Sanar requiere un diagnóstico

 

 

 

 

 

 

Roberto García Fuentealba
Psicólogo Investigador


El desenfreno del vulgo está siempre aunado a la locura y al delirio distópico; a su cosmovisión pervertida y decadente, esa que pretende disolver en el ácido de un resentimiento infinito y odioso, las bases que han elevado a la humanidad. Buscan hacer desaparecer un mundo floreciente, libre y honorable, para poder instaurar uno a su decadente imagen y semejanza socialista, en el que puedan dejar salir al desnudo su libertinaje y sueños húmedos totalitarios, en el que todos, sin excepción, deben sumirse a creer, hacer, y defender lo que a ellos les place que debemos y por ningún motivo otra cosa más que su inmoral causa.

Muchos no comprenden cómo hemos llegado hasta este triste puerto, a la decadencia de un sueño casi logrado, al por poco ser un país desarrollado, saludable, y próspero. Incontables ciudadanos se toman la cabeza desesperados, y se preguntan “¿en qué momento llegamos a tener que acatar que desde la escuela les sugieran a nuestros hijos que se sometan a un tratamiento invasivo de hormonas para feminizarse?”, o, “¿cómo es que hemos llegado desde una democracia legítima a tener que negociar con terroristas violentos, sedientos de sangre y destrucción, la viabilidad de nuestra constitución?”.  

Y es así, es que sucede que La Ventana de Overton, es decir, la delimitación entre lo Normal y lo Patológico, está continuamente siendo ultrajada por la izquierda radical, y juegan con el límite de lo aceptado a su antojo absoluto. Se han adueñado sin preguntar a nadie, frente a los ojos de todo el mundo, el derecho de prefabricar una escala moral falaz, en busca de ser ellos quienes condenen a su antojo, a quién quieran, a ser eliminado del mapa. Cualquiera que atente contra su verdad, aunque sea en lo más mínimo, debe ser abolido, desterrado, agredido, o al menos amenazado.

Pero seamos responsables también, pues es un saludable hábito propio de la gente honorable y responsable. El individuo ha renunciado a ser industrioso en el uso de su pensamiento analítico, de pensar científicamente, de modo crítico. Aun así, más gravemente, las personas han dejado de ver el lenguaje mismo como algo sacrosanto, cómo una herramienta poderosa, que construye realidad, se quiera así o no.

El discurso, la repetición de ideas, es un nicho creador en sí mismo, uno en el que los manipuladores patológicos, los Sociópatas, han aprendido a inseminar, astutamente, ideas nefastas, hasta convertirlas en un experimento social perverso, y desenfrenado. Interviniendo, mediante ingeniería social, los vínculos de apego temprano, a diseccionar y desintegrar a la familia, a pervertir a la espiritualidad, a dinamitar la libertad de religión, todo mediante apoderarse del lenguaje, haciéndose de propaganda explícita, y aún más, dominando el poderoso elemento de la sugestión subliminal.

Mientras todos hipnotizados entre la televisión, rutina laboral y el disfrute de todos los frutos jugosos del capitalismo, olvidamos cuidar nuestra puerta, de proteger la posibilidad de que dicho merecido bienestar siguiese siendo posible. Asimismo, precisamente, en ese mismo intertanto, la izquierda construía en sigilo total, su máquina letal. Y es que han creado una toxina obnubilante, y la han inyectado indiscriminadamente, bajo nuestras narices, en el colectivo de las mentes más vulnerables, niños inocentes, personas menos favorecidas intelectualmente, y sobre todo desdichados, resentidos e infelices, así, su retorcida versión de mundo, llamada posmodernidad ha sido instaurada en dichas mentes. Una toxina que sostiene la insalubre idea central de “si no obtengo ya mismo lo que quiero, debe arder todo y todos”.  

La izquierda ha construido una verdadera e infalible maquinaria de ingeniería lingüística, en son de modificar el mundo empírico percibido por cada ser humano pisando el globo. En búsqueda de fagocitar en cada mente, de cada ciudadano, su dogma tóxico, su trampa mortal. Han materializado el Golem pervertido de Antonio Gramsci, y lo han replicado, exitosamente, en tantas mentes como les ha sido posible. Han levantado así, a una casi completa generación de seres no pensantes, de soldados kamikaze, dispuestos a acatar toda orden, sin miramientos, por ser considerados parte de la gran horda que quiere quemar todo lo que quiere tener sin esfuerzo ni disciplina, clamando que es suyo “por derecho”.

Entonces, es ahí que nace el verdadero atentado contra la salud de la República, cuando se instaura una absoluta Patocracia, es decir el régimen totalitario encabezado por seres enfermos de la emoción, del carácter, la moral y la mente, es ahí cuando llega un grupo de psicópatas al poder, es ahí que el Marxismo al fin ha encontrado una ventana para inseminar su virus mortífero. El cerebro está localizado en los grupos de elite política y financiera, y su lanceta venenosa, es el tonto útil.

Sin un diagnóstico honesto y lúcido, qué dé cuenta de la enfermedad, no existe posibilidad de sanar nada.

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