Luis Valentín Ferrada V.


Podríamos quedarnos ahora sin rodeos ni fiestas campesinas. Una pretendida mayoría parlamentaria así lo quiere.

Excusa: hay que cuidar la salud y el derecho de los animales.

Razón verdadera y oculta: hay que dar vuelta la historia del país como calcetín viejo.  Desde dentro para afuera;  para que no quede nada de nuestras tradiciones propias y, en cambio, pasemos a parecernos lo más posible a otros pueblos y nacionalidades extranjeras.

Así lo exige el Nuevo Chile, el moderno, el progresista, el de moda, el que copia cada palabra, cada idea, cada música, cada vestimenta, cada comida, cada uso o costumbre y hasta la forma de cortarse el pelo, con tal que nos lleguen tales novedades  desde afuera y ellas “aparezcan en la tele”.

Guen dar…hijito mío, venaiga la cosa pa’rara, en Chile se quiere terminar el rodeo chileno y en la Argentina lo toman cada día como cosa propia.

En Argentina, hoy por hoy, el rodeo a la chilena es deporte popular y gauchesco. En toda la región de Cuyo, de Catamarca, La Rioja, Tucumán, y por el sur la extensa Pampa, no existen fiestas campesinas sin que el rodeo se haya constituido en el centro mayor de las celebraciones. Y en Brasil, en su  inmenso territorio sur, se crían al presente caballos de pura raza chilena, tenidos por los mejores. No hay exposiciones de caballos en los que de pura raza chilena o sus hijos no alcancen los premios mayores.

Pruebas al canto: encienda su computador, métase un minuto a internet, y desengáñese por sus propios ojos.

Así, sin darse cuenta porque su ignorancia no tiene límites, una presumida mayoría de parlamentarios progresistas decide regalarles el rodeo chileno y su mundo a los argentinos, uruguayos, brasileros. De modo que, dentro de poco tiempo, el rodeo deje de ser huaso y pase a ser, por transfiguración cultural, rodeo gaucho.

Entonces sucederá que nuestras cantoras de rodeo – Margot Loyola en primer lugar – serán gauchas y no chilenísimas; que nuestros maestros espueleros, chamanteras, talabarteros, jinetes, herradores, arregladores y diestros en la rienda, harán parte del mundo gaucho, porque en su país de origen fueron despreciados, abandonados y prohibidos.

¿Prohibidos por quienes?... Por todos aquellos que entre nosotros integran el Partido de los Extranjeros.

Menos mal – pensarán los que nunca pierden la fe y el optimismo – que el Paso Pehuenche lo tenemos ahora abierto todo el año, que en cosa de pocas horas estamos “al otro lado”, y que en vez de gozar del respeto de nuestras autoridades, si las cosas se nos ponen malas, tendremos donde arrimarnos al palenque de los argentinos para pasar las penas.

Y será en Argentina, Uruguay, Brasil, donde se oirán las guitarras, las arpas y voces de nuestra Mirta Iturra, Carmencita Valdés, la Tilita de Putú, las Caracolitos, nuestra Margot… y nuestras espuelas tintinearán bajo otros cielos, y  nuestros caballos de pura raza chilena irán por otros senderos buscando el cariño, el abrazo, el recuerdo perdido  de las horas más felices de nuestra alma campesina.

Las viejas Provincias de Cuyo, Catamarca, La Rioja, Tucumán – por tantos años chilenas durante los siglos coloniales – acogerán con sincero afecto de antiguas hermanas esa parte de nuestro corazón herido, y lo mismo que sucedió en 1814 tras el desastre de Rancagua en el que O’Higgins exhibió todas sus grandezas, nos recibirán en Mendoza, San Luis, San Juan,  hasta que reforzados los chilenos allí, organicemos el regreso victorioso de lo nuestro  por el paso de Los Andes y Chacabuco para rematar en Maipú.

Pero… ¿ por qué deberíamos irnos nosotros, los huasos, que amamos a Chile, le respetamos, preservamos sus tradiciones y valores, lo cuidamos y veneramos, y no en cambio aquellos que, cuanto más desean,  es despojarnos de nuestra historia?...

El ideal siempre será que todos los chilenos (con excepción de los eternos desconformados cerebrales) vivamos en paz respetándonos unos a otros, permitiendo que cada quien abrace su propia forma de ser y de vivir sin ser por esto humillado.

Pero si ello no es posible, o si no se lo quiere hacer posible, entonces los que siguen al Partido de los Extranjeros, si son tan liberales,  dejen tranquilo al puma chileno en su alta cordillera, no lo persigan, no lo arranquen de su territorio ni de sus costumbres, incluso déjenlo solo lo propio, no lo acosen. Porque el puma es león -  león chileno -  y cuando lo arrinconan se hace fiera.

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