genocidio más atroz de la historia humana conocida. Lo hacen impunemente sin que nadie (ni aliados ni detractores) se los saque en cara.

Fuente: http://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/

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