Aflora un desorden por todos lados. No solo es la destructividad de la oposición que, huérfana del poder y de ideas para entusiasmar al electorado, pretende vivir de la obstrucción a toda forma de gobierno. La falta de conducción política en el país durante las últimas tres décadas es lo que nos ha llevado a autolincharnos. Ha faltado mística para encarar el futuro con el resultado de la desconfianza en la democracia, en las instituciones políticas y en los políticos. Y de allí deriva el terrorismo que campea en las calles de nuestras ciudades, especialmente en las de la capital. Y que se suma al terrorismo en La Araucanía. Nada de esto ha aflojado durante estos meses de pandemia que angustian a la población. Este vacío está en la base de la crisis generalizada que nos aflige.
Piñera ha sido un agravante porque ha reducido su gestión solo a proyectos específicos, olvidando su tarea esencial de señalar un rumbo, metas que generen adhesión y mística, y jugarse por ellas: este es el único camino para dejar un “legado”, es decir, la consolidación de una alternativa que apunte al futuro. Solo se ha sometido a los mandatos de la oposición, que ha distorsionado todos sus proyectos porque ve en el destruir su único camino para reconquistar el poder. Esta notifica, además, que, ¡ay del que llegue al poder sin ellos!, lo destruirán implacablemente.
También la izquierda ha sido exitosa convenciéndonos que el “modelo” capitalista y libertario es un fracaso a pesar de los largos años que detentó el poder, con audacia e ingeniería electoral fundamentalmente, por falta de ideas conductoras. Hasta en la derecha se piensa ahora que el desarrollo económico y la mayor libertad en la vida de las personas ayudan a explicar el caos actual.
Al vacío de conducción política que nos afecta se agrega un vacío educacional que suma aún más que tres décadas. Sus reformas siempre se han orientado a establecer un formidable “sistema”, como si el trabajo de formar personas no se distinguiera de los engranajes mecánicos que producen unidades por millones a bajo costo. Sistema que se mide en estadísticas y no en la fortaleza anímica que permita pararse por uno mismo y reconocer el valor de los esfuerzos de la vida, sin echarles la culpa a otros cuando las cosas no andan tan bien como se quisiera. La desconfianza y la incertidumbre, el vacío que campea en este momento, derivan de la falta de conducción política durante estas décadas y de una falta de formación que apunte a darle sentido a la vida personal y colectiva. (El Mercurio)
Fuente: http://www.nuevopoder.cl/vacio/
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