24 de marzo, 2020

 

 

 

 

Vanessa Kaiser
Acádemica Universidad Autónoma


¿Cómo es posible que dirigentes gremiales, connotados alcaldes de todos los sectores y parlamentarios que viven de nuestros esfuerzos se dediquen sistemáticamente a cuestionar las medidas del gobierno para enfrentar la crisis del coronavirus con el fin de acaparar pantallas y aumentar su popularidad?


Nuestro país hierve en la incertidumbre, la desconfianza, los resabios de meses violentos, la falta de legitimidad de las instituciones, el desprecio dirigido a muchos políticos, una economía que se derrumba y el miedo a la muerte. Frente a este escenario sólo cabe preguntar cómo es posible que dirigentes gremiales, connotados alcaldes de todos los sectores y parlamentarios que viven de nuestros esfuerzos se dediquen sistemáticamente a cuestionar las medidas del gobierno para enfrentar la crisis del coronavirus con el fin de acaparar pantallas y aumentar su popularidad. ¿Cómo pretenden estas autoridades que se respeten y acaten las medidas del gobierno si ellos mismos le están aserruchando el piso? ¿No se dan cuenta que los ciudadanos estamos cansados de tanta farandulera ineptitud? ¿O es que se les olvidó que cuentan tan sólo con un 3% de aprobación?

Para que no se crea que estoy disparando al aire vamos por sector. Los alcaldes están en su derecho a hacer recomendaciones, pero las cuarentenas obligatorias que impliquen sanciones son de atribución exclusiva de la autoridad sanitaria. Lo diré en abstracto porque todos sabemos quiénes son los ediles que hoy aspiran a más poder. A ellos hay que aclararles que no tienen las atribuciones para limitar las libertades de los ciudadanos; su autoridad tiene límites claros y si se exceden debiesen ser sancionados. Propongo la imposibilidad de postularse a un cargo público durante los próximos cinco años.

Usted pensará que estoy exagerando, pero entendamos por un minuto en qué se traduce este anhelo desmedido por mayor poder. No están respetando las leyes; se toman atribuciones que pueden tener efectos nefastos en el mediano plazo para el sostenimiento de la vida, además de la confusión que generan en los ciudadanos y la consiguiente pérdida de confianza en la autoridad central. Todo con el fin de capitalizar políticamente el miedo al contagio y a la muerte que nos embarga. Eso es cruel. La Mesa Social por el coronavirus es una buena noticia sólo si las aspiraciones personales ceden a las urgencias que nos impone la crisis. Y la ciudadanía está reaccionando: en la última Cadem el apoyo al gobierno sube seis puntos; veremos qué sucede con la evaluación de los políticos adictos a las cámaras. En la medida que las personas tomen conciencia del daño que ocasionan es muy probable y deseable que paguen un alto precio.

Hablemos ahora de los parlamentarios. ¿Cómo es posible que no entiendan que Chile no resiste una cuarentena total de seis meses? ¿Estarán pensando en el bien de los ciudadanos cuando, como lo hicieran los senadores Girardi y Quintana, promueven campañas de odio de clases en sus discursos acerca del modo en que hay que enfrentar esta crisis? ¿Se imagina a congresistas de otros países diciendo que no se declara cuarentena para que las asesoras del hogar lleguen a las casas de los ricos y les hagan el aseo? Eso insinuó de forma bastante literal por twitter la diputada Jiles el 21 de este mes. Cuando vemos este tipo de actitudes entendemos mejor la resolución condenatoria del comunismo por parte del Parlamento Europeo que considera al comunismo y al nazismo por igual. Y es que, cuando incluso una situación de calamidad pública se manipula para sembrar odio y divisiones entre ciudadanos que necesitan de unidad y solidaridad, la idea de prohibir dicha ideología cobra fuerza hasta entre aquellos que siempre hemos valorado la diversidad de opiniones y posturas.

A los parlamentarios que destinan su tiempo a sembrar el odio y la división, a desprestigiar al gobierno y a la extorsión política negándose a avanzar en la agenda social y a concurrir a votaciones de proyectos clave como el teletrabajo y el voto electrónico que les permitiría seguir funcionando, se suman líderes como la presidenta del Colegio Médico, Izkia Siches y Bárbara Figueroa, presidenta de la CUT. Mientras Siches ha pasado de la polémica a la templanza, Figueroa sigue haciendo llamados destemplados en pos de un avance hacia reformas que han conducido, en todas las experiencias históricas y presentes, al descalabro económico.

En línea con la lucha entre posturas ideológicas fracasadas y el “pragmatismo neoliberal” característico de ese mundo tecnocrático que la izquierda autoflagelante barrió de la esfera pública con las consecuencias por todos conocidas –grave deterioro en la calidad y eficiencia de políticas públicas y un aumento desmedido del tamaño del Estado cuya finalidad no fue el beneficio ciudadano sino el cuoteo político-, declaraciones de académicos como Fernando Atria terminan por configurar la lista de los aspirantes a la Presidencia de la República. En una columna reciente él afirma que “la pandemia mostrará lo que significa tener un Estado neoliberal que no tiene cómo proteger intereses comunes cuando estos intereses están en riesgo. Lo que mostrará no es algo nuevo; lo hemos visto ocurrir en pensiones, en medioambiente y en tantas otras áreas. Pero lo hará innegable y ya veremos las consecuencias para el debate constituyente.”

La falta de rigurosidad del académico llama fuertemente la atención, no sólo porque Italia y España, que presentan las situaciones más críticas en el manejo de la pandemia están lejos de ser “estados neoliberales”, sino porque los Estados que mejor han lidiado con la crisis son los más pequeños y eficientes; primeros en la lista en libertad económica como Hong Kong, Singapur y Taiwán (primero, segundo y décimo respectivamente, entre 180 países). Así, mientras España tiene un gasto público sobre el PIB de 41% y más de dos mil muertos por coronavirus, en Singapur es de 14,3% y hasta el sábado tenía sólo dos personas fallecidas. Pero los lectores de Atria no lo sabrán nunca porque no leen columnas como ésta.

La pregunta es qué hacer con los aspirantes a la presidencia que hoy están dispuestos a forzar la caída libre de nuestro país desde una actitud de total irresponsabilidad que busca abrirse espacio hacia la cúspide del poder a costa del bienestar de los ciudadanos. A primera vista no cabe duda de que los medios de comunicación tienen una tremenda responsabilidad en la medida que les abren espacio y promueven la farándula política. Pero una segunda mirada nos muestra que el descalabro institucional ocasionado por el Acuerdo Por la Paz Social y una Nueva Constitución -que no sirvió a la paz ni en las calles ni en el Congreso- ha despertado los apetitos por el poder. Todo en perjuicio, nuevamente, del bien común. De ahí que sea esperable que los políticos cuya vocación los pone al servicio de sus electores y de la reconstrucción de nuestro país azotado por la violencia y la pandemia, se pronuncien en contra de continuar con una farra electoral que pondrá a los ciudadanos al servicio de la política, costará ingentesrecursos en medio de una tremenda escases e impedirá la reconstrucción de un Chile que se derrumba en medio de la incertidumbre de un proceso constitucional que deja en blanco los derechos de la ciudadanía.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/vanessa-kaiser-todos-ibamos-a-ser-presidente/

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